Capítulo 1: Ecos del Pasado

145 14 4
                                    


Parte 5 - "Los pétalos de una flor marchita"

"... Intente ser fuerte, de verdad lo intente, pero no podía seguir mintiéndome, no podía seguir pretendiendo que todo estaba bien. Desde aquel triste día, desde ese trágico día, desde ese día algo en mí murió, murió junto a ellos, ese día algo en mí se apagó..."

-Elizabeth.

Eran alrededor de las diez de la noche, la oscuridad se había hecho presente devorando todo a su paso, me encontraba en la tienda con mi hermana menor, ya que ella había tenido libre ese día en la escuela y me suplico traerla conmigo.

- ¡Hermana! ¿Cuándo llega papá? Estoy muy aburrida de estar aquí.- Dijo ella con aburrimiento.
-.Ya debe de estar por llegar.- Le dije con una tierna sonrisa.

Ella representaba todo para mí, desde que mamá murió las cosas han sido algo difíciles, pero me prometí a mí misma nunca dejar de sonreír; nunca dejar que mi luz se apagará ya que había una que dependía de mí y otra que me necesitaba para ayudarla a continuar, mi padre y mi pequeña hermana. Ellos los eran todo para mí, representaban mi mundo, no me importaba que tan rota estuviera, que tan triste y perdida estaba; en ellos encontraba mis razones para seguir.

-. Hermana, ¿En qué piensas? – Dijo ella con ternura.
-. En lo mucho que te quiero pequeña.- Dije mientras me acercaba para abrazarla.
-. Yo también te quiero.- Dijo mientras me correspondía el abrazo-. Hermana, ¿ha vuelto aquel hombre extraño?
-. Ahora que lo dices tiene un par de semanas sin aparecer.- Recuerdo haberle comentado a mi hermana que un extraño joven venía alrededor de una vez al mes; cada vez que lo miraba se veía tan vacío, como si algo le hiciera falta en su vida, y sus ojos, esos ojos de un café oscuro que carecían de vida. Me había propuesto hacerme su amiga y cada vez que llegaba hablaba de muchas cosas para así quizás alegrarle el día, pero nunca tenía efecto, el evadía la conversación y daba respuestas cortantes; su pálido rostro siempre reflejaba lo poco que le gustaba la idea de hablar conmigo, pero no me rendiría tan pronto, no iba a descansar hasta ser su amiga. Mis pensamientos fueron interrumpidos de repente por el claxon de un automóvil.

- ¡Es papá!-. Exclamó mi hermana con alegría.
-. Recoge tus cosas, mientras tanto yo aseguro la caja registradora.- Le dije; ya una vez fuera de la tienda mi hermana se dirigió corriendo hacia papá.
- ¡Papá!-. Grito ella mientras se abalanzó sobre él con un abrazo.
-. Hija.- Dijo él mientras la abrazaba con fuerza.- ¿cómo estás, cómo estuvo tu día?
- Un poco aburrido papá.- Dijo ella con un puchero.- Elizabeth no es para nada divertida.
-. Hey, eso dolió-. Dije simulando estar herida.- Hola papá, ¿cómo estás? – Dije mientras me acercaba para abrazarlo.
-. Hola hija.- Dijo mientras me daba un beso en la frente.- No mentiré estoy algo cansado y dudo querer llegar a casa a preparar algo de cenar, me imagino que también tú estás cansada Elizabeth.
-. Si, realmente estoy un poco cansada.- Dije mientras pasaba mi mano por mi cuello.
-. Entonces ¿quién quiere pizza? – Dijo con entusiasmo, papá podía comportarse como un niño en ocasiones.
- ¡Pizza, sí!-. Dijo mi hermanita mientras daba pequeños brincos.- Yo quiero.
-. Yo igual-. Dije alzando mi mano.
-. Está decidido, a comer se ha dicho-. Dijo mientras se dirigía al auto.

El camino fue tranquilo, solo éramos nosotros hablando de cualquier tema, riendo o cantando, todo era tan perfecto, desearía que mi madre estuviera aquí para compartir con nosotros.- La extraño. Pensé.

-.Muy bien familia, ya llegamos-. Dijo el mientras aparcaba el auto.
- ¡Sí! – Gritamos Andrea y yo. Tuvimos suerte en encontrar un lugar para comer, pues ya era algo tarde, aunque habían algunos autos estacionados en el lugar ya que el establecimiento suele trabajar hasta altas horas de la noche.

La cena fue tranquila, habíamos ordenado dos pizzas de pepperoni con queso extra, además de una orden de pan de ajo, este último me encantaba. Hablábamos de temas triviales realmente, comentábamos cosas de cómo había estado nuestro día, de posibles planes a futuro; cosas de familia. La pizza pronto se había acabado, a lo cual llamamos al mesero para que nos trajera la cuenta.

-. Muchas gracias.- Dije.- Papá si te parece bien yo voy a pagar, mientras tanto tú ve al auto con Andrea y así avanzamos más rápido.
-. Está bien, pero no te tardes.
-. Si papá no te preocupes.- Dije dándole una sonrisa.


-.Vamos Andrea.- Dijo papá extendiendo su mano de hacía ella.
-. Está bien.- Dijo ella adormitada por la hora y por el festín que se acababa de dar.

Me dirijo hacia la caja registradora a pagar la cuenta y mientras lo hacía se escucharon un par de disparos fuera del establecimiento, los cuales me dejaron helada ya que mi hermana y mi padre se encontraban fuera.

Salí del lugar corriendo y quede helada al ver a mi padre en el suelo rodeado por un charco de sangre, apuesto que permanecí así por un par de minutos hasta que noté que mi hermana no estaba. Mi mente entró en pánico, no sabía que hacer; mi padre lentamente se desangraba frente a mis ojos mientras unos señores salieron a brindarle auxilio, mi mente estaba hecha un caos.- Andrea.- pensé.- Debo buscarla.

Comencé a caminar al azar entre las calles oscurecidas por la noche de la ciudad; mis pasos eran erráticos y no obedecían en sí a una dirección, eran torpes por los nervios que sentía. No podía dejar de pensar que había dejado a mi papá en el suelo, pero debía buscar a Andrea, con suerte ella estaría bien y solo habría salido corriendo asustada; no entendía muy bien lo que había pasado, pero tenía una gota de esperanza.

Pasando cerca de unos callejones escuche un par de gritos ahogados, apresure mi paso en dirección de ese sonido y lo que vi, lo que estaba frente a mí, mi hermana, mi pequeña hermana estaba siendo torturada, ella estaba siendo violada por un grupo de adolescente; podía contabilizar que eran al menos 4, probablemente los mismos que le dispararon a mi padre. Sentí como me rompía por dentro al ver esa escena, me quemaba ver sus dulces ojos llenos de dolor, su bello rostro lleno de golpes y la sonrisa que siempre tenía, ahora se había vuelto una mueca de dolor; el miedo me paralizó, debía intervenir, pero ¿cómo? tenía mucho miedo, estaba destrozada.

Los sonidos de las sirenas de los policías y la ambulancia se hicieron presentes, a lo que ellos se percataron; yo me oculte entre las sombras mientras con mi mano cubría mi boca para que mi llanto no fuese escuchado.

-. Carajo, parece que se nos acabó la diversión.- Dijo uno de ellos.
-.Y esto se estaba poniendo bueno.- Dijo otro.
-. Lo siento niña, pero ya has visto nuestros rostros y bueno debemos terminar el trabajo.- Dijo el primero mientras escuchaba el ruido de una arma cargándose.

No se escuchaba nada por parte de mi hermana, ni llantos, ni quejas; ellos ya la habían matado por dentro, habían destrozado su alma.

Los sonidos de los disparos resonaron en el callejón y luego el sonido de varios pasos alejándose; ellos nunca notaron que yo estaba ahí, que vi y escuche todo, que vi lo que le hicieron a mi hermana pequeña y que no pude hacer nada al respecto. Me sentí miserable, no podía ni acercarme a su cuerpo, solo podía llorar.

Autor Desconocido (Pausa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora