Capitulo 21 -Frío.

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Frío

El auto olía a húmedo, Valeria no podía dejar de sentirlo. Él no dijo nada, ella tampoco. Cuando entró a la casa de Ben se sentó en el sofá con una línea recta en su boca. Se sentía como una extraterrestre luego de tanto tiempo sin ir.

Se mordió el labio. Él lo notó.

—Compré una pizza esta mañana y guardé más de la mitad en la nevera —dijo, mientras, efectivamente, sacaba una caja de pizza de la nevera—. La voy calentar y cenamos.

Valeria asintió mientras lo veía hacer eso. Quizás Ben sí podía borrar los recuerdos de ella, después de todo, él siempre ha sido su refugio en todo, ¿por qué aún no le ha dicho nada?

El microondas se apagó y Ben sacó los pedazos de pizza humeantes. Los llevó en un plato hacia el sofá y empezó a comer.

Pero Valeria no probaba bocado. Aunque moría por comer pizza.

—¿No vas a comer?

—¿Para qué me pediste que viniera, Sombra?

Ben pensó en eso mientras cogía otro pedazo.

—Te has tomado muy en serio tu papel de pureza. —Se quedó callado—. No entiendo por qué no vienes.

—¿Por qué me quieres aquí? ¿Me quieres? —preguntó cuidadosamente.

—Sí, Valeria, te quiero aquí.

Valeria empezó a comer, pero cuando estaba por la mitad, ya Ben había terminado, y se levantó y fue a su habitación.

Cuando Valeria terminó, se levantó, puso el plato en el lavadero y volvió a sentarse en el sofá, aunque sabía que Ben estaba en la habitación.

Él la quiere ahora, ¿pero la seguiría queriendo si sabe la verdad?

Entró a la habitación, Ben estaba con un control en la mano, y la temperatura de la habitación era más fría que la de la sala.

—¿Tienes frío? —le preguntó.

—Sí —se frotó los brazos—. ¿Qué pasó aquí?

—Mi papá me regalo ese aire acondicionado porque él sabe muy bien lo caliente que es aquí. —La haló de la muñeca—. Lo hubieses sabido ya si hubieras venido antes, pero no vienes, aunque te dije que me gustabas.

—Lo siento. —Pero no decía lo siento por eso.

—¿No quieres estar conmigo? —preguntó tumbándola en la cama.

Ella dejó que él la desvistiera. Pero en vez de hacer como siem­pre hacía solo se detuvo a mirarla. Valeria lo miró de vuelta sin decir nada. Él dejó de sostenerse encima de ella y su cuerpo la apretujó. Empezó a tener dificultad para respirar, o tal vez era que solo se sentía sofocada. Trató de que él se moviera, pero no hacía nada.

No podía hablar, entonces intentó de nuevo moverse bajo su pe­so. Y como no lo logró, empezó a empujarlo para que la dejara ir.

Él se rio en sus oídos mientras agarraba sus muñecas y las alejaba de su pecho. Después, Ben dejó de ser Ben. Todo empezó a ser muy brusco, sin... amor.

Valeria quería detenerlo, pero sus manos estaban a cada lado de su cabeza atrapadas por las de él y no podía zafarlas. Aun si intentaba cerrar las piernas, la presión las ponía como gelatina.

—Ben, detente... —creyó susurrar. Pero no le salía la voz.

Se retorció y trató de zafarse una vez más.

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