Capitulo 8 -¿Quieres averiguarlo?

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Valeria volvía temprano de la escuela porque estaban en exámenes, y el colegio la despachaba después de la diez. Llevaba una semana sin hablar con La Sombra y sin verlo. Y planeaba durar más. Mientras tanto, Gregorio se las ingeniaba para buscarla donde sea y salir con ella.

Cuando Valeria llegó a la casa, Claribel le dio los otros quinientos pesos que faltaban para pagarle a la vecina, quien en realidad era La Sombra. Recordó que no se lo había entregado la otra noche porque simplemente no se atrevía a hablarle a él en frente de todos, y más aún porque él estaba con Sara.

¿Pensará él que ella se quiere coger su dinero? Fue corriendo a la habitación y buscó en el tenis que tenía puesto esa noche a ver si encontraba los quinientos pesos. Y soltó una bocanada de aire cuando los encontró.

Salió corriendo a la casa de La Sombra. No hablaría más de lo necesario, es más, ni siquiera entraría a su casa. Aún estaba herida. Y aunque algunas veces lo extrañaba, se las había arreglado para no estar con él toda una semana.

Afuera de la casa de La Sombra había música muy alta, y Valeria tuvo que tocar varias veces para que la escucharan del otro lado. Al cabo de unos minutos, La Sombra abrió.

—¿Te cansaste de Gregorio, eh Valeria? —Su tono de voz era vacío, pero denotaba desdén.

—¿Y tú de Sara? —contrarrestó.

—Deja de ser infantil. —Dio la vuelta y dejó la puerta abierta.

Valeria negó resignada con la cabeza y sacó el dinero de su bolsillo.

—Yo no vine a verte, Ben, vine a pagarte el dinero que te debía.

Ben miró el dinero que le ofrecía en su mano derecha.

—Olvida eso. —Hizo una mueca con la boca.

—No, tómalo —insistió poniendo su mano delante—, no quiero que pienses que me aprovecho de ti.

—En dado caso, yo me aprovecho de ti —le respondió, pasando la mano por su cabello. Después respiró hondo. Entrecerró los ojos mirándola. ¿Qué demonios planeaba Valeria?

—Es por eso que no nos volveremos a ver, ¿cierto?, porque ya no es de mí que te aprovechas, es de Sara.

Y eso la molestaba.

La Sombra dejó a Valeria allí en la puerta y fue a sentarse en el sofá. Otra vez se puso a jugar con ese aparato sin teclas que tenía, y que le había ofrecido a Valeria una vez para que jugara con él.

—Puedo aprovecharme de las dos... —Se burló. Valeria hirvió en rabia. No se movió, sus manos se cerraron en un puño—. Si quieres entras o te vas, no me gusta tener la puerta abierta.

Valeria se sintió desilusionada, es que era así, ¿verdad? Él no la quería, se lo había dicho, entonces ¿por qué era tan ingenua? Siempre pensando que él la quería aunque sea mínimamente... Era tan sosa.

—Tú querías esto. Que yo besara a Gregorio. Por eso lo hice.

—Te pedí que salieras con él, no que te estuvieras besando con él en frente de todos, como una cualquiera, comportándote como una de tus amiguitas. Te veías ridícula. —Se levantó—. Si es por mí —se señaló a sí mismo en el pecho—, puedes acostarte con él, dejar que él te haga lo que se le venga en gana, pero no en frente de todos. ¿Realmente quieres esa imagen aquí en el barrio?

Ella dejaba que La Sombra le hiciera lo que él quisiera, y era en secreto, ¿a eso se refería?, ¿quería compartir a Valeria con su amigo? Valeria apretó los labios. ¿Cuál era el punto en realidad? No lo entendía. No lo entendía. Estaba llena de rabia, molesta.

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