Júzgame y condéname

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Antes de cambiar de amigos pensabas y hablabas distinto,

escuchabas a tu corazón, reaccionabas por tu propio instinto.

Hice hasta lo imposible por salvar nuestro amor.

Te acepto como quiera que seas, acéptame como soy...

* * * * * * * * * * * * * * * * * *

Lucius Malfoy se hallaba en una de las cuevas de Ground Sharp Mountain junto a su cómplice, aquella joven de cabellos negros que había sido su benefactora desde el exterior, y que se había puesto en contacto con él apenas se enteró de su huida de Azkaban ayudándolo a llegar hasta aquel lugar. Esas cuevas correspondían a un antiguo asentamiento minero, olvidado a través de los siglos y que ahora, por medio de la magia lo había logrado implementar como guarida secreta. Jamás se hubiera imaginado a su único hijo despreciando a esa joven, tan bella y tan perfecta como Pansy cambiándola por la «sangre sucia». Aunque, como padre, intentaba justificar los deseos del cuerpo de Draco, pero para eso podría utilizar a cualquier mujer, pero de ahí a llevar a su mansión esa impura, amiga de Potter y más encima estar prometido con ella, era aberrante. ¡Eso olía a traición verdadera!

Un Malfoy no soporta la traición. Un Malfoy traiciona a diestra y siniestra. Un Malfoy no se enamora. Un Malfoy toma y deja a destajo. ¿De dónde su hijo heredó la capacidad de «amar» (si se le podía llamar amor)? Estaba claro que eso venía del lado de la cándida de su esposa muerta... herencia del gen Black. De ahí se originaban todos los traidores a la sangre: Tonks, Andrómeda, el perro de Sirius... todos muertos... todos traidores.

El próximo en morir era el perjuro de su hijo, pero no pagaría solo, pagaría junto a la «sangre sucia». Si bien le había dicho a Pansy que Draco sería para ella, eso en realidad no lo tenía en sus planes. Draco era un accidente que nunca debió ser y que lo había puesto en vergüenza delante de todos los mortífagos. Por más que él quiso enseñarle lo mejor de las artes oscuras, haciendo que fuera un mortífago, este jamás se interesó realmente y al final terminó por abandonarlo todo, incluso dejando de lado lo ordenado por el Señor Tenebroso. Debió haberlo asesinado esa misma noche en que terminó la guerra. ¡Ahora no se escaparía ni él, ni Granger! Pero antes, lo haría sufrir, a tal punto que no querría vivir.

Sintió que la chica que estaba a su lado se movía. Sí, había tenido sexo del bueno —salvaje y duro— como a él le gustaba. Pansy, acostumbrada a tener sexo con el que tuviera de turno siempre y cuando cumpliera con sus expectativas, no había dudado en aceptar la propuesta de Lucius —necesitado que estaba— de darle un rato de placer a cambio de asegurarle que iba a eliminar a Granger y dejar a Draco como esclavo de ella para siempre.

Sin embargo Pansy, jamás imaginó que ese hombre la iba a hacer sufrir tanto en ese acto. Había sido un bruto y, lejos de preocuparse de hacerla sentir bien y que disfrutase, se dedicó a descargar sus hormonas en forma dura y rápida. Por lo menos ya había terminado y no iba a seguir soportando su hedor. Ese hombre olía a demonios, a pesar de haberlo mando a bañar. Pero debió mandarlo a bañar con un desinfectante de esos que usaban los muggles de alto poder... el olor a mortífago desaseado y a criminal de Azkaban, le salía por los poros.

—Dime ¿quién es R.B.W? —preguntó fuerte, por si Pansy dormía, así la despertaba de una.

—¿Eh? Ah, sí, es el pobretón de Weasley —respondió girándose en el colchón.

—¿El amigo inseparable de Potter?

—El mismo.

—¿Te metiste también con él?

Ojos de Angel I - El Inicio (Draco & Hermione)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora