VII

32 3 2
                                    

El año terminó de una muy linda manera, a pesar de tener que pasar unas fiestas diferentes a las de sus nuevos amigos, ya que Camila y Tomás pasaban Noche Buena en la casa del padre y Año Nuevo con la madre, en la casa de sus tíos, pues ellos estaban separados desde hace cuatro años.

Su vida no resultó ser fácil, al contrario, con el tiempo fue haciéndose cada vez más difícil, a medida que los años pasaban, el hecho de que sus padres dejaran de estar juntos provocaba en Camila una sensación de vacío inconmensurable. Ella era muy pequeña cuando dejaron de convivir, y mucho más su hermano, pues se llevan cuatro años de diferencia.

Al principio no entendían la razón por la que habían decidido separarse, ni por qué el padre había decidido estar con otra mujer, pero con el tiempo fueron aceptando la realidad y acomodándose a ella en la manera en la que podían. No había nada que hacer al respecto más que disfrutar de las visitas diarias de su padre, la parte del día que más le gustaba, aunque no duraban más de una hora, una hora y media. Ellos eran felices al poder ver a su padre todos los días.

En cuanto a lo académico, Camila logró aprobar Ciencias Naturales pero no Sociales, así que deberá rendirla los primeros días de la segunda quincena de Febrero.

Mientras disfrutaba de sus (ahora cortas) vacaciones charlaba con sus amigas en la hamaca paraguaya de Ka, pues habían decidido juntarse en su casa para pasar el rato.

- Oigan – dijo Ka, luego de un rato en silencio -, una amiga mía entrará en nuestro colegio, ¿no será genial? – preguntó entusiasmadísima.

- ¿De verdad? – preguntó Lu, acomodándose en la hamaca, con cuidado porque sino caerían las tres, para escucharla mejor.

- ¡Genial! – respondió Cami, contenta - ¿Cómo es su nombre?

- Se llama Valery, fuimos juntas al kínder y es muy agradable, ¡estoy segurísima de que les gustará! – afirmó Ka, dando un saltito que casi provoca que tire de la hamaca a las amigas.

- ¡Ay, tarada, no te muevas tanto que nos caeremos! – dijo Cami, asustada, pues no le gustaba caerse por más de que fuera desde medio metro del suelo.

- Si tú lo dices, pues nos caerá bien, seguramente la integremos a nuestro grupo, ¿verdad? – preguntó Lu, a la vez que reía del comentario de Camila.

- ¡Sí! – alargó la pelirroja- ¡amigas nuevas! – agregó con sarcasmo-, ah, na, vale, yo creo que me caerá bien – finalizó sonriente.

- Seguramente compartiremos nuestro humor tan especial, ese que nos caracteriza, el que nos hace reír de tal manera que sacamos nuestras carcajadas bocina de bomberos – dijo Lu, riendo a carcajadas.

- ¿Bocina de bomberos? – preguntó Ka con un gesto confuso, lo que hizo reír a Camila.

- ¡Tendrías que haber visto tu cara! – agregó la niña luego de respirar hondo, pues de tanto reír se había quedado sin aire -, ¡parecía que habías chupado limón! – finalizó para comenzar a reír como foca nuevamente.

- ¡Ay, mi estómago, duele mucho! – gimió Lu-, pero no puedo parar de reír – dijo entrecortadamente – ¡ayuda!

- ¡Oh, Jesús! ¿Por qué tengo amigas tan taradas? – preguntó dramática Katrhina mirando hacia el cielo - ¿Qué hice para merecer esto? – finalizó mientras, intentando ocultar su risa, posaba la parte posterior de su mano en su frente.

- ¡Ya, basta, basta! – pidió Camila -. Si sigo riendo así moriré asfixiada y diré que fue su culpa – sentenció.

- ¿Cómo lo dirás si estarás muerta, estúpida? – preguntó Lucía, largando una carcajada contagiosa.

- Ah... - respondió ella, colocando su mano en su mentón haciéndose la pensativa – bueno no importa, volveré del más allá y las acusaré y torturaré hasta que se vuelvan – se apresuró a corregir sus palabras – ¡más locas de lo que están!

- ¡No tienen remedio! – rió Katrhina-, necesito algo para sanar mi estómago, sí que duele mucho.

- ¡Comida! – gritó Lu mientras se apresuraba a levantarse de la hamaca de manera torpe.

- ¡Espera!, ¡Cuidado!, ¡No! – se escucharon gritos al unísono mientras que las tres chicas caían al suelo, acto que fue seguido por un coro de carcajadas que se llegó a escuchar desde la cocina de la casa de Katrhina, de donde salió la madre enseguida.

- ¡Pero qué pasó, niñas? – preguntó corriendo alarmada - ¿Están todas bien?

- ¡Sí ma, estamos bien, quédate tranquila! – respondió su hija, intentando tranquilizarla – sólo nos caímos porque alguien – dijo mirando a Lu – tiene hambre y se apresuró a bajar de la hamaca.

- Oh – rió Grace – justo venía para aquí a decirles que ya está lista la merienda, así que ya pueden ir levantándose del piso si tienen hambre - finalizó con una sonrisa burlona.

- ¡Genial! – gritaron las tres niñas al unísono, a lo cual rieron, no podían estar tan conectadas...

Pasaron el resto de la tarde entre galletitas, leche con chocolate y risas. Se sentían tan bien y cómodas entre ellas que no pedían nada más.

Una amistad así era lo que faltaba en la vida de Camila, sentía que su vida estaba dando un giro rotundo, había pasado mucho tiempo desde la última vez que se sintió de esa manera. Sus amigas de la escuela primaria no solían ser tan divertidas, o tal vez era que nunca había entrado en confianza hasta el punto de poder hablar de cualquier cosa y pasar las tardes a carcajadas por tonterías. 

Todas las personas, en algún momento de nuestras vidas, nos hemos puesto a pensar en que las amistades que tenemos no terminarán nunca. Por la simple razón de que estamos bien así, de que nos llevamos bien, de que esa es una relación de la más fiel, la más bonita, la que nunca te traicionaría por ninguna razón. Pero eso no es así, todo termina, todo tiene un final. Desde las amistades que conocimos alguna vez, hasta nosotros, nuestros amores, familiares, conocidos... Somos personas pasajeras en la vida de otros, como otros son pasajeros en nuestra vida, y en el mundo.

Todos nosotros estamos aquí para cumplir nuestra propia meta, debemos realizar algo que debemos hacer para llegar a sentirnos plenificados; sentirnos plenos, hacer lo que nos gusta, lo que nos hace bien, sin importar lo que los demás digan, porque al fin y al cabo uno es dueño de su vida, no de la de los demás. Por eso no tenemos que estar pendientes de la vida de los demás, sino de la nuestra, pero no al punto de llegar a convertirnos en unos egoístas que sólo le importa lo propio. Ni tampoco olvidarse del prójimo, es decir, la vida de todos importa igual a la nuestra, así que todos somos iguales por más que tengamos condiciones o vidas diferentes. 

Flicker {Editando}Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora