Capítulo 32

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Devastada, sin poder levantarme así vivía cada día que transcurría sin él

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Devastada, sin poder levantarme así vivía cada día que transcurría sin él. Esta vez sí sentía lo frio que había golpeado el comienzo del crudo invierno. Decliné varias veces en apartarme de aquel lugar para no tener que sufrir, ya que solo su presencia ignorándome a cada hora me afecta sin prejuicios. Las lágrimas me han consumido a cada hora, día y semana. Estoy absolutamente abatida, confundida e ignorada. Con solo ver mi rostro en el espejo del baño, me doy cuenta de lo cuan desmoronada a quedado mi vida. Todos los recuerdos tristes me azotan y no hallo la manera de evitarlos.

—Hija, llegarás tarde —Mamá solo murmuró desde la puerta.

—Ya voy —Susurré con las manos apoyada en la baldosa del lavamanos.

Mis lagrimas una vez más declinaron enormemente, él como nadie supo conocer mis debilidades y fortalezas. Ahora, estando acá, me convierto en una víctima más del recuerdo. Tantas veces pensé decirle un te extraño o un te necesito por los pasillos, pero sabía que eso ya no le interesaba. Y he de ahí de nuevo levantándome mentalmente para volver a sufrir otro día más, una semana más. Mis sombras volvieron a adueñarse de un lugar que hasta hace poco inundaba la felicidad. Volví a callarme en la oscuridad y en mi solitaria manera de vivir.

—Hija, papá te llevará —Cerré mis ojos y su mirada llegó a mí—. No me mires así.

—Está bien.

Inmediatamente saqué las lágrimas, aunque mis ojos rojizos me delataban. Lloraba día y noche por una ilusión que no deja de brillar. Tomé un poco de agua y salí del baño. La expresión de mamá en estas últimas semanas había sido compresiva, intentaba que yo sonriese, aunque fuese imposible pensarlo.

—Adiós —Besé su mejilla y bajé las escaleras, tomando la mochila.

Ya en el auto papá intentaba que hablase, algo que fue en vano. Mi mirada perdida solo se reflejaba en las pocas cuadras que faltaban por recorrer. Llegamos al colegio en apenas cinco minutos y cuando pretendí salir, él me detuvo.

—¿Qué sucede contigo, Elizabeth? —Preguntó con una de sus cejas levantadas, encarándome—. No te ha visto como en un principio, cuando llegamos a este pueblo con el único objetivo de cambiar tu vida.

—Nada —Respondí con la garganta atada.

Mi rompimiento aún me afectaba.

—¿Nada? No mientas más, ¿Quieres? No me mientas —Apretó las manos en el volante—. De aquí no saldrás hasta tener una buena explicación sobre lo que te ocurre.

Negué cristalizando los ojos.

—No quiero —Supliqué, porque no era el momento preciso para decirlo.

—¿¡Dímelo, Elizabeth!? —Gritó con suma impotencia, ocasionándome un bruco retroceso, logrando que ese miedo que se mantenía al margen de él, sumergiera de las profundidades—. ¡Me dirás que mierda te sucede!

Si las luces se apagaran ( disponible solo hasta el 18 de marzo)Where stories live. Discover now