Capítulo 28

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Ya es la hora, hora en la mayoría El ascensor comenzó a ascender y de pronto sentí algo pesado en mi trasero como si tuviera dedos

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Ya es la hora, hora en la mayoría El ascensor comenzó a ascender y de pronto sentí algo pesado en mi trasero como si tuviera dedos. Un momento... de mis compañeros se preparan para el segundo baile más esperado del año. Y debo ser sincera, acá no era la excepción. La tía estaba obsesionada conmigo, lo supe desde que salí del baño y cuando quiso tirarse en mí como una cazadora. Mamá también tuvo esa misma idea de jalarme como si fuera un pedazo de papel y ambas me sentaron de lleno en la silla de mi escritorio.

—Bien ¿Cómo quieres tu cabello? ¿Tomado, suelto, rizado...?

La tía Andrea no paraba de parlotear. No comprendía el sinfín de manera de tener el cabello, hasta ahora.

—¡Tía, para! Yo jamás en la vida he ido a un baile y no sé cómo llevar el cabello o que hacer —Suspiré antes de comenzar a jugar con mi brazalete.

—Lo siento, Lisa... Haremos algo, déjalo todo en nuestras manos y tú veras como quedaste.

Asentí, sin protestar ya que todo saldría peor si tomaba decisiones por sí sola.

—Bien, lo dejo todo en sus manos, señoras —Digo sonriendo.

—Señora no —Dice mi tía. Ahí iba de nuevo la tía Andrea—. No aún.

—Pero pronto sí —Aclaré.

Al fin de nuestra conversación, ellas ya se colocaron en marcha. Tomaron mi cabello en varias formas diferentes hasta encontrar la indicada, que consistía en el pelo tomado. Estoy segura de que perdí como el 20% del cabello. Después violentaron mi rostro, colocándole varios colores en mi piel. Al ver como la tía Andrea pintaba mis parpados me asusté un poco porque yo no era de esas chicas que se pintaba a menudo, al contrario, creo que la última vez que lo hice fue en una fiesta de papá con los demás policías, de ese entonces ya nada. Cuando mi rostro estuvo cubierto por la capa de pintura que la tía Andrea colocó sobre mí, pasamos a la fase más horrible "El corsé". Mi respiración se disolvió cuando mi mamá lo ajustaba por mi espalda, tuve que sostenerme de algo para no desmayarme en ese mismo lugar.

—Mamá, no respiro —Le digo con un hilo de voz contraído.

—Lo siento, hija —Se disculpó.

Sentí como desabrochaba un poco para poder respirar. De esa manera lo hice, pero aceleradamente. Fue todo un caos, pero se vale decir que terminaríamos porque solo nos faltaba el vestido por colocar, ya que los zapatos fue lo primero que me puse. La tía Andrea con suma delicadeza sacó el vestido de la caja, dejando a un lado los papeles blancos que lo cubrían. Lo tomó por los bordes de las mangas mientras mamá lo desabrochaba.

—Bien, es hora de terminar.

Me levanté sonriendo y ellas, sin decirme nada, asintieron. Me ayudaron a colocarme el vestido y supe que era demasiado grande como para cruzar la puerta, pero sin dudas lo encontraba bellísimo de pies a cabeza. Mamá subió la bragueta de la espalda y desde ese entonces no paraban de verme con sus ojos brillantes.

Si las luces se apagaran ( disponible solo hasta el 18 de marzo)Where stories live. Discover now