Capítulo 23

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—¡Hija, llegó! —Mamá de pronto interrumpió la delgada línea de incomodidad que se establecía entre mi papá y yo

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—¡Hija, llegó! —Mamá de pronto interrumpió la delgada línea de incomodidad que se establecía entre mi papá y yo.

—¡Bueno, mamá! —Grité de vuelta.

—¿Es él? —Papá de pronto preguntó, llamando mi atención.

—Si es él u otra persona que interesa, ¿no? —Pregunté con una ceja levantada.

Él con una sonrisa se me acercó.

—Hija, él no es un problema. Solo quería advertirte como padre. No me gustaría verte sufriendo —Confesó.

Me quedé quieta por un segundo. Me estaba comportando como cría, pero tenía escusas para hacerlo con él.

—Lo siento papá, es que tu discurso me cambió el día —Le confesé, levantándome del piso.

—Hija, solo quiero lo mejor para ti.

Le sonreí fingidamente. Si su advertencia implica alejarme de Derek no lo está logrando, sería la persona más miserable.

—Lo sé y por eso te amo —Murmuré.

Di media vuelta y caminé hacia la casa, entrando por la cocina. No encontré nadie en ella así que me apoyé en la puerta a suspirar. Nunca le he traído problemas a papá o quejas, pero ahora todo cambia. Aquella idea en su cabeza fue como un balde de agua fría, aunque solo trato de pensar positivo. Él no sería capaz de apartarme de mi novio, no sería culpable de que mi vida volviera a ser infeliz.

—¿Qué haces caramelo?

Levanté la vista sorprendida. Verlo después de tanto y escuchar su voz, aunque sea sobre ese apodo de la abuela, me sorprendió.

—Hola, chupa mocos —Le devolví el cumplido.

Su sonrisa se desvaneció por completo. Recuerdo que la abuela le dijo eso desde muy pequeño y por coincidencias de la vida, justo esa palabra es la más intacto que tengo.

—¡Genial! Pensé que no te recordabas —Protestó mientras se acercaba a mí, extendiendo los brazos—. Enana, dale un abrazo a tu primo mayor.

—Oye, solo me ganas por unos dos centímetros —Me quejé ya sobre sus brazos.

—Uno, setenta y ocho es una gran estura, enana —Henry dijo con gran orgullo, algo que en su ego alcazaba alturas impresionantes.

—Todavía no cumplo los 18 años así que tengo tiempo para crecer —Me alejé levantando y bajando las cejas—. ¿Cómo le dices a eso?

—Le digo milagro, caramelo.

Reí por su respuesta.

—¿Qué te hizo venir a visitarme? —Le pregunté curiosa y él abrió sus ojos.

—Eso sonó a un "Cuando se irá" —Logró que achinara mis ojos y le dé un golpe en el pecho—. Es broma, vengo porque mi mamá...

—¡¿Cómo esta mi sobrina favorita?! —Mi tía nos interrumpió y extendió sus brazos.

Si las luces se apagaran ( disponible solo hasta el 18 de marzo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora