Capítulo 46: Caleb

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Primero estaba oscuro. Luego abrió los ojos, y prefirió volverlos a cerrar.

—Ya vi que despertaste —le dijo Emma.

Caleb soltó el aire y la miró. Se veía mal, despeinada y cubierta con una toalla. Estaba sentada en una silla, con las piernas subidas y dobladas.

—Hola —dijo él, con voz ronca, aclarando la garganta—. ¿Qué pasó?

No se le ocurría nada más para preguntar, a pesar de que no quería hablar. Sentía algo de miedo por tener esa conversación. Aunque trataba, no lograba dejar de imaginarse a Emma saliendo a prisa de esa habitación y dejándolo botado.

—Te desmayaste —contestó ella, muy calmada, luego su mirada cambio, con el ceño fruncido—. ¿En qué pensabas al conducir así? ¿Querías matarte?

—Frené, pero... —Caleb tomó aire sonoramente—. Creo que estaba muy mojado.

—¿Creíste? —ironizó Emma, rodando los ojos—. ¡Ja! Llovía... llueve a cántaros. No podías conducir, así como un idiota. Pudo pasarte algo serio, Thomas.

Thomas...

Caleb guardó silencio, mirando a Emma fijamente. Solo su madre lo llamaba así, y Louis, quien odiaba su segundo nombre y Caleb se lo permitía. Pero escucharlo de la boca de Emma, en su voz, parecía darle sentido otra vez.

Es como si ella tuviera dominio sobre él al decir su nombre con ese tono.

—Lo siento —musitó Caleb, desviando la mirada.

Lo sentía. En serio lo hacía. Por eso y por todo. No sabía por dónde comenzar a disculparse, así que prefirió guardar silencio.

—¿Solo vas a decir eso?

Caleb miró a Emma.

—¿En serio? —siguió ella, poniéndose de pie, y arrojando la toalla al suelo. Él no debió fijarse en eso, pero la blusa de Emma se ceñía a su cuerpo, resaltando más las curvas de su cintura y... su busto—. ¿No vas a explicarme nada?

Caleb levantó la mirada de inmediato. ¿Explicar?

Inconscientemente sonrió, porque vio la esperanza, la pequeña posibilidad de que Emma lo perdonara. Aunque ella no tuviera que perdonarle nada excepto haberle ocultado lo del accidente, porque fuera de eso no pasó nada más.

—Tenía miedo —le dijo él, tragando saliva—. Si te contaba, creí que te enojarías.

Ahora que lo decía, se dio cuenta de lo tonto que sonaba. ¿Por qué no habérselo contado antes, sabiendo desde ya que Emma era una chica diferente, buscando la solución más racional a las cosas?

—Te dije que podías contarme cualquier cosa —reprochó Emma, muy seria—. No iba a enojarme por algo tan tonto que ya pasó hace más de dos meses.

Caleb se sorprendió de la fuerza de su voz y la miró con temor.

—Ese día... escuché que tu familia quería verme preso.

Emma se quedó en silencio, aún con el ceño fruncido. Luego sacudió la cabeza con suavidad como si no quisiera dejarse embobar por sus dudas.

—Eso no importa —dijo ella—. Lo hablaremos luego. Mejor explícame qué hacía esa tipa en tu casa... Y sin zapatos.

Caleb abrió más los ojos al entender.

Sintió dos cosas. 1) tranquilidad, sabiendo que este tema estaba a su favor, pues todo había sido un malentendido, así que, por lógica, debería salir bien de esto. Y 2) orgullo, cuando el pensamiento de que Emma estaba celosa ocupó su mente.

—¿Por qué sonríes? —le reclamó ella.

Caleb juntó sus labios de inmediato. Lo último que quería era que Emma se molestara y se fuera.

—No pasó nada —dijo él—. Juro que no pasó nada.

Emma tenía los brazos cruzados y los labios en línea recta. Hizo un movimiento leve con la cabeza, indicándole que prosiga.

—Yo estaba bañándome cuando ella llegó a la casa —contó—. Pensé que era Louis y bajé a abrir. Ella entró y se quitó los... zapatos. ¿Cómo te diste cuenta de que no tenía...? Okey, okey, no te enojes. —Emma volvió a sentarse en la silla, acercándola más a la camilla—. Luego ustedes llegaron y ella simplemente montó esa escena. Yo te vi ahí, y me sorprendí. Sabía que ibas a pensar mal, pero no sabía cómo explicarlo. Me hice bolas... Lo siento. —Repitió Caleb, sus disculpas en voz bajitas. Lo sentía de verdad.

Y todo lo que decía también era cierto.

Dana apareció para invitarlo a otra de sus fiestas. De hecho, él estaba por preguntarle por qué había ido hasta ahí justo cuando escuchó la moto de Louis. Dana se dio cuenta por la ventana de que Emma venía y desde ahí, cuando vio a Dana despeinarse y darle una mirada pícara, Caleb supo que ella haría algo absurdo.

—Entonces... —Emma se removió en su asiento—. ¿No estaban...?

—¡No! —Caleb vio la sorpresa en el rostro de Emma. Él no quiso decirlo tan alto—. No... —repitió, bajando la voz—. Ella y yo fuimos novios, hace un buen rato, pero ya nada de nada. Tú eres la que...

Caleb levantó la mirada, encontrándose con la de Emma, ahora más suave.

Mierda. ¿Por qué no decirlo?

—Tú eres la que me gusta —terminó, luego de tragar saliva.

Él vio un atisbo de sonrisa en los labios de Emma, y luego la vio ponerse seria de nuevo.

—Aún no me convences —le dijo Emma, seriamente.

Entonces ella hizo algo que fue contra todo pronóstico. Él no se lo esperaba. Él no imaginó que Emma se acercaría, decidida, y lo besaría, mordiéndolo al final antes de separarse y mirarlo fijamente.

—Voy por un doctor —le dijo—. No te muevas de aquí.

Caleb apenas y podía respirar ahora. ¿Cómo carajos iba siquiera a levantarse? Tampoco es como que quisiera hacerlo.

—Debí haberlo llamado cuando despertaste —continuó Emma, levantando la toalla del suelo, como si nada hubiese pasado. ¿Acaso no se había dado cuenta de cómo había afectado todo el organismo de Caleb? —, pero como vi que empezaste a hablar y no moriste, preferí que saldáramos cuentas. Aunque aún esta conversación no termina. ¿Okey? —Caleb asintió, poco convencido, y muy confundido—. Ya vengo.

Emma salió de la habitación como si fuera la jefa y hubiese estado regañando a su subordinado, dándole indicaciones.

Caleb se había preparado mentalmente, en los pocos segundos luego de despertar, para rogarle a Emma para que le creyera y que esta no se hiciera absurdas ideas sobre lo que no era. También espero verla enojada, molesta, incluso abofetearlo, pero jamás esperó un beso. Así de simple, un beso como el que se dan dos personas que siempre se besan. Como si fuera algo tan normal. Mucho menos que ella manejara la situación con la soltura y cabeza fría con la que lo hizo, prácticamente era como si ella tuviera el control ahora.

Y Caleb no iba a quitárselo ni queriendo.

La estúpida máquina a su lado no paraba de pitar, reflejando en el exterior cómo de fuerte y rápido latía su corazón, mientras tanto, Caleb se preguntaba, sonriendo: ¿Qué clase de chica eres?


Hey, gente, espero les haya gustado. Ando muy inspirado, y pues, ¿por qué no subirlo? Emma... me sorprende cada vez más. La admiro tanto como admiro a Amber, de mi otra novela.

Si les gustó no olviden dejar su voto/comentario, o compartir. No cuesta casi nada y me ayudarían mucho.<3 ¡Hasta la próxima!

Como El AtardecerWhere stories live. Discover now