28° Carta

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Luego de que Laya contara su historia, pasó a retirarse. Caminaba con ligereza, se veía mas alta de lo que era; parecía que su cabello le pesaba, porque intentaba recogérselo con las manos.

Decidí ir detrás de ella para averiguar mas cosas y saber si sabía sobre los Narrasti, pero Shedalah me cogió de la mano impidiendo acercarme.

— No la molestes —dijo Shedalah con voz firme y luego susurró—, podrían matarnos.

— No lo haré, solo quiero saber si sabe algo acerca de los Narrasti.

— Dek lojuk—gritó Laya girando a verme.

— Ven conmigo —tradujo Shedalah.

Seguí a Laya. Subimos por las escaleras hacia la gran puerta, donde los hombres escuálidos la abrieron de inmediato, ella ignoró la presencia de éstos, no los vio ni a los ojos, avanzó sin mirar atrás. Cogió una antorcha para salir del oscuro túnel. Al salir se detuvo un momento, frente a su estatua de hielo.

— Cuidar de este lugar ha sido difícil —dijo Laya observando las frías montañas y los arboles congelados—. Luna, he tenido que hacer cosas malas para salvar a mi pueblo.

— Todos tenemos que sacrificar algo para poder seguir viviendo.

— El sacrificio de mi pueblo es cada año. Ellos vienen y se llevan a cuatro de nosotras, ese es el trato —dijo Laya apretando los puños, llena de furia.

— ¿Ellos? —pregunté temiendo a la respuesta.

— Los Narrasti —dijo viéndome a los ojos.

Ambas nos quedamos en silencio, yo solo podía imaginar el terror que pasaban estas mujeres. Madres dejando ir a sus hijas, porque ese era el trato, y no había otra manera más de sobrevivir.

— ¿Cómo puedes hablar mi idioma? —le pregunté.

— El señor Ruktu lo quiere así, me ha brindando el don de poder comunicarme contigo —dijo señalando un ave negra con cuernos que volaba entre las montañas— Cree que tu podrás ayudarnos, que eres una mujer diferente.

— De acuerdo —le dije mirándola a los ojos—. Hagamos un trato, una alianza.

— Me gustan los tratos —dijo Laya sonriendo de lado—. Necesito un mechón de tu cabello.

— ¿Para qué?

— Así se hacen los tratos en mi pueblo, se quema dos mechones de cabello de las personas que harán el juramento o trato.

Laya me quitó el casco con cuidado, el aire era muy helado y sentí congelarme por dentro. Sacó un cuchillo muy afilado de uno de sus bolsillos, agarró un mechón de cabello que se encontraba por mi nuca y lo cortó. Hizo lo mismo con su cabello.

CARTAS DE LUNA [EDITANDO]حيث تعيش القصص. اكتشف الآن