6º Carta

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Jack y yo nos quedamos sentados en la escalera observando el pueblo, él no decía ni una sola palabra, era muy reservado y callado. Cuando era tan solo un niño fue testigo de lo que ocurrió en la tierra, la muerte y desesperación fue parte de su infancia. Perdió a su madre y hermanos, enfermaron y murieron. Todos en la Luna tenían un gran respeto hacia la familia Rumsfeld, trabajaban por el bienestar de todos sin nada a cambio.

Todos los de la nave eran científicos con vidas extraordinarias y mentes ingeniosas; en cambio yo, solo era una muchacha que había nacido en la Luna y mi enorme necesidad por hacer algo que valiera la pena, me había llevado a este lugar.

No tenia miedo, nunca lo había tenido, estar ahí sentada esperando a que esas personas llegaran me parecía fascinante, me agradecía a mí misma por haber hecho caso a mis instintos de exploradora.

—¡Ahí vienen! —dijo Jack al ver que una puerta que estaba al lado del estanque se abría.

—No parece que quisieran hacernos daño.

—Exacto, de querer hacerlo no estaríamos vivos —dijo asintiendo con la cabeza.

Los hombres subieron despacio por las escaleras, de forma amable cogieron nuestros brazos para llevarnos hacia la primera planta. Pasamos por el bello estanque, y luego abrieron una puerta que daba hacia una habitación muy curiosa. Había dibujos en todas sus paredes, eran de colores cálidos y fuertes. No pude dejar de ver las personas que habían retratado, se parecían a nuestros secuestradores.

En la habitación estaba el señor John, Daryl y sus hermanas, pero no estaba Chuc.

Una mujer muy hermosa se encontraba observándonos, sentada al lado de dos hombres semidesnudos, tenía rasgos muy distintos a los que estaba acostumbrada a ver. Ella usaba un flequillo que le cubría la frente, su vestido era blanco y en la parte superior tenía hermosos bordados color naranja y azul. Tenia los ojos pintados de negro, dándole una apariencia mística.

La mujer susurró algo en los oídos de sus empleados, ellos vinieron hacia nosotros para quitarnos los cascos. Jack y su padre no pusieron resistencia, pero Daryl y sus hermanas se pusieron en pánico, pero el señor John les dio una mirada seria, como indicando que aceptaran lo que esta gente quería. Yo no espere a que ellos lo hicieran, me quite el casco sin miedo.

Una joven de al menos quince años, entro a la habitación. Hizo una reverencia a la mujer sentada y se acercó a nosotros con prendas como las que ellos usaban, nos las entregó y se retiró en silencio.

La mujer de ojos rasgados, se puso de pie y dijo algo en voz alta, no logré entender que idioma era.

—Disculpa, no entendí, nosotros no somos de aquí —dijo John tratando de hablar en señas. La mujer al parecer entendió que no hablábamos su idioma y se acercó hacia el padre de Jack.

—Jenutsen —dijo la mujer tocando su pecho, su voy era suave, hasta incluso un poco sensual.

Ella se agachó ante nosotros, y sus hombres también lo hicieron. Ella dijo palabras que nadie de nosotros podía entender, pero se le veía muy emocionada por nuestra presencia.

Jenutsen, como supuse que se llamaba, se retiró de la habitación sin dejar de vernos por un segundo. Parecía muy feliz, los hombres se fueron con ella.

—¿Quiénes eran esas personas? —preguntó Daryl aun desconcertado por lo que había ocurrido.

—Tengo mis sospechas —dijo Jack preocupado.

—¡Oh amigos míos! ¿Acaso no se han dado cuenta? —dijo admirado el señor John y se acercó hacia las paredes para tocarlas muy despacio, casi una caricia.

—¡Los dibujos! —gritó Jack y se llevó la mano a la boca.

Yo nunca había visto dibujos así en mi vida, pero todos los presentes se mostraban impresionados por verlos.

—¿Es lo que creo que estoy pensando? —preguntó Jack a su padre, mirándolo con una complicidad que solo ellos dos tenían.

—Si, así es hijo mío. Estamos en la tierra de los faraones —respondió el señor John antes de abrazar a su hijo.

Todos nos quedamos pasmados, significaba que habíamos podido viajar en el tiempo. Todos nos abrazamos de la felicidad, nuestra misión acababa de empezar. Ya soñábamos con contarles todo esto a la gente de la Luna.

Sali de la habitación, no había nadie en el estanque, Jenutsen y sus hombres nos habían dejado solos. Fui hacia lo que por ahora era mi habitación, me quité el traje pesado, no podía seguir estando vestida así. Decidí ponerme la ropa que nos habían brindado, era muy fresca y perfecta para el aterrador calor que se sentía en el ambiente.

Una vez mas agradecí a mi curiosidad, mi madre siempre dijo que eso podría meterme en problemas, pero ahora era una viajera del tiempo, y eso era algo que no todos podían ser.

Con cariño, desde Egipto, Luna.

CARTAS DE LUNA [EDITANDO]Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz