5° Carta

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No pude dormir toda la noche, daba vueltas en mi camarote. Cansada del insomnio, fui hacia la ventana para distraer mi mente, pero ocurrió todo lo contrario.

El desierto no era diferente a la Luna, se veía vacía y solitaria. Miré hacia el cielo y pude ver un planeta, era pequeño de color gris. Fui hacia el camarote del señor John, imaginé que él tampoco podría dormir, pero no lo encontré, ni a Chuc.

—Jack —susurré tocando su hombro desnudo—, despierta.

— ¿Qué ocurre? —preguntó aun con los ojos entrecerrados por el sueño. Se frotó los ojos y me examinó.

—Es tu padre, ¡no está! —respondí alarmada. Jack se puso el traje y el casco. Fui hacia mi camarote e hice lo mismo.

Intentamos comunicarnos con él por el radio, pero no contestó. Decidimos salir a buscarlo. Afuera, todo estaba oscuro. No había rastro alguno del señor John y Chuc.

—Jack —dije mientras caminábamos por la arena— ¿Tú sabes que planeta es ese? —le pregunté señalando el cielo nocturno.

—¿Aun no te has dado cuenta? —me miró indignado— Es de dónde venimos, la Luna.

Me sorprendí con su respuesta, si aquello era la Luna, esto era la tierra. Mi madre siempre me había dicho que nuestro planeta un día fue un lugar lleno de árboles, flores y campos hermosos. En cambio, ahora se veía desértica. Ahora entendía porque el señor no quería quitarse el casco, dudaba mucho que esto fuera el pasado.

Varios minutos después, al fin encontramos huellas en la arena. Al parecer eran de dos personas. Las pisadas iban de frente, sin cambiar de dirección. Fuimos detrás de ellas, y luego de diez minutos Jack vio algo.

—¡Luna! ¡Mira a lo lejos! Puede ser mi padre —gritó Jack entusiasmado. Corrió hacia la silueta negra que se veía a lo lejos en medio de la oscuridad. ¿Dónde estaba Chuc? Solo veía una persona.

—Espera Jack, él no puede ser tu padre —traté de hablar lo mas despacio que pude mientras iba detrás de él.

Él no me hizo caso y siguió avanzando hacia la misteriosa silueta.

En efecto, no era el señor John, era un hombre desconocido que parecía habernos esperado.

—¡Corre! —gritó Jack en vano, unos hombres aparecieron de la nada, y me sujetaron los brazos.

—¡Auxilio! —pedí ayuda, pero la nave estaba muy lejos de aquí, no lograrían escuchar mis gritos. En el peor de los casos ellos también estaban en mi situación.

Los hombres nos empujaron para avanzar. Tenían apariencia hostil, con poca ropa y armados con palos afilados en punta.

El amanecer ya se acercaba, y mis piernas ya no daban para más. El traje era un infierno para mí.

—¿A dónde nos llevan? —pregunté sudando, hacía mucho calor.

Nadie respondió.

Noté que, a solo unos cuantos pasos de mí, había una aldea precaria, sin la tecnología que estaba acostumbrada a ver, pero de todas maneras me parecieron preciosas.

Estaba muy cansada, el calor del desierto podía ser sofocador y hacia que me sintiera mareada. Me desmayé, no era tan fuerte como imaginé. Pero al menos Jack me sostuvo y me demostró ser un caballero.

Desperté en una cama de madera, el techo solo cubría la mitad de la habitación, imaginé que era por el calor. Observé que Jack se encontraba sentado en el piso.

—¿Dónde estamos? —le pregunté.

— Ven conmigo —dijo mientras se ponía de pie.

Fuimos a la puerta, que parecía dar a la nada, pero había una escalera ahí que daba hacia el primer piso. Había un lindo estanque decorado por plantas y flores.

También vi el pueblo, parecía un enorme laberinto, cerrado por todos lados con muros gigantes. Había personas caminando y trabajando, muy parecido a la vida en la Luna, la única diferencia es que ellos no usaban casco y andaban con ropa muy ligera.

—Deberíamos quitarnos el casco. El aire no está contaminado, mira a esas personas, llevan una vida tranquila y normal. También observa como aquellas flores del estanque se encuentran muy hermosas —explicó Jack, hablaba como todo un científico, serio y maduro.

— Tu padre no estaba muy seguro de eso, mejor esperemos.

—No podemos esperar, me quedan siete minutos de oxigeno —dijo mostrándome su brazo.

—Tienes razón, a mi solo me quedan tres —afirmé tranquila, sabía que este lugar no era peligroso para nosotros.

Observé debajo de la cama donde había despertado noté que estaba mi única pertenencia, mi libreta donde escribo todo lo que ocurre aquí.

—Veo que ya notaste que están nuestras cosas —dijo señalando su mochila y luego su rostro se tensionó, se veía preocupado—. Creo que nos tienen a todos.

—Tuvieron acceso a nuestra nave, parece que nos estuvieron observando —le dije preocupada.

—Me preocupa no saber nada de mi padre y los otros.

—¿Querrán hacernos daño? —pregunté.

—No pueden, y no podrán, se quiénes son ellos—respondió con seguridad y firmeza, digno de él.

Con cariño, desde un pueblo de gente hostil, Luna.

CARTAS DE LUNA [EDITANDO]Where stories live. Discover now