27° Carta

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Me sorprendí al ver a Chuc, y detrás de él a Shedalah

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Me sorprendí al ver a Chuc, y detrás de él a Shedalah. Fui abrazar a mi amigo, la ultima vez que lo vi, parecía estar muerto, me sentía feliz de que ya estaba mejor.

— Nos encontramos en el planeta Azkart, creí que ellas ya se habían extinguido hace tiempo, o al menos eso decían, que la era del hielo las mató. — apuntó a la mujer del cuerno— Ella es Laya, su líder.

— Mucho gusto — le dije a Laya.

— Dokamu— tradujo Shedalah lo que dije y Laya asintió.

Tenia muchas dudas, y muchas preguntar por hacer. Me sentía algo perdida entre tanta multitud observándome desde sus casas. Eran demasiadas mujeres, la mayoría tenían apariencia de guerreras, con trajes hechos de piel de animal y espadas. Laya, era la que mas curiosidad me daba, nunca había visto una mujer más bella que ella.

Dejé de verlas por un momento, para darme cuenta de algo. Jack y su padre, no estaban por ningún lado, y eso me preocupaba.

— ¿Dónde están Jack y John? — le pregunté a Chuc.

— Me temo que hay un problema con eso— respondió.

— ¿Un problema?

— Si— afirmó— Ellos son prisioneros, y están muy lejos de acá.

— Llévame con ellos— dije mirando a Laya

— Mak zura aktak, tok zodike jekef mak zuro — me dijo con una voz firme y elegante.

— Mujer del cielo, aquí no están permitido los hombres— tradujo Shedalah.

— Luna — dijo Chuc—, en este lugar no se permiten hombres, los únicos que veras son los de la puerta.

— ¿Qué hay de ti? — le pregunté

— Bueno...— dijo— Eso es complicado.

Había algo de este planeta, que no estaba logrando entender, pero que cada vez se hacia mas claro. Estaba casi segura que me encontraba ante una sociedad política donde las mujeres mandaban.

Sonó otra vez el cuerno de Laya, y todas las mujeres se dirigieron al centro del pequeño pueblo subterráneo.

Prendieron una fogata en el medio, y a su alrededor pusieron en bandejas mucha comida, carne asada y legumbres. Nos invitaron a sentarnos en el piso, para poder deleitarnos con sus manjares.

Luego de comer, Laya se paró y en voz alta, empezó a narrarnos el origen de su planeta, el principio de todo. Shedalah tradujo cada palabra, para así yo poder entender la historia de Azkart.

«Cuentan las leyendas askartianas, que una nave recorría el universo buscando un planeta habitable. A los tripulantes les habían borrado la memoria, y dejado un libro con explicaciones claras de la misión.

En la nave viajaban seis personas: Alkonte, Laya, Kudi, Zeyena, Raizy y Rok.

Una de las indicaciones en el libro, era que Alkonte y Laya deberían ser los fundadores del nuevo planeta, e inmediatamente supusieron que debían ser esposos. La idea le fascinaba a Alkonte, porque Laya era una mujer verdaderamente hermosa. Sus cualidades físicas la hacían sobresalir de las otras dos mujeres.

Laya era la reencarnación de la belleza física, pero también lo era por dentro. Era fuerte y valiente, y aunque no recordaba nada de su pasado, ella imaginaba haber tenido una vida muy dura. Una vida llena de pruebas y sacrificios, no se imaginaba débil, porque no lo era. Le disgustaba la idea de ser la esposa de Alkonte, él era brusco y grosero.

Kudi, en cambio, era muy diferente a Alkonte. Siempre estaba callado y seguía las órdenes del autoproclamado "líder". Era joven, tenía dieciséis años, la misma edad de Zeyena, su novia. Eran tal para cual. Incluso sus rasgos físicos eran iguales, cabello negro y ojos verdes. Parecían gemelos, pero no lo eran.

La tercera pareja era diferente: Raizy y Rok, soñaban con que después de encontrar un planeta para sus amigos, ellos se irían lejos a buscar otro. O al menos eso le decía Rok, para tranquilizarla, porque ella estaba muy enferma y parte de él, sabía que Raizy se estaba muriendo.

Llevaban años buscando un planeta, pronto se les acabaría la comida y aunque había combustible suficiente para un tiempo más, estaban empezando a desesperarse por pisar suelo firme. Los ánimos estaban subidos, Alkonte estaba insoportable y más grosero que nunca, pero su humor empezó a cambiar, cuando a lo lejos vio un astro brillar. En su desesperación manejó sin cuidado, y para su mala suerte, un asteroide chocó con la parte trasera de la nave.

Aterrizaron en un planeta que se veía habitable, se podía ver pequeños círculos deformes que posiblemente contendrían agua. La nave aterrizó accidentadamente, fue violento y torpe.

Alkonte agarró del cuello a Kudi, obligándolo a sacarse el casco. Que dicha fue, al ver que no murió, el planeta tenía oxígeno. Laya se mordió el labio inferior de la rabia, Alkonte era un tipo asquerosamente cruel.

Fueron a un lago cercano a tomar agua, en la nave habían estado tomando raciones muy pequeñas, y tenerla en altas cantidades les parecía un sueño. Alkonte cogió la rama de un árbol cercano, y la enterró en la tierra, como símbolo de que él era el nuevo rey de ese planeta.

Alkonte trataba como esclavas a Laya, Zeyena y Raizy. Ellas cultivaban y cosechaban sin descanso alguno, mientras él las observaba debajo de un árbol.

A Laya, le empezaba a parecer injusto, que ellas padecieran debajo del sol, trabajando para ellos, los hombres.

Raizy estaba enferma, y ya no podía trabajar más. Rok fue a pedirle a Alkonte que dejara descansar a su novia. El cruel de Alkonte, no aceptó. Tiempo después Raizy murió.

Rok, lleno de furia, intentó matarlo, pero Alkonte era fuerte y enorme. Agarro una piedra enorme y lo mató también.

Laya cansada de ver tanta muerte, decidió escapar. Llena de miedo, se fue hacia las montañas rocosas. Dicen que ahí se encontró con algo que habitaba en ese planeta durante siglos. Era el Ruktu, un ave negro y gigantesco, con cuernos en la cabeza.

Ruktu, escucho llorar a Laya, curo las heridas de sus pies y de sus manos. Le dijo que era hermosa y valiente, ningún otro animal había llegado a las oscuras montañas del norte.

— Tráeme la cabeza de Alkonte, y la inmortalidad será tuya. Tus descendientes jamás envejecerán, pero si morirán.

Una noche decidió regresar a la pequeña aldea donde vivían. Laya se quitó la ropa frente a Alkonte, él solo se dejó llevar por la hermosura de ella. Ésta con engaños lo llevo hacia las montañas, donde había tenido el encuentro con Ruktu.

Le cortó la cabeza frente al ave negro. Éste lleno de gozo por ver la muerte de Alkonte, le dijo que cada 170 años, ella moriría, pero se reencarnaría en el cuerpo de una jovencita de dieciocho años.

Por miedo a que exista otro hombre como Alkonte, Laya decidió que los hombres serian esclavos, no tendrían beneficios ni compasión.

Es así como Laya, siempre se reencarnará en una joven que sacrifique su alma, para brindarle su cuerpo.»

Laya, no es cualquier mujer, para esta gente ella es una diosa. Estas mujeres son fuertes, son lo que necesito para empezar una guerra contra los Narrasti.

Con cariño, desde el planeta de la diosa Laya, Luna.

CARTAS DE LUNA [EDITANDO]Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum