LXXXII. El honor y la gloria de la caza de la ballena

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Mucho tiempo he estado dudando si admitir o no a Hércules entre nosotros, pues aunque, según las mitologías griegas, aquel Crockett y Kit Carson de la antigüedad, aquel robusto realizador de excelentes gestas entusiasmadoras, fue tragado y vomitado por una ballena, con todo, podría discutirse si eso, estrictamente, le hace ser ballenero. Por ninguna parte consta que jamás arponeara a tal pez, a no ser, claro está, desde dentro.

Con todo, puede considerársele como una suerte de ballenero involuntario; en cualquier caso, la ballena le cazó a él, si no él a la ballena. Le reclamo para nuestro clan. Pero, según las mejores autoridades contradictorias, esa historia griega de Hércules y la ballena ha de considerarse derivada de la aún más antigua historia hebrea de Jonás y la ballena, o viceversa; ciertamente, son muy semejantes. Entonces, si reclamo al semidiós, ¿por qué no al profeta?

Y tampoco los héroes, santos, semidioses y profetas son los únicos en componer toda la lista de nuestra orden. Nuestro gran maestro todavía no ha sido nombrado, pues nosotros, como los solemnes reyes de antaño, encontramos nuestro manantial nada menos que en los mismísimos grandes dioses. Ahora ha de repetirse aquí aquella maravillosa historia oriental del Shastra, que nos presenta al temible Visnú, una de las tres personas que hay en la divinidad de los hindúes, y nos da al propio divino Visnú como señor nuestro; a Visnú, que, con la primera de sus diez encarnaciones terrenales, ha dejado aparte y santificado para siempre a la ballena. Cuando Brahma, o el dios de los dioses, dice el Shastra, decidió volver a crear el mundo después de una de sus disoluciones periódicas, dio nacimiento a Visnú, para presidir el trabajo; pero los Vedas, o libros místicos, cuya lectura parecería haber sido indispensable a Visnú antes de empezar la creación, y que, por tanto, debían contener algo en forma de sugerencias prácticas para jóvenes arquitectos, esos Vedas, digo, yacían en el fondo de las aguas, de modo que Visnú, encarnándose en una ballena, se zambulló a las últimas profundidades y salvó los sagrados volúmenes. ¿No fue entonces un ballenero este Visnú, del mismo modo que un hombre que va a caballo se llama caballero?

¡Perseo, san Jorge, Hércules, Jonás y Visnú!, ¡Vaya lista que tenemos! ¿Qué club, sino el de los balleneros, puede encabezarse de modo semejante?

LXXXIII. Jonás, considerado históricamente

En el capítulo precedente se hizo referencia al relato histórico de Jonás y la ballena. Ahora bien, algunos de Nantucket desconfían de ese relato histórico de Jonás y la ballena. Pero, asimismo, había algunos griegos y romanos escépticos, que, separándose de los paganos ortodoxos de su época, dudaban igualmente del relato de Hércules y la ballena, y Arión y el delfín; y sin embargo, el hecho de que dudaran de esas tradiciones no las hizo menos reales ni en un ápice.

La principal razón que un viejo ballenero de SagHarbour tenía para poner en duda el relato hebreo era ésta: él tenía una de esas extrañas Biblias a la antigua usanza, embellecida con grabados curiosos y nada científicos, uno de los cuales representaba la ballena de Jonás con dos chorros en la cabeza, peculiaridad sólo verdadera respecto a una especie del leviatán (la ballena franca y las variedades de esta orden), sobre la cual los balleneros tienen este proverbio: «Se ahogaría con un panecillo de a penique», ya que sus tragaderas son muy pequeñas.

Pero para eso está dispuesta la respuesta anticipada del obispo Jebb. No es necesario, sugiere el obispo, que consideremos a Jonás emparedado en la panza de la ballena, sino temporalmente alojado en alguna parte de la boca. Y eso parece suficientemente razonable al buen obispo. Pues, realmente, en la boca de la ballena franca podrían instalarse un par de mesas de juego, sentando cómodamente a todos los jugadores. Es posible, también, que Jonás se hubiera escondido en un diente hueco; pero, pensándolo mejor, la ballena franca no tiene dientes.

Otra razón por la que el Sag-Harbour (así le llamaban) insistía en su falta de fe en ese asunto del profeta, era algo oscuramente referente al cuerpo encarcelado del profeta y a los jugos gástricos de la ballena. Pero esa objeción cae igualmente por tierra, porque un exegeta alemán supone que Jonás debió refugiarse en el cuerpo flotante de una ballena muerta, del mismo modo que los soldados franceses, en la campaña en Rusia, convirtieron en tiendas a sus caballos muertos y se metieron a gatas en ellas. Además, otros comentadores continentales han supuesto que, cuando Jonás fue lanzado por la borda del barco de Joppa, él se escapó derecho a otra embarcación cercana, alguna embarcación con una ballena por mascarón de proa y, yo añadiría, posiblemente llamada La Ballena, igual que ciertos navíos se bautizan hoy día como El Tiburón, La Gaviota, El Águila. Y tampoco han faltado doctores exegetas que han opinado que la ballena mencionada en el libro de Jonás quería indicar meramente un salvavidas —un pellejo inflado de viento— al que se acercó nadando el profeta en peligro, salvándose así de la condena acuática. Por consiguiente, el pobre de Sag-Harbour parece derrotado por todas partes. Pero todavía tenía otra razón para su falta de fe. Era ésta, si no recuerdo mal: Jonás fue tragado por la ballena en el mar Mediterráneo, y al cabo de tres días fue vomitado en algún lugar a unos tres días de viaje de Nínive, una ciudad junto al Tigris, a mucho más de tres días de viaje del punto más cercano de la costa mediterránea. ¿Cómo es eso?

Pero ¿no había otro modo de que la ballenadejara en tierra al profeta a tan corta distancia de Nínive? Sí. Podía haberlellevado dando la vuelta al cabo de Buena Esperanza. Pero, para no hablar de latravesía a todo lo largo del Mediterráneo, y otra travesía por el golfo Pérsicoy el mar Rojo, tal suposición implicaría la completa circunnavegación deÁfrica, en tres días, para no hablar de que las aguas del Tigris, junto aNínive, son demasiado superficiales para que nade en ellas una ballena. Además,la idea de que Jonás doblara el cabo de Buena Esperanza en tiempos tan antiguosle quitaría el honor del descubrimiento de ese gran promontorio a BartoloméDíaz, y daría así un mentís a la historia moderna. Pero todos esos necios argumentos del viejode SagHarbour evidenciaban sólo el necio orgullo de su razón, cosa másreprensible en él, visto que tenía pocos conocimientos, salvo lo que había idosacando del sol y del mar. Digo que sólo muestra su necio e impío orgullo, y suabominable y diabólica rebelión contra la reverenda clerecía. Pues un sacerdotecatólico portugués presentó esa misma idea, de que Jonás hubiera ido a Nínivevía cabo de Buena Esperanza, como manifestación y presagio del milagro general.Y así fue. Además, en nuestros días, los ilustradísimos turcos creen en elrelato histórico de Jonás. Y hace unos tres siglos, un viajero inglés, en losantiguos Viajes de Harris, hablaba de una mezquita turca construida en honor deJonás, en la que había una lámpara milagrosa que ardía sin aceite.     

Moby DickWhere stories live. Discover now