Herencias/ Parte 1

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Entrecerró sus ojos y le lanzó una mirada de hastío a Lil.

—No me refería a eso... —Negó con la cabeza—. Ven acércate —pidió Lil—, hay mucho espacio en este sillón. —Lil rozó su mano en el cojín del mueble donde yacía.

Ren supuso que la petición se trataba de otra broma. Dejó el sillón individual donde se encontraba sentado y tomó asiento a un lado de Lil. Confiada, ella llevó su mano al rostro de Ren y lo acercó a su hombro. Después, guio la cabeza de él a tomar lugar en su regazo. Ren se sintió fuera de lugar, no obstante, estaba muy cómodo con la idea de utilizar el regazo de Lil como almohada.

—Descansa en mis huesos —ordenó Lil.

—¿No era más fácil que me pidieras que hiciera esto? —preguntó sumiso, reteniendo la pena que sentía.

Ren por un momento pensó que su agitado corazón se le saldría por su boca y se iría corriendo en la oscuridad de la habitación.

—¿Y qué tu pena no te deje hacerlo? Sabes... —endulzó su entonación y sus ojos se iluminaron con la luz escasa de las velas—. Quiero leerte algo. —Lil sacó de su bolso negro un libro de tamaño pequeño.

—Si quieres... —dijo en un hilo de voz.

Ajustó su cabeza en el regazo, llevó sus manos en su agitado corazón, y se envolvió con el aroma del perfume de Lil y con su calidez.

—Los trenes iban y venían haciendo vibrar los rieles. A Érica le encantaba ver los trenes, pasaba horas haciendo aquello, porque en varías ocasiones se imaginó que saltaría a las vías y así terminaría con su vida rutinaria.

—¿Qué tipo de historia es esa? —preguntó Ren.
Observó a la bruja desde su posición, miró el fino cuello, le recordó al de un cisne elegante. Por un momento le nació el instinto de querer recorrer con los dedos de su mano tan delicado cuello, olfatearlo de cerca y, como un vampiro, besarlo. Avergonzado de sus pensamientos, llevó la mirada a la quijada. Lil al sentir la energía de los ojos que la veían, bajó lacabeza y otorgó una sonrisa angelical. El corazón de Ren dio un vuelco. Ella Llevó una de sus manos al cabello de Ren, enterró los dedos en la cabeza de él y jugueteó con los mechones rebeldes.

—Pero Érica se enamoró de un mortal más —prosiguió—, y la hizo aferrarse a la vida con el poder que otorga la ilusión del amor. Ella deseaba amar a la vida y querer pasar todo su tiempo con aquel joven, ese, quien le facilitaba la proeza de aferrarse algo. Eso creyó por un tiempo, hasta que el joven le rompió el corazón, le fue infiel. Se justificó con muchas cosas como; no la conocía bien, ya no la amo, discutimos mucho, no soy feliz y cuanto más. Motivada por su corazón roto, saltó a las vidas del tren, pensó en el proceso que debió hacerlo desde un inicio; era su destino y le dio largas por jugar a enamorarse. El encargado de motivar a Érica a realizar su suicidio, lloró en el entierro desgarrado y desconsolado, pero con el tiempo la olvidó con facilidad, casándose con la que fue su amante. Vivió feliz hasta que se volvió a justificar.

—Qué horror, yo me hubiera muerto de tristeza en su lugar. No me agrada la gente infiel —comentó afligido Ren.

—Ni te admires, cuatrojos. Hay muchos humanos que son así, egoístas. —Se encogió de hombros—. Así lo dicta su naturaleza. Pero... si lo piensas bien, Érica realizó lo que deseaba desde un inicio, el infiel la ayudó a motivarse y ser fiel a su deseo original. Sólo nosotros mismos nos podemos salvar, no debemos dejar caer ese peso en los demás. —Lil contempló el tranquilo semblante de Ren y acarició por un momento la mejilla de él.

—Difiero. —Frunció ligeramente el ceño—. Hay humanos que salvan a otros, hasta de manera inconsciente. Lo malo es que no todos tienen la suerte de encontrarse con buenas personas. —Ren sintió un sueño insistente, provocado por las tiernas caricias de Lil.

—¿No te recuerda algo justo esté momento? —preguntó Lil, su entonación fue melancólica.

—No estoy seguro... —comentó Ren adormilado—. ¿Debería recordarme algo?

Ren, en un par de parpadeos, se quedó dormido. Un lejano sueño intentó manifestarse en él, recordarle algo. No obstante, a pesar de anhelar los recuerdos, estos se alejaron de él. Fue como si Ren presenciara desde muy lejos una película, una que ansiaba ver bien y escuchar, pero no podía. Entonces, aquella melodía sonó, la que escuchó en lo que consideró un sueño, en donde Lil parecía encarnar a una musa al tocar el piano. Abriendo los ojos de un momento a otro, Ren no logró escuchar la pieza musical por completo. Ya era la hora esperada, las 3:33 a.m. Levantándose del regazo donde dormía, observó que sólo una vela quedaba prendida. Cuando se dispuso hablar, Lil colocó sus dedos en los labios de él. Dos siluetas alargadas, huesudas y arqueadas, rondaban en la sala de estar. Emitían un ligero quejido, cual era como un rezo que no cesaba. Parecía que buscaban algo con desesperación. Movieron los libros de los estantes, salió polvo volando, las partículas finas fueron visibles con la luz de la vela. Abrieron las vitrinas que contenían las antigüedades. La iluminación de la vela no cubría del todo la escena y tampoco llegaba a las alargadas siluetas, se camuflaban con la oscuridad del lugar. Ren sintió curiosidad más que temor. Se preguntó desde sus adentros qué era lo que buscaban las siluetas. Lil permaneció firme y callada, como una escultura, hasta que salieron las sombras del cuarto.

—Son agresivos y territoriales. —Quitó sus dedos de los labios de Ren—. Son los fantasmas de los abuelos de Griselda —informó Lil.

—¿Qué buscaban? —preguntó Ren en voz baja.

—No lo sé, es algo que los ata al mundo —susurró Lil.

—¿Cómo podemos ayudarles? —inquirió.

—Hay que esperar a que pase la hora de los muertos. Tenías razón, sobre las antigüedades y más. Los objetos pueden atar a la vida, hasta los muertos que los anhelaron. Pero lo que buscan los abuelos no se encuentra en esta casa, por eso siguen aquí, me pregunto qué será. —Cruzó sus brazos, pensativa.

—Entiendo. Lil... —calló por un momento—. ¿Por qué hay fantasmas que no sólo aparecen en la hora de los muertos? —preguntó Ren al recordar ver fantasmas en otras horas del día.

—Depende de muchos factores, dé cómo murió, la hora, en dónde y más. Estos abuelos únicamente pueden manifestarse en especial a esta hora, porque saben que están muertos, aunque supongo que lo pueden olvidar de vez en cuando. —Lil se recargó en el hombro de Ren y cerró sus ojos para descansar un momento, en lo que pasaba la hora de los muertos.

Pluvo: el aprendiz de una brujaWhere stories live. Discover now