41. Un regalo inesperado

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La primera en despertarse la mañana de Navidad fue Anissa. Se había puesto una bata rosa e incluso había conseguido anudar el cinturón ella sola.
Estaba excitada y muy emocionada cuando bajo a la planta inferior y vio los paquetes junto al árbol decorado. Con verdadera rapidez, leyó las etiquetas con los nombres, buscando el suyo. Encontró tres y los separó de los demás. También se había dado cuenta de que Santa Claus había dejado regalos para todos, incluso para Iris y eso la hizo alegarse mucho más.
Luego, como un terremoto o un vendaval descontrolado subió gritando por la escalera hasta el cuarto de sus padres.
—¡Mami, papi. Hay regalos para todos!
Aaron fue el primero en levantarse, cogió a su hija en brazos y bajó corriendo los peldaños de la escalera.
—¡Es verdad! —Exclamó Aaron —¡Despertad todos!
Anissa coreó su orden mientras corría por la casa aullando.
—¡Despertad todos! ¡Despertad todos!
Hannah bajó enseguida y abrazó a su hijita.
—¡También hay regalos para ti, mami!
—¡Vaya! ¡Santa Claus es un fenómeno! ¿Verdad?
Iris fue la última en bajar al salón donde todos estaban reunidos.
— ¡Para ti también hay regalos, Iris! —Dijo la pequeña.
—¿Para mí? —Preguntó extrañada y luego miró a Hannah y sonrió, ella le devolvió la sonrisa.
—¡Venga, Anissa! —le acució su padre —Abré tus regalos.
La niña no se lo hizo repetir, estaba deseando hacerlo. Nerviosa, rasgó el envoltorio de uno de ellos y chilló de felicidad al descubrir su primer regalo.
—¡La muñeca que yo quería! —En cuanto la echó un vistazo, la dejó al un lado para enfrentarse con el segundo paquete, este mucho más voluminoso. Su padre tuvo que ayudarla a desenvolverlo, pues el regalo era prácticamente tan grande como ella.
—¿Qué será? —Preguntó Aaron tan nervioso como su hija —¡Una bicicleta!
Anissa aplaudió muy contenta.
—¡Hasta lleva ruedines! —continuó su padre —, así podrás montar en ella de inmediato.
Hannah sonreía encantada al ver la cara de felicidad de su hija.
Anissa ya se había lanzado a desenvolver el último regalo. El tercer regalo era a su vez un triple regalo, pues había un libro de princesas de Disney, un bonito vestido lleno de lazos y un DVD de la película Moana, también de Disney.
—¡Que listo es Santa, como sabe lo que te gusta!
La niña no cabía en si de gozo, pero también estaba ansiosa por saber que les habían regalado a los demás.
—¡Iris, abre tus regalos!
La jovencita se arrodilló junto a Anissa y cogió el primero de sus paquetes.
—Ayúdame, Anissa, yo no tengo mucha experiencia en desenvolver regalos.
La pequeña le ayudó encantada.
—¡No me lo puedo creer! —Exclamó Iris muy sorprendida.
El regalo era un teléfono móvil y traía una funda con lentejuelas del color preferido de Iris. Un violeta muy vivo.
—¿Cómo supo Santa Claus cuál es mi color preferido? —Preguntó la jovencita mirando inquisitívamente a Hannah.
—Creo que siempre lo ha sabido, pero no creo que ni él sepa como —explicó Hannah.
Iris activó el aparato y sonrió al ver la pantalla de fondo. Era una fotografía de Hannah, Aaron y Anissa.
—Una vida nueva requiere muchas cosas—dijo Hannah —. Ahí  podrás almacenar tus canciones preferidas, los teléfonos de tus nuevos amigos y las fotografías de todo lo que te guste. Además tienes nuestros teléfonos guardados en la memoria por si necesitas llamarnos en cualquier momento.
—Gracias, Hannah —dijo la chica muy emocionada.
—Dáselas a Santa Claus. Ahora abre el segundo regalo.
Iris se restregó las lágrimas con la manga de su camisón y se dispuso a abrir su segundo regalo. Anissa la ayudó a hacerlo.
Iris no pudo reprimir que le temblasen las manos al sacar el regalo de la cajita donde venía. Era un colgante de plata en forma de concha que podía abrirse y en cuyo interior estaban las fotografías de Hannah por una parte y de Aaron y Anissa por la otra. También tenía una inscripción en el envés. Ponía en elegantes letras:
Iris Richmon Sullivan,  su nombre y los apellidos de Aaron y de Hannah. Tal y como si fuese su hija.
Iris abrazó a Hannah sin poder evitar llorar de nuevo.
— ¿Soy vuestra hija? —Preguntó la jovencita muy emocionada.
—Lo eres a todos los efectos —dijo Hannah —. La lástima es que legalmente no podamos adoptarte. Pero eso es imposible.
—No me importa —dijo Iris —, con esto es suficiente para mí. No sabes lo feliz que me hace. Ahora ya puedo llamaros mamá y papá.
—Ahora tú mami —chilló Anissa entregándole su regalo.
Hannah lo abrió y sonrió. Santa Claus también conocía sus gustos, pues el regalo era un precioso libro con la biografía de uno de sus pintores preferidos: Pierre Auguste Renoir, con fotografías a todo color de muchas de sus obras.
—Ahora tú, papá —dijo Hannah pasándole el regalo a su marido.
Él lo abrió con ayuda de Anissa que se había convertido en la abridora oficial de regalos.
—¡Unos guantes y una bufanda! —Gritó muy contento, Aaron —.  Me vienen muy bien con el frío que está haciendo.
—Aquí hay un regalo más —dijo Anissa —, pero no lleva ningún nombre...
Hannah cogió el paquete de tamaño mediano y se quedó extrañada. Miró a Iris, pero la jovencita negó con la cabeza. ¿Quién habría enviado aquel regalo?
Hannah se disponía a abrirlo cuando notó que Iris se lo impedía.
—No lo abras, Hannah...No lo hagas...

No lo hagas

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Hannah. El despertar. (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora