34. La canción de Anissa

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Pasó mucho tiempo hasta que encontró a Hannah. Una niña desgraciada como ella misma y que suplicaba amor. Pero Eris ya no sabía amar.
Durante casi un siglo, Eris vagó por el mundo devolviendo el mal que ella había recibido por parte de la humanidad. Asesinó a todos aquellos que para ella representaban el mal. Hombres despiadados, mujeres que maltrataban a sus hijos, violadores, asesinos, personas deshonestas. Una larga lista de pecados. Se había convertido en un ángel exterminador y disfrutaba con su trabajo.
Al conocer a Hannah, una niña muy luminosa, concibió la idea de regresar de nuevo, pero esta vez lo haría de una forma distinta. Para ello necesitaba que la persona que la iba a albergar tuviera varios dones muy difíciles de encontrar. Hannah los tenía.
Durante un tiempo maduró su plan. Se lo tomó con calma. Hannah era perfecta, salvo por un pequeño detalle. Su personalidad era muy fuerte y le costaba muchísimo luchar contra ella. Hannah no confiaba en Eris y ese era el primer paso para conseguir regresar a la vida. Su confianza ciega y absoluta.
Hannah llegó a sentir miedo por ella con el paso del tiempo y su vínculo entre ellas se debilitó. En esas condiciones le era imposible renacer.
Sólo cuando llegó Anissa, tan luminosa como su madre, Eris recobró las esperanzas. Y al fin había dado resultado. La niña era mucho más perfecta que Hannah y esta vez, al encarnarse, supo que había merecido la pena la espera.
En esta nueva vida, tras el complicado ritual que había tenido que hacer y en el que peligró la vida de la pequeña Anissa, Eris había logrado lo que siempre buscó. Poseer un nuevo cuerpo con todas las habilidades que siempre había tenido. En eso no había sido sincera con Aaron. Cuando le dijo que sus dones eran bastante escasos, había tenido que mentirle. ¿Cómo reaccionarían al saber que era casi omnipotente? Que era lo más parecido a un Dios y podría destruirles con uno solo de sus pensamientos.
Había tenido que mentir, pero no era la única mentira que les había contado.
Para renacer había tenido que utilizar una parte de la esencia vital de su hija y ella dejó en la niña lo que podría calificarse como una especie de residuo que acabaría por consumirla. Anissa no llegaría a vivir mucho tiempo con la semilla de Eris en su interior, pero ¿acaso había otra forma de hacerlo?
—No — se dijo, salvo que su nuevo cuerpo muriera, no la había.
—Cuando Anissa muera —dijo Eris —, me tendrán a mí.
Entonces sería la verdadera hija de Hannah.

•••

La fiesta de Navidad se iba a celebrar en el teatro del colegio. Muchos padres, ansiosos por ver actuar a sus hijos llenaban ya el pabellón.
Todo el teatro había sido decorado durante las últimas semanas por todos los alumnos, ayudados por sus profesores. Los más mayores se habían encargado de la colocación de las distintas luces y las cintas y lazos de colores que colgaban del techo.
Los pequeños se encargaron de la decoración de puertas, paredes y ventanas, dando al conjunto un alegre ambiente navideño.
Hannah esperaba afuera cuando Aaron llegó con Iris.
Ambos estaban muy elegantes, tuvo que reconocer Hannah con cierto orgullo, pero Iris estaba deslumbrante con su nuevo vestido. Era una niña realmente bonita, estaba encantada de que hubiera cambiado y sabía que se esforzaba por portarse bien.
Aaron estaba un poco nervioso, ese tipo de eventos le alteraba más de lo que estaba dispuesto a reconocer y Hannah, contagiada por su nerviosismo no atinaba a encontrar los asientos que les habían asignado.
—Son estos —dijo, mientras corría entre las filas de butacas consultando los números —99, 100 y 101.
Ella se sentó en el numero cien,  en medio de los dos.
"Justo en medio de papá y mamá ". Pensó, sintiéndose feliz.
Primero actuaron los niños de tres y cuatro años, disfrazados de distintos animales, mientras su profesora les guiaba para que dijeran sus frases y para que todos juntos y agarrados de la mano, saludaran a los espectadores al finalizar su función.
A continuación le tocó a la clase de Anissa. En este caso los niños iban a recitar un corto poema.
Cuando Anisa subió a una tarima que había en el centro del estrado y vio que todo el mundo la estaba mirando, de repente sintió un pánico terrible y se quedó callada, con la vista fija en el suelo.
Su profesora estaba a punto de subir para ayudarla, cuando la niña escuchó una voz en el interior de su cabeza.
—Animo hermanita, tú puedes hacerlo.
La niña sonrió. Era la voz mágica de Iris que le daba ánimos. Anissa levantó la vista, cogió aire y recitó su poesía cantada.

Cuando la noche es oscura,

y la luz no brilla.

Cuando mamá esta triste,
y papá también,
y nadie sabía sonreir.
Llegó ella,
Saliendo del espejo
nos hizo reir
y nos trajo la felicidad.
Iris nos dijo
que la llamáramos,
pero yo sé cual es
su nombre de verdad.
Hermana.
Mi hermana y yo
la quiero de verdad.

Todo el mundo estalló en aplausos. Anissa tenía una dulce vocecita y no se había equivocado en ninguna letra.
Iris parpadeó dos veces, tratando de esconder las lágrimas que anegaban sus ojos.
Hannah miraba a su hija con orgullo. No les había contado que en el último momento decidió cambiar la letra de su canción por otra compuesta por ella misma y dedicada a Iris. Había sido un regalo maravilloso.
—¿Te ha gustado, Iris? —Le preguntó, Aaron, pero esta no dijo nada.
En su mente había una sola idea, una idea que había empezado a cuajar cuando la noche anterior, las dos niñas cantaron juntas las canciones de la película Mary Poppins.
Y la idea era:
¿Cómo salvar a Anissa?

Y la idea era:¿Cómo salvar a Anissa?

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Hannah. El despertar. (Terminada)Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt