30. La verdad

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—¿¡Cómo que es Eris!?—Gritó Aaron incorporándose en la cama.
—No grites, despertarás a las niñas —le dijo, Hannah. Hacía ya un rato que todos se habían acostado después de pasar la velada cantando y riendo al son de las canciones de la película.
—¿Cómo que es Eris? —Repitió en un tono más bajo.
—No me preguntes cómo, porque no lo sé. Apareció sin más.
—¿Apareció sin más...?
—Te repites, cariño —dijo ella.
—No lo entiendo, se supone que Eris era un demonio, malvada y dañina, no esa niña dulce que hace un rato cantaba canciones junto a nuestra hija.
—Ha cambiado, Aaron. Ahora es distinta.
Hannah tampoco tenía ninguna explicación para ello.
—¡No sé cómo puedes estar tan tranquila! ¡Esa cosa está durmiendo ahí al lado! ¿Y si nos asesina a todos por la noche?
—No lo hará. Creo conocerla mejor de lo que suponía. No es tan malvada como aparentaba ser.
—¿No? ¿Podría ser peor? ¡Deberíamos echarla de esta casa inmediatamente...!
—Si ella no decidiera irse, créeme, no podrías echarla.
—Con eso me das aún más la razón,  Hannah. No es humana, no es una niña, no sé lo que es, pero si lo que podría ser. Podría tenerte engañada esperando el momento propicio para actuar.
—Sí hubiera querido hacernos daño, ya lo habría hecho, a tenido tiempo de sobra para hacerlo.
—Me pones los pelos de punta...¿Y qué quiere? ¿te lo ha dicho?
—Sólo quiere comenzar de nuevo.
—¿Aquí con nosotros? —Aaron no salía de su asombro.
—No conoce a nadie más. Ya has visto las buenas migas que ha hecho con Anissa. Parecían hermanas.
—Sí, la bella y la bestia.
—No exageres, Aaron. Se va a comportar. Me ha dado su palabra —Hannah intentaba por todos los medios convencer a su marido.
—¿La palabra de quién? ¿Quién...qué es en realidad?
Hannah le miró comprensiva. Sabía que él no podía entender el vínculo que había entre las dos. Ella la comprendía, en lo más profundo de su alma sabía que hacía lo correcto.
—Tenemos que darle una oportunidad, Aaron. Creo que se la merece. Ella me protegió en muchas ocasiones.
Aaron siempre se había sentido desarmado ante su mujer. Ella guardaba tantos y tan oscuros secretos que nunca se había atrevido a indagar en ello. Ahora le pedía que confiara en ella, alojando en su casa lo que durante muchísimo tiempo, más había temido.
Él cerró los ojos un momento y respiró hondo para tranquilizarse.
—¿Estás más tranquilo? —Le preguntó ella.
—No. ¿Pero que puedo hacer al respecto?...Hannah, ¿Estás completamente segura de lo que estás haciendo?
—Sí,  Aaron. Nunca he estado más segura en toda mi vida. Tu la has visto. Quiere agradarnos, en realidad es una niña indefensa que no sabe ni quién es, ni dónde está. Por eso se comportaba con violencia. Era su forma de enfrentar al miedo. 
—Pe...pe...pero, no sabemos nada de ella, ni siquiera lo que se supone que es.
—No, no lo sabemos, pero sí sabemos que necesita nuestra ayuda. ¿Vamos a negársela?
Hannah había vuelto a ocultarle información a su marido. No le había dicho nada de por qué estaba Eris, realmente allí. Ni tampoco pensaba contarle nada sobre Jason Lowe, menos que aún seguía vivo e iba contra ellos. Serían demasiadas preocupaciones para el pobre Aaron.
—Está bien —aceptó al fin, Aaron —No estoy conforme con todo esto, pero confío en ti, Hannah, siempre lo he hecho.
—Y yo te lo agradezco.
Se sentía culpable por tantas mentiras como le había contado y sobre todo porque él confiaba en ella porque la quería. Algún día se acabarían los secretos entre los dos, se prometió.
—Mañana le diré que lo sabes y que quieres que se quede con nosotros —dijo Hannah.
Aaron asintió.
—Voy a tomar un vaso de agua —dijo él —,  tengo la garganta seca.
Se levantó de la cama, se puso el batín y luego salió de la habitación. Decidió no encender la luz del pasillo para así no despertar a su hija y a esa...a Iris. Tenía que recordarse en llamarla por su nombre, si es que tenía nombre.
—Lo tengo, Aaron. Me llamo Iris, ahora.
Aaron se sobresalto y tuvo que agarrarse a la barandilla para no caerse.
—¿Que diablos haces aquí? —le preguntó a la chica que seguía sentada en el primer escalón de la escalera que bajaba a la planta inferior.
—No podía dormir y decidí bajar a beber agua —dijo ella.
—¿Has leído mi pensamiento?
—No lo hice adrede, simplemente oigo todo lo que pensáis. Te escuché hablar de mí. No soy ningún monstruo, Aaron. Aprecio mucho a Hannah y necesito su cariño...y también el tuyo. Nunca he sabido lo que es amar, hasta que la conocí a ella. Tiene un corazón muy bondadoso.
—Yo..yo...no quise decir esas cosas de ti, pero compréndelo. Hasta hace muy poco, poblabas las pesadillas de Hannah. ¿Cómo sé que has cambiado?
—Tienes razón, Aaron. Es natural que desconfíes. Amas a Hannah y quieres protegerla y eso está muy bien. Lo único que puedo hacer para convencerte es demostrártelo.
—Pues demuéstramelo, Iris. No hay nada en este mundo que me importe más que mi mujer y mi hija. Demuéstrame que puedo confiar en ti. Acompáñame, tomemos ese vaso de agua.
Aaron la tendió la mano. Ella le miró con sorpresa y luego se agarró a ella para ayudarse a levantarse. Bajaron agarrados de la mano, como un padre y su hija, hasta la cocina. Una vez allí, Aaron llenó dos vasos de agua y le ofreció una a ella.
Iris no apartaba la vista de él, sentía algo muy raro, su corazón palpitaba acelerado y notaba un vacío en su estomago, era una sensación desconocida para ella, porque al mismo tiempo, le gustaba.
Aaron también la miraba. Mil ideas pasaban por su mente, pero no quería pensar en ninguna de ellas, sabiendo que la niña podía escucharlas. Se concentró y logró pensar en una sola cosa: confiaré en ti, iris, no me falles.
—Gracias, Aaron. No lo haré.

 No lo haré

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Hannah. El despertar. (Terminada)Where stories live. Discover now