40. Noche de luz

135 34 3
                                    

Al día siguiente, Iris se encontraba bastante mejor, pero Hannah no la dejó levantarse hasta la tarde para que no cogiera frío. Anissa estaba impaciente por colgar los calcetines del árbol de navidad.
—¿Por dónde entrará Santa Claus? —Preguntó la niña —.  En casa no hay chimenea.
—No la necesita, Anissa. Ya sabes que puede hacer magia.
—Como tú.
—Sí, como yo. ¿Quieres ver magia de verdad?
—¡Sííí!
—Llama a papá y a mamá y haré magia. Os gustará.
Anissa corrió a avisar a su padre y a su madre y volvió al cuarto de Iris con los dos.
—Hannah, apaga la luz y sentaos en la cama todos. Vais a ver algo mágico.
Hannah obedeció y luego se sentó a los pies de la cama junto a su marido y a su hijita que observaban a Iris emocionados.
Una luz de un azul eléctrico brilló en los ojos de Iris cuando esta se concentró. Luego la luz la fue envolviendo por entero hasta formar una segunda piel sobre ella. Era una luz muy potente y parecía variar de tono, pues al cabo de unos segundos adquirió un color violáceo para luego pasar a un rojo muy fuerte.
—¿Qué es eso, Iris?
—Estáis viéndome a mí. Yo soy así en realidad. Es mi alma.
—¡Es precioso! —dijo Hannah —¿Es cómo el aura?
—Sí. Todos los seres vivos tienen una, pero para vosotros, los humanos, es invisible. Tan solo algunas personas pueden llegar a verla.
El aura había cambiado a un color naranja muy intenso, toda la habitación resplandecía con su luminosidad.
De repente Iris se volvió a acostar, pero su aura se quedo allí, flotando en el aire y desplazándose alrededor de ellos. La voz de la jovencita resonó en sus mentes, les hablaba telepáticamente.
El universo es luz y color y muchas fuerzas compitiendo las unas contra las otras en perfecta armonía, es oscuridad y frío, pero también claridad y calor, es la suma de los opuestos, es todo y nada.
El aura de luz volvió a penetrar en el cuerpo de Iris y poco a poco fue extinguiéndose.
Anissa estaba con la boca abierta y Aaron tenía el asombro pintado en su semblante.
—Eres realmente preciosa, Iris —dijo Hannah —. Eres pura luz..
—Gracias, Hannah. Ahora, Anissa y yo colgaremos los calcetines, antes de que venga Santa Claus.
Anissa aplaudió. Aquella si que era una hermana mágica.
Una vez colgaron los calcetines en el árbol de navidad y encendieron todas las luces, Anissa e Iris cantaron un bonito villancico: Noche de paz y Hannah y Aaron las acompañaron.
La cena se sirvió un poco después. Hannah había hecho un asado con una salsa especial que hizo las delicias de todos. Para beber, Aaron había abierto una botella de Moet Chandon y lo sirvió en dos copas,
Iris sonrió al ver que colocaban una copa a su lado.
—Solo un sorbito que estás tomando medicamentos—le dijo Hannah sonriendo a su vez—, hoy es un día especial y además Iris no es una niña, en realidad tiene mas años que todos nosotros juntos.
Cuando terminaron de cenar, Aaron les dijo a las niñas que tenían que subir a acostarse.
—Si no os dormís pronto, Santa Claus no vendrá.
Hannah subió con Anissa para acostarla y los demás subieron después para darle un beso de buenas noches.
—Ahora tú, Iris —dijo Aaron.
Hannah le cogió del brazo.
—Déjala estar un rato más con nosotros. Ha estado acostada todo el día y además...
—Lo sé —reconoció —. No es una niña.
—Pues no.
Bajaron de nuevo al salón y se sentaron en el sofá, Iris se había colocado en medio de los dos. Hannah la había abrigado con una manta.
—¿Estás contenta? —Le preguntó.
—Sí, mucho. Es mi primera navidad.
—¿Nunca la habías celebrado antes? —Quiso saber, Aaron.
—No, nunca había tenido la suerte de estar con una familia. Sois unos padres maravillosos. Anissa tiene mucha suerte de teneros.
—¡Y tu ahora, Iris!
—Sí, yo también —su tono de voz, un poco triste llamó la atención de Hannah.
—¿Qué es lo que te sucede, Iris?
—No lo sé. Creo que tengo miedo de toda esta felicidad. Miedo de que se termine de repente.
—Es natural —contestó Hannah —,  cuando una cosa se desea de todo corazón y consigues alcanzarla, siempre queda la pequeña zozobra de poder perderla. Pero no tienes de que preocuparte. Nosotros no te defraudaremos como hicieron todas esas personas a las que conociste.
—Eso ya lo sé, Hannah. Por una vez en mi larga y triste vida, he conocido lo que siempre he anhelado: unas personas como vosotros.
Aaron le pasó un brazo por los hombros y la apretó contra él. Viendo lo reticente que era tan sólo unos días antes, Hannah se maravilló del cambio que había experimentado su marido. Iris había conseguido ganárselo, pero no usando trucos ni invadiendo su mente, sino mostrándose tal cual era.
A estas alturas Hannah estaba completamente convencida del esfuerzo que había hecho Iris por cambiar. No pensaba, como al principio, que todo pudiera deberse a una sutil artimaña muy del tipo de Eris, para manipularles. No, había cambiado de verdad, se había vuelto vulnerable, había mostrado sus miedos y sus puntos débiles y eso era jugar limpio.
"Se ha vuelto más humana", pensó Hannah.

 "Se ha vuelto más humana", pensó Hannah

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Hannah. El despertar. (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora