12- La clínica

251 44 5
                                    

Hannah no se lo tomó bien al principio. Le era impensable dejar a su hijita después de lo sucedido, pero las palabras de Jack McGray, pensadas con razonamiento y expresadas con el corazón, poco a poco fueron ahondando en su mente.
Eris podía...no, quería hacerle daño a Anissa y se lo haría a través de ella. No podría evitarlo y no había forma posible de impedírselo.
Si debía abandonar a sus seres queridos para protegerlos, lo haría.
La clínica donde pensaban llevarla, estaba a tan sólo dos horas en automóvil de su casa. Pertenecía a la universidad en la que Howard Mansfield daba clases. Un amigo suyo, el doctor Elías Stapleton, era el director de la clínica.
En realidad se trata de un psiquiátrico, se dijo Hannah. Un lugar donde podrían estudiarla, como ya hicieron de pequeña con ella. Un sitio donde exprimirían su mente, tratando de arrancarle el mal que llevaba dentro.
No le habían creído. Eso estaba claro. Pero si su familia estaba en peligro, lo mejor era alejarse de ellos. Así  comprenderían que Eris, no era invención suya.
—No será una separación muy larga, Hannah —le dijo el padre McGray —.  Tan solo un par de semanas a lo sumo.
—¿Cuidarás de mi hija y de mi marido?
—Te lo prometo, Hannah. Nada malo les ocurrirá.
—No deberías prometer cosas que no puedes cumplir, Jack. Ninguno me ha creido, pero te aseguro que Eris es real y peligrosa.
—Yo si te creo. Me he enfrentado al maligno en muchas ocasiones y nunca he visto nada parecido a esto, pero me pareció una buena idea que estuvieras en un lugar donde pudieran...
—¿Vigilarme?
—Protegerte —rectificó el sacerdote.
—Soy una amenaza incluso para mi propia familia.
—No, Hannah. Tú no eres la amenaza. Eris, sí que lo es. Por eso debemos alejarla de ellos...
—¿Y si Eris no estuviera ya dentro de mí? Siento algo en mi pecho, como un vacío.
—¿Crees que pudo haber salido?
—No lo sé, aunque lo que sí sé, es que hay algo extraño en todo esto. ¿Por qué se llevó a Anissa para luego devolverla una hora después?
—Sé lo que piensas y te digo que no...Eris no está dentro de Anissa.
—Eso espero, padre —Hannah lo deseaba de todo corazón. Aunque tuviera que llevar ese estigma dentro de ella toda la vida —. Eso espero.

...

Las instalaciones eran muy modernas, la habitación que le había sido asignada, en la primera planta del sanatorio, tenía todas las comodidades que Hannah hubiera podido imaginar. Televisión por cable, un cuarto de baño individual que rivalizaría con el de un hotel de cinco estrellas. Era espaciosa y muy luminosa y a través las ventanas podían verse las magníficas vistas de un espeso bosque que rodeaba todo el recinto. El personal de la clínica era muy simpático y eficiente. Parecía más un spa de alto standing que un psiquiátrico, porque eso es lo que era a pesar del lujo y las sonrisas.
Un lugar de dolor, se recordó Hannah.
Nada más entrar, una enfermera se ocupó personalmente de ella. Le explicó, muy por encima el funcionamiento del hospital y sobre todo le enumeró las cosas que bajo ningún concepto debía hacer.
—Este lugar es un sanatorio mental —le dijo la enfermera, cuyo nombre, Hannah no había podido recordar —.  Hay enfermos que por su gravedad deben estar encerrados en sus habitaciones y otros, que a pesar de no ser tan...ejem... alienados, si pueden en ciertos momentos resultar...¿como lo diría...?
—¿Peligrosos? —Inquirió, Hannah.
—No tanto como eso, pero si molestos...¿No sé si me entiende?
—Lo comprendo perfectamente. Lo que me está sugiriendo, en otras palabras, es que intente evitar la compañía de los demás enfermos,  ¿verdad?
—En cierto modo sí...Me han dicho que está usted aquí para hacerse unos diagnósticos.
Hannah comprobó que la verdad, la auténtica verdad no debería de conocerla casi nadie, tal y como habían acordado.
—Y qué es amiga personal del profesor Mansfield —continuó la enfermera.
Hannah asintió.
—¿Le conoce? -preguntó a su vez Hannah.
—¿Al profesor? ¡Oh, sí! He tenido el placer de ser alumna suya en la universidad. Es un magnífico profesor. Una persona increíble y excepcional.
—¿Asistió a la universidad con él?
—Sí, no me perdí ni una sola de sus clases de filosofía... Era como estar delante de un Aristoteles o de un Platón...¿no sé si me entiende?
—Me hago una idea —Hannah sospechó que muchas de sus alumnas deberían haber estado locas por él. Aún era bastante apuesto a pesar de su edad y de joven, tuvo que ser un auténtico galán.
—Buuueno —suspiró la enfermera —.  Si necesita cualquier cosa y digo: cualquier cosa. Sólo tiene que preguntar por mí.
—Muy agradecida...
—Blanche, me llamo Blanche Higgins.
—Pues gracias de nuevo, Blanche. Yo soy Hannah.
—Sí, lo sé...Recuerde: evite los pasillos y si quiere, haga que le traigan la comida a su cuarto. El comedor, a veces, es un sitio muy deprimente. ¡Pobrecillos!
—Sí, lo haré...
Blanche, salió y Hannah procedió a desempaquetar la pequeña maleta que había traído. En ella solo traía una muda limpia de ropa, un par de libros que siempre había querido leer y que nunca había hecho y poco más. El cepillo de dientes, el móvil, un peine y una fotografía de Aaron y de Anissa, los colocó sobre la mesilla de noche que había junto a la cama.
Les iba a echar de menos, nunca se había separado de su hijita desde que nació. Ella también la iba a extrañar, pero sabía que Aaron haría lo que hiciera falta para cuidar a su hija y además...tan sólo iban a ser un par de semanas.

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
Hannah. El despertar. (Terminada)Where stories live. Discover now