17.

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Reincorporar al pequeño Simon a su antigua escuela, fue algo complejo. Pues, apenas Simon se quedó sin madre, Alec lo acogió en sus alas y Simon no volvió a pisar la escuela. De eso, hace seis meses. Y, seis meses de no ir, perdió el año escolar.

Pero por obra y gracia divina de Alec −alabado sea el angelito−, Simon pudo volver a la escuela. El cazador se las arregló para que Simon presentara exámenes de equivalencia para que así terminara el año que cursaba y pasara al siguiente.

Fue un éxito, más aún porque Simon es un nene muy estudioso e inteligente y pasó los exámenes con notas eximidas.

El primer día de clases, Magnus y Alec llevaron al brujito al instituto. Simon apreció y atesoró el gesto.

Cuando Simon llegó de clases, se prendió como radio fiado, hablaba hasta por los codos de lo emocionante que fue ése día. Ha pasado ya un mes, y Simon seguía radiante, hablando y hablando de las cosas que siempre aprendía, y, sobre cierto profesor de historia que era tan amable con él. Aquellas conversaciones con Alec sobre dicho profesor no hacían más que fruncir el ceño de cierto cazador rubio. Y eso, no pasaba desapercibido para Alec.

El maligno Nefilim se regodeaba en la molestia de Jace, felicitándose mentalmente porque iba llegando a su parabatai, lentamente.

Ya bastantes quejas de Jace ha escuchado, unos "Ya tenía suficiente con que a Simon le agradara Santiago, ahora tengo que soportar las alabanzas al estúpido profesor." eran dichos por el rubio religiosamente todos los días en el despacho del ojiazul.

Alec se reía de los estúpidos celos inconscientes que emanaban del rubio.

Pero esos celos no los notaba Simon.

–¿Es que en serio no puede hablar de otra cosa que no sea el estúpido profesor? – se quejó Jace, a su lado, en una misión.

Alec rodó los ojos. –Jace, no creo que sea buen momento para discutir eso.

–No, no. Sí es buen momento para discutirlo.– refutó. – Es que no entiendo qué es tan admirable en ése mundano.

–Ni siquiera lo conoces y ya estás hablando mal de él. – comentó quedamente mientras fijaba su vista en el objetivo.

–Claro que lo conozco. – rugió.

Alec, se quedó sumamente quieto ante ésas palabras. Miró por encima de su hombro a Jace que estaba atrás suyo. –¿De dónde conoces al Profesor Ward?– preguntó.

–Fui a su estúpida clase hace dos días.

Al ojiazul se le disparó de las manos la flecha y terminó matando al objetivo.

Pero el hecho de que hizo todo lo contrario a lo planeado: Seguirlo, capturarlo e interrogarlo, ya no le importó. Se volvió bruscamente hacia Jace y le miró ácidamente, haciendo al rubio, que amaba su vida y su hermoso rostro, dar valientemente un paso atrás.

–¿¡Tú, qué!?

–Fui a su clase. – dijo, ya no tan seguro, dando de manera sabia otro paso atrás.

–¿Por qué demonios lo hiciste?– se fue acercando a Jace de manera lenta, pero con el enojo brillando en sus luceros.

El rubio hizo una mueca. –Simon me comentó sobre un único inconveniente en su reingreso a clases.

Alec frunció el ceño. ¿Por qué, si hay un problema, Simon le diría a Jace y no a él? Se negaba a creer que era porque su pequeño amaba al rubio. Se cruzó de brazos, de manera tensa. –¿Qué clase de inconveniente? – rugió.

Jace suspiró. –Bueno, promete me que no le dirás a Simon que traicioné su confianza al decirte esto. Simon me dijo que no te lo dijera porque conociéndote haces arder Troya y tomarás a Simon, lo esconderás y no dejaras que salga más nunca por el resto de tu existencia, porque eres un demente sobre protector con Simon. ¿Entendido? – Alec asintió, aún con sus brazos cruzados y su ceño fruncido. – Hay un idiota que es compañero de Simon, y éste tarado andaba acosando a Simon. – Alec abrió con sorpresa sus furiosos ojos, y antes de despotricar nada, Jace aclaró. – No sexualmente, de ser así, ya hubiera matado al mal nacido. – Alec se permitió relajarse ante lo dicho, sólo un poco.– Éste imbécil, molestaba a Simon desde el primer día, burlándose de que Simon se quedó huérfano y que está ahora con una pareja de maricas. Siempre insulta a Simon, lo ridiculiza, lo molesta, un par de veces lo golpeó. Me enojé muchísimo al respecto, así que fui hace dos días a la escuela de Simon y encaré al estúpido Maestrucho y le dije lo incompetente que era al cuidar de Simon dejando pasar tantos malos tratos, ¿Y sabes lo que me dijo el imbécil?. "¿Tú eres Jace?". – dijo tratando de imitar la voz del profesor con fastidio. – No me resistí, y le di un puñetazo por idiota. En plena clase. Salí de ahí y busqué al mocoso, y lo encontré en la cafetería, lo agarré de las solapas de su chaquetita y me lo llevé a un callejón a dos cuadras de ahí. Le di la coñiza de su vida. Le dije que si apreciaba su patética y despreciable existencia dejara a Simon en paz. Sino, iba a lamentar el día en que nació. Y ésta mañana Simon me dijo, de manera radiante, que ése idiota ya no lo molestaba desde entonces, es más, evita acercarse a él. – dijo con orgullo y sus dorados ojos brillaban de manera especial, al recordar cómo Simon le dijo aquello en la mañana.

Alec lo notó, y no evitó sonreír ante ello.

Todo iba por buen camino.

Y, después de seis meses, abrazó con cariño a su parabatai.

–Gracias, Jace. Protegiste a mi pequeño cuando no estuve para él. Significa mucho. – se sinceró.

Jace, después de seis meses, sintió como su vínculo con Alec se relajaba.

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