6.

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Lo que no se esperaba Alec, horas más tarde. Era a la insufrible pingüino reclamándole.

–Manten al mocoso lejos de Jace. – le soltó bruscamente apenas entró bruscamente al despacho, sí, todo a lo brusco porque no hay ni una pizca de delicadeza en ella.

Alec la miró mal.

 –¿Por qué debería?

–Porque lo quiero lejos. – escupió enojada.

–Púes, déjame decirte, Clarissa. No estoy interesado en complacerte. – dijo palabra por palabra mirando de nuevo los papeles en su mano.

Clary gruñó.

 –No me hago responsable de las consecuencias.

Alec entendió la amenaza, claro que lo hizo. Sin más Alec se paró de su silla y rápidamente agarró a Clarissa del cuello y la estampó contra la pared, haciendo que ésta se quejara del dolor.

–Mira, estúpida. A mí no me vengas con amenzas. No me conoces enojado, y te sugiero que no lo hagas. Porque te irá mal. Si te vuelvo a escuchar lanzando amenzas a Simon en mí cara, te mataré. – ella iba a replicar pero Alec no la dejó hablar, puesto que la sacó a patadas de su despacho y azotó la puerta luego de hacerlo.

Soltó un gruñido. ¿Cómo se atrevía la maldita a amenazarlo?.

Recogió todos sus papeles, salió del despacho. Cerró con llave y bajo unas cuantas runas y se dirigió a la sala de armas, dónde, probablemente estaría Jace con Simon. Y no se equivocó.

Se acercó a Simon y le espetó: «Nos vamos.»

El pequeño, que estaba embelesado mirado a Jace explicarle datos acerca del cuchillo serafín, volteó a verlo.

 –¿Por qué tan pronto?

–Porque una perra, – recalcó la palabra "perra" llamando la atención del rubio. – me ha hecho enojar, y, por más que me encantaría quitarle la cabeza, no puedo. Así qué, para contenerme, me voy, nos vamos.– relató con enojo. Enojo, que Simon sabía, no iba dirigido a él.

Se encogió de hombros y le guiñó a Jace.

 –Nos vemos, luego me sigues explicando.

Y sin más, se fue siguiendo a Alec. Dejando a un sorprendido Jace en la sala de armas.

De camino a casa, Simon suspiró enamorado, y Alec no pudo evitar preguntar.

–De todos los cazadores de sombras que hay en New York, ¿No te pudiste enamorar de uno que no tuviera novia, y que ésta sea una maldita loca, su hermano un maldito trastornado y su padre un sociopata?

–¿Clarissa tiene un hermano?– parpadeó impresionado.

–Eso no importa.– se quejó Alec.– El punto es: ¿No te pudiste enamorar de otro?

–Yo qué sé, sus ojos furiosos me cautivaron. – dijo con simpleza el más joven retirándose a su habitación.

Alec bufó irritado.

Dirty Thoughts.Where stories live. Discover now