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Mi cuerpo se desvanecía en el suelo, era tan ridícula ésta situación.

No sabía que más hacer. Sentía que todas mis esperanzas estaban muriendo conmigo. No lo hice a tiempo. No pudieron rescatarme. No volvería a ver a Ethan o mi pequeña Christina. No volvería a ver los ojos del amor de mi vida, ni los de mi hija. Se había acabado.

Sentí los brazos de Tailer tratando de levantarme del suelo, lo cual no le costó ningún trabajo, ya que estaba tan débil que no pondría ninguna resistencia.

Sólo sentía el caminar de ese hombre al que alguna vez quise y los cambios en la iluminación en mis ojos. De un momento a otro ya estábamos fuera de ese maldito restaurante y escuchaba la puerta de un auto abrirse. Abrí con mucha dificultad mis ojos y descubrí que estaba dentro de un auto. Claro, Tailer no tenía por qué volverse a negar a conducir si ya había recordado lo de la muerte de mi hermano.

Con la visión borrosa noté como Tailer salía del restaurante y sacaba algunas cosas del lugar.

Cuando ya todo estaba acabado y mis ojos iban cerrándose lentamente, escuché unas sirenas a lo lejos, lo cual alerto a Tailer, que rápidamente trato de esconderse detrás del auto.

Una voz que se me hizo familiar se acercaba.

Era Ethan.

Me obligué a mantener los ojos abiertos por un momento más, me incorporé y me senté en el auto, mientras sostenía mi abdomen que sangraba sin parar. Mi cabeza no lograba enfocar lo que pasaba, pero divise a Ethan sosteniendo con una mano a Mitchelle y con la otra apuntaba a la cabeza de ésta. La policía se escuchaba más cerca, sólo quería que todo acabara.

Tailer retaba a Ethan y lo ví tan débil como yo, así que en un descuido soltó a Mitchell, ella huyó, pero Ethan no dejaba de apuntar el arma a Tailer.

Se escuchaban gritos por parte de ambos, y lo único que puede descifrar fue cuando Tailer gritó:

-Bien, si me iré a la maldita cárcel, no me iré sin hacer algo que quise hacer bastante tiempo, adiós imbécil.

Y antes de que Tailer levantara el arma, acumulé las fuerzas que tenía, corrí afuera del auto y me abalancé sobre Ethan. Sólo sentí como otra bala se introducía a mi cuerpo, está vez a mi pecho.

Lo último que pude ver con mis ojos llorosos fue la cara de horror de Ethan, no hacía ningún gesto, estaba paralizado.

-Te amo, cuida a- nuestra bebé.

Fue lo último que pronuncié antes de caer en la fría acera y cerrar mis ojos para siempre.

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