¿Nuevo hogar?

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A Alexander solo le quedaba acostumbrarse a su vida en una celda, a los pocos minutos encerrado ya estaba pensando en lo que haría; tal vez cuente los días encerrado, o dejarse morir por el hambre, ¿le iban a dar comida verdad? es decir, era un prisionero, ¿qué pasa si moría de todos modos esa misma noche por el frío? tal vez la única solución era morir joven.

—Deja de pensar en esas cosas, Hamilton...— se dijo a sí mismo en un intento para relajarse y dejar de ser tan paranoico.

En un instante se prendieron unas velas afuera de su celda, iluminando dentro de esta y también un poco del pasillo. "Al menos me dan luz por la noche" pensó Hamilton, asumiendo que el que prendió las velas era la malvada bestia de hace unos minutos.

Se sentó en la incómoda cama que llevaba dentro de la celda, estaba fría y dura, y la madera estaba podrida, Alexander juraba que si se acostaba en ella esta iba a colapsar. Hizo una nota mental en dormir en el suelo.

—Perdone mi intromisión, Monsieur— dijo alguien en el pasillo. Alexander trata de ver el portador de la voz pero revisa el pasillo y no hay nadie, lo cual lo deja demasiado confundido. Se escucha la palanca moverse y lo siguiente que Alexander podía ver era que la puerta de la celda se había abierto.

Esto dejó algo desconcertado al hombre, pues sin duda la puerta estaba abierta y podía salir de la prisión pero después de los últimos acontecimientos es difícil confiar incluso en lo que ves. Alexander agarró la vieja silla de madera que se encontraba al lado de la cama y empezó a caminar lentamente a la salida de la celda, preparado para golpear a quien sea que esté ahí con la silla.

—Oh... Monsieur, he venido a escoltarle a su habitación.

—¿Mi habitación? Pero pensé...

Alexander revisó el pasillo pero no encontró a nadie.

—¿Habla sobre "Cuando esta puerta se cierre, no se abrirá nunca jamás"? No te preocupes mon ami, él se pone dramático aveces. — Alexander finalmente encontró al dueño de la voz y era nada menos que un pequeño hombrecito de bronce que se balanceaba (tratando de no caerse) agarrado de la palanca, y cabe mencionar que también tenía una vela prendida como sombrero, y otras dos como reemplazos de sus manos. El hombrecito vela le saludó agitando la vela que tenía como mano derecha.

— Hola. — Alexander lo golpeó con la silla de inmediato, dejándolo al hombrecito vela en el suelo, y también la silla de madera quedó totalmente destrozada.

—Ah, eres muy fuerte. Tienes suerte de que soy de buena calidad. — el hombrecito vela se levantó del suelo, alejando los pedazos de madera de la silla de él y limpiándose un poco.

— ¿Qué eres? — preguntó Alexander, obviamente asustado.

— ¡Yo soy Lafayette! — respondió la vela.

— Puedes hablar. — mencionó Alexander más como un hecho que como pregunta.

— Por supuesto que puede hablar, incluso aveces rapea. — dijo un reloj de manto que con dificultad iba subiendo los escalones. Por alguna razón llevaba una bandana azul amarrada a su parte superior. Cuando llegó al último escalón se dirigió a la vela que se había presentado a sí mismo como Lafayette. Alexander todavía no podía creer lo que le estaba pasando. — Laffy, como jefe, te ordeno que lo pongas inmediatamente de vuelta a su celda.

— ¡Hercules, Mon ami! — dijo Lafayette, acercándose al reloj para susurrarle de cerca. —¿Qué es lo que quieres ser por el resto de tu vida? ¿Hm, un humano o un reloj de manto?— Alexander no podía escuchar lo que le dijo pero parecía que lo estaba regañando por algo. Lafayette volvió a mirar a Alexander, dejando al reloj sin palabras. — ¿Listo, señorito?, debe de perdonarme estas primeras impresiones, espero que no se encuentre muy sorprendido. — dijo la vela yendo bajo las escaleras con el reloj, dejando a Alexander con la única opción de seguirles.

La Bella y La Bestia | LamsWhere stories live. Discover now