Alexander Hamilton

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Alexander salió de su pequeño hogar con los entusiasmos que siempre llevaba todas las mañanas para buscar algún nuevo libro. Llevaba un saco para sus compras del día y pasaba por los sucios caminos de su aldea, saludando a sus vecinos con un animado "Bonjour", el cual ellos respondían de igual manera. Escuchaba a las personas susurrar sobre él, pero su único remedio era ignorarlo, aunque al final ese método no funcionara.

—Bonjour— saludó Alexander al panadero que recién había salido de su negocio con una bandeja de pan recién horneado, como todos los días. Alexander sacó de los bolsillos de sus pantalones unas cuantas monedas y las depositó en la bandeja, para finalmente agarrar un pan y colocarlo en el saco que llevaba consigo. Por un momento, sonrió al ver la expresión que el panadero había puesto al ver lo que él había hecho, le causaba mucha gracia, pero romperse a carcajadas en la mañana y en pleno callejón no iba a ser bueno para él e incómodo para los demás. —Que tenga un buen día— dijo finalmente para seguir caminando.

—¡Bonjour Alexander!— saludó una voz a sus espaldas mientras caminaba, se volteó y sonrío al reconocer al señor que lo saludaba.

—Buenos días, Monsieur Jean— saludó acercándose al asno del señor dándole una de sus naranjas para que las comiera, el asno los comió agradecido— ¿se le olvida algo?

—Probablemente— sonrió el señor como siempre lo hacía —. Bueno, probablemente, ¡por qué no recuerdo qué olvidé!— Alexander rió ante su comentario. —Pero bueno, pronto lo recordaré— dijo el señor, mientras que Alexander ya hacia un gesto de despedida con la mano y seguía su camino —¿Que vas a hacer tú?— preguntó el señor antes de que perdiera a Alex de su visión.

—Leeré otro libro, ya sabes, Romance.— respondió Alexander desde lo lejos, después de haberlo dicho siguió con lo que iba a hacer.

—Uh, suena aburrido.

Alexander pasó por la pequeña escuela, los niños a esa hora ya empezaban sus clases, podía verlos como hacían fila para entrar al lugar. En cuanto los niños lo vieron empezaron a susurrar cosas entre sí, y como niños que eran no sabían disimularlo ni un poco. Decían "esa chica es extraña, sin duda" y cosas por el estilo, algo que el chico optó por ignorar, pero no evitó reírse al ver como su profesor los regañaba.

—Ese chico se ve distraído ¿no lo creen niños?— pudo escuchar al profesor decir, pero no se detuvo a decirle nada. Obviamente estaba distraído, ¡necesitaba otro libro que leer!

Caminaba sin parar, pero no andaba sin rumbo, sabía a dónde tenía que ir y que estuviera tan lejos aveces se volvía molesto. Escuchaba como todos se decían  "Bonjour", como todos los días. Señoras haciendo sus compras y señores abriendo sus negocios y vendiendo. Personas preguntando "¿cómo está su esposa?" o "¿como esta su familia?" era algo muy visto, para Alexander era lo mismo todos los días pero a los demás de esa aldea nunca se cansaban de hacer lo mismo todos los días. —Tiene que haber algo más que esta pequeña aldea— murmuró Alexander para sí mismo y empezó a caminar más rápido.

Después de tanto ajetreo que tuvo que experimentar en la aldea que apenas se despertaba, pudo llegar al pequeño lugar del bibliotecario. El lugar es pequeño y la puerta siempre estaba abierta para todo el mundo. —¿Qué libro vas a leer hoy, Alexander?— preguntó alegre el bibliotecario al ver quién era el que acababa de entrar, estaba en una escalera limpiando la ventana de su lugar. Alexander solo le sonrió y se acercó a la mesa de madera que tenía unos cuantos libros encima.

—Este, señor— dijo Alexander agarrando un libro de la mesa, hojeándolo.

—Alex, ¿vas a leer ese otra vez?

—¡No puedo evitarlo! ¡Es mi favorito! Lugares lejanos, caballeros, príncipes, magia...— empezó a fantasear pero fue interrumpido por el bibliotecario.

—Si tanto te gusta puedes quedártelo— ofreció

—Pero señor...— dijo Alexander, no del todo convencido con lo que le estaba diciendo.

—Yo insisto, Alex.

Los ojos de Alexander brillaron y se notó un pequeño rubor en sus mejillas, estaba realmente feliz —Gracias señor ¡Muchas gracias!

Alexander salió del lugar para dirigirse de vuelta para su hogar, pero esta vez fue sin apartar su vista del libro que llevaba en sus manos. Algo que realmente no cambió y no cambiará fue el hecho de que todos los aldeanos pensaran lo mismo sobre él.

—¡Ah! Mi parte favorita, aquí es donde conoce al príncipe encantador— balbuceaba Alexander sobre su libro mientras iba caminando a su hogar, no podía dejar de leer y se emocionó al llegar a su parte favorita de toda la novela.

—Míralo ahí, Jimmy— le decía Thomas a su amigo mientras señalaba a lo lejos a Alexander.

—Sí, es Alexander Hamilton— Dijo James al ver a quien señalaba Thomas —. Y mi nombre es James, no Jimmy— recalcó, creo que ya se lo decía por décima vez en el día.

Thomas olvidó lo último que había dicho y siguió hablando, con una sonrisa un tanto maliciosa en su rostro —Si lo ves por detrás, puedes confundirlo con una hermosa mujer— dijo sin apartar su vista del chico que caminaba distraído por la aldea leyendo un libro —Pero cuando lo ves de frente resulta ser un hombre con barba.

—¿A que se refiere?— preguntó James.

—No es solo su cabello. Lo tendré solo para mí.

—¿Estás seguro?

—Es hermoso, me lo merezco por completo. Me casaré el día de mañana

—Trataría de detenerte, pero sé que no me vas a hacer caso— dijo James con sus labios torcidos.

—Vamos— ordenó Thomas. Se acercaban lentamente a Alexander, tratando de acercarse entre el tanto gentío de la aldea.

Si la aldea ya era una chusma en esas horas del día, con Thomas andando por ahí sería peor. Había chicas alrededor de él, diciendo lo mismo de siempre y suspirando por él. También había chicos envidiosos y molestos por el alboroto que hacía su presencia. Thomas hacia su esfuerzo para hacerse un camino entre tantas personas, y James tan solo lo seguía.

—¡Ahí está Thomas! ¡Es tan lindo!

—¡Monsieur Thomas!

Thomas seguía ignorando a esas chicas por sugerencia de James, pero les guiñó el ojo antes de seguir. Las chicas solo suspiraron.

—¿Y cuando fue?— pregunto James sin dejar de caminar rápidamente junto a Thomas para alcanzar a Alexander.

—El primer día, cuando lo vi. Es diferente, y es igual de hermoso que yo.— dijo Thomas con una sonrisa.

—No creí que tus malos gustos llegarían hasta aquí...— susurró James a volumen bajo, decepcionado.

Con un par de permisos los dos hombres llegaron hasta donde estaba Alexander. Thomas le hizo un gesto a James claramente diciéndole que no interfiriera y caminó hasta llegar al lado de Alexander.

—¡Qué buen libro llevas ahí chico!— comenzó la conversación Thomas, tratando de sorprenderlo.

Alexander levantó su vista del libro y miró a Thomas mostrando lo irritado que esta al escuchar su voz. —¿Haz leído este libro siquiera?— preguntó Alexander para fastidiar al idiota que estaba caminando a su lado.

—E-Eh... ¡Claro que sí!— confirmó Thomas, deteniéndose en la baranda que separaba el jardín del hogar de Alexander de las sucias calles de la aldea. Hubiera avanzado hasta la puerta de la casa si es que Alexander no le hubiera cerrado la puerta del jardín frente a él.

—Espero no verte de nuevo nunca más, Jefferson— dijo molesto Alexander, dirigiéndose a la puerta de su hogar, subiendo las pequeñas escaleras que lo llevaban a ella.

—¡Yo también te amo!— gritó Thomas desde donde estaba. Alexander solo rodó los ojos y cerró la puerta de una buena vez, dejándolo dentro del confortable lugar que era su hogar, dio un suspiro.

—Tiene que haber algo más que esta pequeña aldea...

------ (N/A)
so, esta semana tuve tantas tareas q no pude escribir nada. estoy segura d q mañana me la pasare todo el día estudiando -_- así q subo este borrador de hace una semana :-) s

La Bella y La Bestia | LamsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora