Rick fue empujado hacia las jaulas que en algún momento debían haber sido habitadas por animales salvajes y que en aquel momento una de ellas era para un tipo tirado en el suelo rodeado de un charco de sangre.

-Ese es tu futuro si no te portas bien...-escupió su captor casi incomprensible.

Rick fue empujado cayendo de bruces de nuevo.

Miró a su alrededor.

-Agua-pidió apoyando su frente en uno de los barrotes tras ser metido en la jaula sin ser desatado, casi inmóvil.-Por favor...

-¡Manuel!-gritó su captor a otro que se acercó vestido con traje de camuflaje y con una ametralladora cruzada en su pecho- Este tipo quiere agua.

Rick miró en dirección hacia ese tal 'Manuel' ambos se miraron entre ellos y se rieron.

No había entendido nada, pero a juzgar por las risas estaba claro que no le alimentarían ni le darían agua.

Segundos después un Jeep llegó aparcando al lado de la caseta. Del coche se bajó un hombre acompañado por dos tipos armados.

-Señor, el señor Patrick ha llamado... Lo hemos trasladado aquí tal como pidió- Rick escuchaba pero no entendía una palabra de ese idioma por lo que no sabía que estaban diciendo.

El hombre que se acababa de bajar del Jeep asintió. Llevaba un traje, al parecer bastante caro y trataba de que sus zapatos no se ensuciaran de barro.

Fumaba un habano y su colonia rancia se olía a kilómetros, provocándole nauseas a Rick quien vomitó bilis en el suelo de su jaula.

-Ábreme la jaula, Enrique.

Enrique, el tipo con los dientes amarillentos que había traslado a Rick a lo largo del sendero, se acercó y le abrió la jaula.

El señor trajeado entró y pateó el estomago de Rick haciéndole toser y encogerse de dolor, quedando en un rincón.

-Ahora me perteneces chico, podré hacerte lo que quiera...

-¿Es valioso señor?

-Muy valioso, valdrá mucho dinero...-salió riendo de la jaula, cerrándola.

-Pidió agua.

-Dadle lo que quiere-dijo riendo y acercándose de nuevo a su coche, seguido de sus guardaespaldas, para marcharse tras comprobar que toda la operación había salido como esperaba.

Se giró una última vez.

-¡Bienvenido a Venezuela, Ricky!

Rick le miró frunciendo el ceño. ¿Por qué sabía su nombre? ¿Quién le había contratado? El hombre siguió su camino hasta su Jeep y se quedó allí viendo como Manuel y Enrique sus empleados encendían la manguera de agua fría y a presión y empapaban a su nuevo preso.

Rick tosió varias veces mientras sentía como tiritaba por el agua empapada, al principio había sido un alivio debido a las altas temperaturas de la zona, pero luego el dolor de la presión del agua y el sentirse ahogado cuando apuntaban directamente a su cara había sido un infierno.

Y aquello solo era el principio.

Cerró los ojos y trató de recordar cómo había llegado allí. Lo último que recordaba era subirse a un avión en dirección a Caracas para encontrarse con Kyra después de su paso por Nepal.

Miró su nueva estancia. Una jaula de apenas dos metros cuadrados, un suelo embarrizado con olor a orín y a estiércol, con una charca de agua estancada donde habitaban bastantes mosquitos que no dudaron un segundo en darse un festín con su cuerpo.

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