CAPÍTULO 16

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El domingo por la mañana el inspector jefe Chen tardó más de lo habitual en cepillarse los dientes, aunque intentó en vano quitarse el amargo sabor de boca. No le agradaba el ca­riz que tomaba la investigación, ni tampoco el programa que le esperaba aquel día: investigar en la Biblioteca de Shanghai.

Ya era una evidencia que Guan Hongying había tenido una aventura con Wu Xiaoming. Por muy trabajadora mode­lo que fuera, había llevado una doble vida en las Montañas Amarillas con un nombre distinto, al igual que Wu. Sin em­bargo, no era suficiente para afirmar que su muerte estuvie­ra relacionada con esa aventura clandestina.

Chen estaba decidido a resolver el caso con independen­cia de las complicaciones que encontrara por el camino. No se merecía ser inspector jefe si no era capaz de superar ese reto. Decidió averiguar algo más sobre Wu Xiaoming a partir de su trabajo artístico. Sabía que el enfoque podía ser engañoso, puesto que según la "teoría impersonal" de T. S. Eliot, la obra de un artista sólo nos podía informar de su técnica, pero aun así, quería intentarlo.

En la sala de lectura de la Biblioteca de Shanghai, no tar­dó en descubrir que le quedaba mucho más trabajo de lo que pensaba. La lista recibida el día anterior sólo incluía las foto­grafías de Estrella roja. Para las otras publicaciones, sólo se indicaba el nombre abreviado de la revista y el número total de fotografías reproducidas. Dado que la mayoría no tenían índices anuales, tuvo que revisarlas una por una. Las más an­tiguas estaban en el sótano, lo cual significaba una larga es­pera antes de cumplir con su solicitud.

La bibliotecaria era una mujer simpática que iba de un lado a otro dando enérgicos pasos con sus zapatos de tacón, pero muy estricta en cuanto a las normas de la Biblioteca. Sólo podía entregarle los números de una sola revista para cada año. Para cualquier otra consulta, Chen tenía que relle­nar otro impreso y esperar media hora más.

Sentado en el vestíbulo, tenía la impresión de estar hol­gazaneando en un día con mucho trabajo. Cada vez que la bibliotecaria aparecía en el ascensor con un carrito lleno de libros, Chen se levantaba con expectación, pero no había nada para él. Mientras esperaba, se sintió invadido por un cierto desasosiego.

¿Cuánto tiempo había pasado? Estos momentos le traje­ron al recuerdo otro verano, otra biblioteca, otra espera llena de ilusiones, otros momentos todavía importantes, aunque diferentes. Los zureos de las palomas que se perdían en el cie­lo amplio y despejado de Beijing... Cerró los ojos intentando difuminar la visión de ese pasado.

El inspector jefe Chen tuvo que hacer un esfuerzo para volver al presente. A las once y media llegó a la conclusión de que no había hecho casi nada en toda la mañana. Reunió sus notas y salió a comer. La Biblioteca de Shanghai estaba situada en la esquina de las calles Nanjing y Huangpi, una zona cono­cida por sus elegantes restaurantes. Caminó hasta la puerta norte del parque del Pueblo. Se detuvo ante un joven vendedor de salchichas y bocadillos con su carrito instalado en la acera, bajo una sombrilla de Budweiser, junto a una cafetera impor­tada y una radio emitiendo rock a todo volumen. El bocadillo de pollo que le compró no era barato. Lo acompañó con un café recalentado pero tibio, servido en un vaso de papel; algo bien diferente de su almuerzo en La Ribera en compañía de Wang.

Volvió a la biblioteca y llamó a Wang al Wenhui. Mien­tras conversaba con ella acerca de sus responsabilidades un domingo como periodista, sonaron varios teléfonos, un par tal vez. Después, cambió de tema.

MUERTE DE UNA HEROÍNA ROJAWhere stories live. Discover now