CAPÍTULO 7

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LIAM

¡Por un carajo! Como pesa Colton.

Camino con su pesado cuerpo por mi garaje hasta poder atravesar la puerta dando pasos cuidadosos para no despertar a Alex, no puedo olvidar su dulce rostro al dormir después de rendirse ante el sueño mientras veíamos una película. Lo dejo caer con sumo cuidado en el sofá mientras repongo mi ropa. Estoy agitado, aunque Colton y yo estamos en muy buena forma tiene un peso exagerado.

Camino hasta mi habitación en busca de Alexa, que, con algo de suerte aún debería estar dormida.

Me asomo por el umbral de la puerta y una enorme sonrisa aparece en mi rostro al ver su cabellera negra un poco desordenado por la posición en la que está. Se encuentra boca abajo, sus dos brazos doblados de tal forma que puede tocar su cabeza, y sus piernas dibujan un número cuatro en la cama.

Me acerco cuidadosamente hasta llegar a su lado, me siento en el borde de la cama y reparo su rostro.

No puedo evitar sonreír al ver su nariz cada facción de su rostro; su nariz es un poco fileña y a la vez achatada, eso solo me hace verla más hermosa. Sus largas pestañas negras están cerradas ocultándome la hermosura de sus ojos.

Inconscientemente una de mis manos se dirige hasta un mechón rebelde de su pelo y lo acomodo cuidadosamente detrás de su oreja a la vez que observo sus respiraciones paulatinas.

Siento como se mueve ante mi toque y puedo presenciar cómo sus ojos son abiertos, haciéndome perder en la intensidad de su mirada. Sus ojos aún achinados por las horas de sueño, me sonríen, a la vez que sus labios me brindan una cálida sonrisa.

Se acomoda en la cama hasta quedar sentada en frente de mi en forma de indio.

Aún estoy perdido en sus ojos, no entiendo que pasa conmigo cuando se trata de ella, es como si fuera un tesoro al que acabo de descubrir y no quiero perder jamás, y a la vez, como si sintiera que es mejor alejarme de ella antes de que sea muy tarde o antes de que uno de los dos salga herido. Y creo que en esta situación saldría yo.

Ni siquiera sé que estoy diciendo, ella no se fijaría en mí y yo en solo unos días detendré estas sensaciones que empiezan a crecer en mi interior.

—Buenos días, pequeña —decido romper el silencio.

—Buenos días, Liam —su rostro muestra una sonrisa tímida que no logro entender del todo.

—¿Estuvo bien la siesta? —digo burlón.

—Creo que jamás había dormido igual —dejo escapar una carcajada que solo yo entiendo, ella solo se limita a sonreír, aunque no tarda en unirse a mi corto momento de risa.

—Duermes como osa —ahora es ella la que lanza una pequeña carcajada ante mi comentario. Puedo ver como sus mejillas empiezan adornarse con un tenue rosa que solo logra hacerme estremecer.

¿Qué es eso que están oyendo mis oídos? Su ronca risa logra ponerme los bellos de punta, sin embargo, me uno a ella y dejo que el momento siga fluyendo.

—¿De qué hablas? —dice burlona.

—De que eres la osa más tierna mientras duermes —sus mejillas terminan de teñirse de rojo e intenta ocultarlo con su cabello, yo solo sonrío mientras observo cada uno de sus movimientos.

Miro mi reloj.

No puedo evitar cambiar mi semblante al ver la hora. Son las 7:30 de la mañana y había olvidado por completo de que iría al cementerio a ver a Natalie.

La miro a los ojos y puedo notar que su mirada estaba perdida en mí, no sé cuántos segundos pasaron hasta que decidí romper el silencio.

—Tengo que salir de casa —mi voz es suave, casi inaudible.

Un amor en las estrellas. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora