: nueve :

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los quejidos de mi hermana me despertaron, estuve pensando en lanzar a Lizzy fuera de mi cama, pero probablemente caería sobre su cara y no quería lastimar a mi próximo sobrino.

se preguntaran, ¿qué pitos hace mi hermana mayor durmiendo en la misma cama que yo?

pues déjenme explicarles:

debido a las circunstancias y el amor repentino de Elizabeth hacia mi madre, ella se quedará un tiempo en la casa, lo suficiente hasta que ese efecto se pase. y Max está de acuerdo con ello, ya que Jenna, su hermana, vive al lado.

Lizzy ya tiene su propia habitación, entonces, ¿por qué estaba durmiendo en mi cama?

repentino amor a su hermana menor.

bufé, tratando de acomodarme. pero los ronquidos, quejidos y la barriga de Lizzy me impedían volver a conciliar el sueño. por lo que me levanté de la cama, tomando mi teléfono y revisando la hora. en unos minutos serían las diez de la mañana.

no es justo que no pueda despertarme a medio día un sábado.

caca.

me levanté de la cama y caminé hasta el baño, cepillando mis dientes y lavando mi rostro luego de hacer pipí. pensé en tomar una ducha, pero tenía flojera de volver a mi habitación, lo haría después de desayunar.

bajé las escaleras hasta la cocina, abriendo el refrigerador y sacando lo necesario para prepararme unos panqueques.

no, no es cierto. simplemente tomé la leche y el cereal.

porque si yo cocino, se incendia todo el vecindario.

me senté en uno de los taburetes que estaban alrededor de la isla de la cocina a comer mi hermoso desayuno, tratando de que mi rostro no cayera dentro del tazón de cereales. logré ver cómo Max bajaba las escaleras, bostezando y rascando su nuca.

— buenos días peque. – dijo, pasando por detrás de mí y dejando un beso en mi coronilla para luego despeinar mi cabello. en cuestión de unos dos minutos, él tenía el mismo desayuno que yo.

— no aguanto a tu mujer. mañana dormirá contigo de nuevo. – dije, señalándolo con mi cuchara. él soltó unas risitas vagas antes de asentir con la cabeza, pasándose una mano por el cabello.

Albert bajó las escaleras, y a diferencia de todos los demás, parecía con bastante energía y felicidad. me besó la frente y le dio una palmada en la espalda a Max, por lo que ambos nos observamos extrañados.

— bien, Bonnie. – alcé una ceja cuándo el me nombró, colocándose frente a mí y esperando que hablara, mientras comenzaba a comer la manzana que tenía en su mano. – a pesar de que no estoy del todo de acuerdo, dime, ¿cómo es tu novio?

al escuchar aquello, de inmediato me levanté de la mesa. lavando mi tazón lo más rápido posible y suspirando.

— por milésima vez, Ethan no es mi novio. – hablé, tratando de tener paciencia. Max y él habían estado preguntándome muchísimas veces aquello luego de la cena que habíamos tenido.

maldito Toby.

oh, caca. acabo de recordar la escenita que hicieron él y Madison el otro día. justo antes de que ella me mirara con disgusto y se fuera a lo diva.

sacudí la cabeza, tratando de apartar aquel pensamiento y volviendo a subir las escaleras.

:: :: ::

entré a la cafetería, de inmediato buscando con la mirada a Ethan, que estaba limpiando una de las mesas, con la vista fija en mí. sonreí y me acerqué a él abrazándolo por el cuello durante unos segundos para depositar un sonoro beso en su mejilla.

— hola linda. – saludó y yo le sonreí, apoyando mi mano en la mesa que él había limpiado unos segundos antes.

— ¿cómo estás, Ethan? – pregunté con una sonrisa, mientras le seguía. puesto que acababa de caminar detrás del mostrador.

— muy bien, ¿y tú? – preguntó, mientras comenzaba a preparar una malteada de fresa con chocolate, una de las favoritas de Toby.

— perfecta. – respondí, sin borrar mi sonrisa y jugueteando con los bordes de mi vestido rosa, balanceándome de adelante hacia atrás mientras le miraba.

— ¿qué haces por aquí? – preguntó, alzando una ceja. – no veo que hayas venido con Melissa.

— oh, no. – dije, restándole importancia. – sólo pasaba por aquí y decidí venir a saludarte. – mentí, había estado preparándome casi toda la tarde, con guión y todo para poder venir a la cafetería y actuar con normalidad frente al príncipe.

íbamos a seguir hablando, pero una chica llegó, acercándose para pedir un capuccino, justo en el momento que Ethan volteaba, dejando la malteada de fresa con chocolate y un té helado.

— entregaré esto y luego le tomo la orden, tome asiento mientras tanto. – le dijo Ethan a la chica, que parecía estar embobada con la sonrisa que él tenía. yo de inmediato negué con la cabeza.

— tómale la orden, yo lo entregaré. – hablé, asintiendo con la cabeza mientras tomaba ambas bebidas. Ethan me sonrió, para luego enseñarme dos de sus dedos.

asentí y me dirigí a la mesa número dos, con cuidado de no volcar ambas bebidas que llevaba en mis manos.

— ¿Toby? – hablé extrañada al notar que él estaba sentado allí, por lo que me acerqué, por su parte, él levantó la vista de su móvil para sonreírme. dejé su malteada frente a él y me agradeció. — ¿qué haces aquí?

noté que abrió su boca para contestarme, pero antes de que pudiera hacerlo, alguien más nos interrumpió.

— lamento la tardanza, ricitos. – alcé una ceja al escuchar aquella chillona voz, volteándome de inmediato para encontrarme a Madison. – oh, veo que nuestras bebidas han llegado. – dijo, con un falso tono sorprendido. tomando el té helado que yo estaba sosteniendo para luego empujar su hombro contra el mío y sentarse casi encima de las piernas de Toby. – muchas gracias, puedes irte.

alcé ambas cejas al notar aquel arrogante tono por parte de ella, cruzando mis brazos y apretando disimuladamente mis puños. ella no se demoró ni dos segundos en rodear el cuello de Toby con sus brazos y comenzar a besarle ambas mejillas, dejando las marcas de su labial rojo.

oh dios, que repugnante.

¿por qué de nuevo estoy sintiendo ese raro ardor en mi estómago?

— ¡ya terminé mi turno, si quieres podemos salir! – habló Ethan detrás de mí, por lo que aparté la vista de la parejita para sonreírle.

— claro, me gustaría. – al parecer no le convenció del todo, porque alzó una ceja, tomándome de las mejillas para acercarme más a su rostro, provocando que mis mejillas y nariz se tiñeran de rojo.

— ¿estás bien, linda? – preguntó y yo asentí con la cabeza frenéticamente. tampoco pareció convencerle, pero de igual manera asintió con la cabeza, tomándome de la mano y saliendo de la tienda.

bajé la vista a mis pies, recordando la expresión de Toby cuándo Madison se le pegó al cuerpo. pareció gustarle.

y ahí está el ardor otra vez.

Hola, Bonnie.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora