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Kylie le arranca la toalla a Stefano.

Él toma a la chica desde su delgada cintura, con sus manos fuertes y una firmeza de piedra.

El pecho de la rubia se agolpa al de él dejando escapar un suspiro. Stef se mantiene impasible, como si nada lo perturbase. Excepto... Ahí abajo.

Tiene a Ky estrechada contra su cuerpo macizo y empalmado pero esto parece no molestarle a la rubia, al contrario, parece ser la causa de que quiera ir pegada a su cuerpo con un inexplicable frenesí.

Stef se acerca a un hombro de ella y pega sus labios al lóbulo de su oreja izquierda. Cuando susurra, el aliento caliente del adonis le sabe delicioso a la chica sobre su piel y se estremece cuando recibe la pregunta:

—¿Estuviste deambulando por la casa?

Ky suelta un jadeo entrecortado.

—S...Sí—declara.

Stef desciende con sus labios y los apoya contra el cuello de la chica.

—No creo haberte dado permiso—le suelta en un tono amenazante. De pronto Ky se siente amenazada y a la vez excitada. Una combinación extremadamente peligrosa ya que sabe que debe alejarse lo antes posible pero lo único que desea es estar más y más cerca de él.

—No...lo hiciste—menciona como un perrito regañado. Mierda, Ky, ¿desde cuándo te pones así frente al fanfarrón de Stef? Oh, sí: desde que Stef dejó de ser un fanfarrón y pasó a ser un dios griego lleno de cicatrices y tatuajes. Que por cierto, suele pasar con algunos chicos luego de duras jornadas de gimnasio. Aparecen con veinte kilos adicionales de masa muscular, así sin más.

Stef vuelve su boca y la incorpora contra los labios de ella sin ejercer presión:

—Que sea la última vez que haces algo así, ¿estamos? —le pregunta sin esperar precisamente una respuesta desde el libre albedrío.

Ky se figura en su mente, la puerta cerrada con seguro del cuarto de sus padres pero no pregunta.

Porque algo bajo su cintura se contonea y crece. Parece que amenazarla lo pone...caliente.

—Estás loco y enfermo, ¿lo sabías?—Ky trata de reunir valor y coraje de su viejo yo para poder articular esas palabras.

Stefano se muerde el labio inferior y sólo mira la boca de ella mientras articula las palabras.

—Igual que tú, nena.

El muchacho levanta una mano y desliza la yema de su dedo pulgar derecho por el labio inferior de ella. Ky muere por querer chuparlo pero se contiene (no sin un esfuerzo demencial).

—Tus labios—susurra Stef—, tus labios son como dinamita. Me encantas, ¿lo sabías?

Algo se retuerce dentro de la rubia y no lo aguanta más.

Él lo percibe y desliza su mano hasta rodearle el rostro a su chica. De golpe pega sus labios a los de ella y la besa. Ky no puede aguantarse y abre la boca para recibirlo con mayor gusto y frenesí. La lengua de él explora la de ella, la suavidad de sus labios, de sus dientes, su aliento fresco y el ligero sabor a labial.

Ky se funde en un ardor impactante al llenarse del perfume a tabaco y vainilla propio de Stefano. Es su olor, concluye, lo lleva impregnado en los labios, en su piel, en su lengua, en su delicioso aliento y en cada parte del cuerpo.

El muchacho empieza a caminar hacia atrás sin soltar a Kylie. La arrastra consigo sosteniendo el beso y se separa de ella justo cuando llegan a la cama. Se gira y la arroja a ella sobre el colchón boca abajo.

#MALOS El Origen | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora