1. Mira esto

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-Que lo sufra. Que le duela. Que le rompa la cabeza.

-Entendido.

-Que no soporte el dolor, ese hijo de puta.

-Entendido.

-Pero no lo mates...

-Entendido.

-Si lo matas se termina el juego.

-Claro, señor.

Las uñas de Stefano se clavan en el apoyabrazos del sillón.

No es que el tapizado de cuero sea el mejor, quizá en algún momento lo fue pero ahora está muy lejos de eso. Se trata de un cuchitril viejo que ya fue utilizado anteriormente para torturar sujetos hasta hacerlos hablar o bien, para sujetarlos como un simple experimento.

Experimento que ahora es Stefano.

Aunque él no sea uno tan "simple".

Presiona la mordaza tan fuerte que los huesos de la mandíbula le crujen de dolor. No interesa que él hable. Sino que se le raspe la garganta en alaridos de dolor. Que las gotas de sudor cayéndole desde las sienes y humedeciéndole el cuero cabelludo muestren el modo en que efectivamente las descargas eléctricas en el interior de su cerebro le están moliendo neuronas y activando cruelmente otras.

-Preparando nueva descarga.

«No, por favor, no, paren, deténganlo de una vez, no lo soporto más, por favor» parece que él les intenta suplicar en sus gemidos, sin embargo de nada sirven estos.

Va a sufrir como nunca antes sucedió en su vida.

-En cinco segundos-anuncia el doctor que manipula la máquina de electrochoque.

Quizá si pudiera mover la cabeza, sería mucho más fácil.

Pero el cuchitril donde está sentado en realidad tiene una armazón de hierro que lo sujeta por el cuello, las extremidades, el abdomen, el pecho y la frente. Además de llevar dos pinzas punzantes que le obligan abrir los párpados. Por cada intento suyo de cerrarlos, las mismas se le clavan y una gota nueva de sangre se desliza por las comisuras de sus ojos junto con un mar de lágrimas insoportable.

La pantalla se enciende.

«No por favor.»

Otra vez una imagen se refleja en ella.

«Ahí viene.»

Un vídeo donde su familia aparece en un día de campo inunda de risas y voces plagadas de calidez el ambiente viciado del túnel.

Y justo cuando la sonrisa de su madre parece encontrar un punto a enternecer en su corazón, otra descarga llega que le achicharra el cerebro y de su garganta se escapa una súplica atroz.

-¡Vamos, Stef! ¡Arroja el balón!

«¡NO!»

-¡No seas tímido! ¡Arroja el balón, cielo!

«¡NO, POR FAVOR, BASTA YA!»

-¿Tienes miedo, mi vida?

La descarga se detiene justo antes de que lo pueda matar.

Lo cierto es que las secuelas que esta práctica deja, son irreparables. La muerte en tanto alternativa se presenta como una salvación a la cual jamás podrá llegar, se presenta como algo utópico que ojalá le ayudase a escapar de este juego infernal.

La pantalla se apaga.

Se apaga junto con la sonrisa de su madre que se acerca al pequeño niño que no se anima a arrojar el balón en un día de campo con su familia.

#MALOS El Origen | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora