CAPÍTULO 19 (Primera Parte)

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Nueva York.

—Despierta, Dorothy... —pidió Albert, con voz temblorosa—. Por favor, cariño... abre los ojos... —insistió, al tiempo que acariciaba el rostro de la muchacha.

Esas palabras resonaron con fuerza dentro de la cabeza de la tía abuela Elroy y automáticamente, la hicieron sentirse desdichada.

«Ya es demasiado tarde», pensó, dándose cuenta de que su sobrino realmente estaba interesado en la chica, a la que con desesperación, intentaba despertar. Elroy aún no podía creer lo que sus ojos observaban, se sentía muy sorprendida de ver cómo Albert, estaba actuando. Le parecía increíble que su joven sobrino, se olvidara de todo y hubiera quedado completamente expuesto.

No había más por hacer. Elroy lo sabía. Había perdido la batalla y nada de lo que ella hiciera en el futuro, podría cambiar la opinión de su sobrino. No importaba lo que ella le pidiera, Albert no dejaría de lado su relación con la joven que yacía en sus brazos.

—Andrea... llama al hospital Lenox Hill y pide que te comuniquen con el doctor Michael Joubert —ordenó Albert a la mucama—. Explícale la situación y pídele que venga, por favor.

—Claro que sí, señor Andrew. Enseguida voy a llamarlo... —contestó la chica, sintiéndose muy asustada por ver a Dorothy de aquella forma.

—El doctor es necesario, que bueno que lo llamaste —dijo la abuela Martha, atreviéndose a entrar en la habitación de Elroy—, de cualquier forma, las sales aromáticas ayudarán. No te preocupes hijo, Dorothy despertará y todo estará bien.

Albert sin pensarlo, acercó las sales a la nariz de la chica. Afortunadamente, en cuestión de segundos, la joven abrió los ojos y empezó a reaccionar.

—Voy a llevarla a su habitación... —anunció el rubio—. ¿Podría ayudarme con la puerta, abuela Martha?

—Claro que sí... —La abuela Martha, abrió las puertas de par en par y enseguida permitió que Albert pasara—. Los acompañaré —avisó la ancianita, adelantándose para pedir que las mucamas, ayudaran al joven patrón.

—William... —llamó Elroy, intentando detenerlo.

—Ahora no, tía abuela.

—Pero, hijo...

—Repito, hablaremos más tarde. Ahora mismo no tengo cabeza, ni ánimos suficientes, para discutir con usted —sentenció en tono autoritario.

Elroy bajó la mirada e instantáneamente, hizo una señal de afirmación. No podía hacer más, lo único que le quedaba, era permitir que su sobrino se marchara. Él tenía la última palabra. Después de todo, era el patriarca del clan y ella le debía respeto.

*^*^*^*^*

«Oh Terry... ¿Qué es lo que vamos hacer?»

Preguntó Candy, con insistencia, mientras se dirigían de vuelta hacia la mansión.

Terry le decía que se tranquilizara, sin embargo, ella no lo escuchaba. Estaba tan inquieta que, le era imposible calmarse. El actor se sintió un tanto desesperado al verla así de alterada, pese a ello, no perdió la calma y una vez que llegaron a la propiedad, se dirigió directamente hacia el estudio de la casa, para ponerle fin al problema.

—Llamaré a mi papá, él nos auxiliará —aseguró, al tiempos que abría la elegante y pesada puerta del despacho.

Candy se mostró más tranquila.

—De acuerdo, me parece que eso es lo mejor. Él sabrá qué hacer. Pero ¿de verdad este teléfono tiene línea?

—Ahora lo averiguaremos —Terry se acercó adonde estaba el teléfono y después de colocar el auricular en su oído, sonrió emocionado—. Estamos de suerte, sí hay línea.

InesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora