CAPÍTULO 13

2.7K 157 30
                                    


Manhattan.

«Estás jugando con fuego, Terrence»

Advirtió la voz de su conciencia, llamándole la atención y poniéndolo en alerta.

«¿Qué no decías que, ibas a tocar a Candy, hasta que se convirtiera en tu esposa?»

Le recordó la entrometida voz, mientras Terry fruncía el ceño y miraba su reflejo en el espejo.

—Sí... —respondió el joven, sintiéndose algo apenado—. Estoy jugando con fuego y eso es muy peligroso —aceptó conforme arreglaba un poco su cabello—. Mas, a pesar de que soy consciente del peligro, no puedo mantenerme quieto—Terry sonrió y enseguida echó un último vistazo a su imagen—. Como sea, no voy a tomar a Candy antes de tiempo. No, no lo haré. —dijo completamente convencido, dejando de lado los consejos de la otra voz interna, que intentaba persuadirlo—. Candy se convertirá en mi esposa y mantendré a salvo su virtud, hasta que eso suceda —declaró, ahuyentando todas esas dudas que, su conciencia, le estaba plantando en la cabeza.

El joven actor respiró hondo y después exhaló lentamente, para expulsar el aire contenido. Salió del cuarto de baño, y se dirigió hacia la habitación en donde Candy lo esperaba. Con toda sinceridad, moría por ver a la chica de nuevo, deseaba platicar con ella y confirmar que seguía contenta con lo que acababa de ocurrir entre ellos.

Al notar que el guapo joven Grandchester, ingresaba de nuevo a la habitación, Candy esbozó una sonrisa, pero, al encontrarse con los bellos y ardientes ojos azul zafiro del muchacho, bajó la mirada y comenzó a jugar con los dedos de sus manos, concentrándose de nuevo, en ocultar la pena que sentía.

Terry la miró con atención y entonces, se acercó a ella para hablarle:

—Te noto un poco seria —mencionó con sutileza, al ver que Candy se mostraba un tanto avergonzada—. ¿Estás bien?

—Sí, sí estoy bien... —Candy dejó libre un suspiro y enseguida observó a su novio—. ¿Tú cómo estás? —preguntó con timidez.

—Candy... Candy... ¿Sigues preocupándote por mí? —cuestionó Terry, mientras ella afirmaba—. No te preocupes más. Te dije que yo lo arreglaba y así lo hice, me las he arreglado. Me siento muy bien, Pecosa.

La muchacha sonrió, sintiéndose más tranquila. Ella sabía perfectamente que los chicos, se valían de un método para calmar sus deseos, no tenía idea de cómo funcionaba, pero sí sabía que ellos «hacían algo», para sentirse aliviados.

—¿Te arrepientes de lo que sucedió hace un rato? —cuestionó Terry, al tiempo que Candy negaba.

—Para mí, fue algo único y hermoso. Por supuesto que no me arrepiento —admitió mostrando una gran sonrisa—. Jamás sentí algo como eso y obviamente me gustó... pero...

—¿Pero?

—Pero no puedo evitar sentir algo de vergüenza...

Terry sonrió y a continuación acortó la distancia que había ente ellos. Una vez que estuvo frente a Candy, la tomó de la barbilla y le pidió elevar la mirada.

—Es normal que te sientas así. A lo largo de nuestras vidas, nos han enseñado a pensar en que el placer, es algo sucio y prohibido. Nos dicen que es un pecado disfrutar de nuestro cuerpo... —declaró Terry, observando los ojos verdes de su novia—. Sin embargo, no hay nada de malo en eso. O es que... ¿Acaso te ofendí con lo que hice?

—No, por supuesto que no me ofendiste —Candy se mordió un labio con nerviosismo y movió su cabeza negando aquella suposición—. ¿Sabes? Jamás creí que sentiría eso que sentí cuando me tocaste... —declaró sonriendo—. Me gustó mucho.

InesperadoWhere stories live. Discover now