CAPÍTULO 5 (Primera Parte)

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Chicago.

Las cosas no resultaron nada sencillas. El plan de que Candy saliera del convento, requirió de tiempo y sobre todo, de mucha paciencia. Convencer a la madre superiora, se convirtió en una labor altamente complicada, la hermana Margaret tuvo que trabajar duro para hacer que ella entrara en razón.

Pasaron los días y aunque Terry se presentaba a diario, no le daban respuesta alguna.

«Lo lamento, Terry. La madre superiora aún no decide»

Eso fue lo único que el muchacho escuchó por casi dos semanas, sin embargo, pese a las malas noticias él no dejó de asistir al convento. Fue cada uno de los días que se le citó, demostrando así, que no se iba rendir y que esperaría el tiempo que fuera necesario con tal de recuperar a Candy.

«Quiero ser yo quien hable con la madre superiora. Por favor, hermana Margaret, consígame una audiencia con ella»

Pidió Terry al ver que el asunto no avanzaba, mas, a pesar de las buenas intenciones del muchacho y de la religiosa, eso nunca fue posible, pues la madre superiora y jefa de la congregación, no se dignó a recibir a Terry. El castaño se tuvo que conformar con ser atendido única y exclusivamente por la hermana Margaret.

Al final, ya luego de meditarlo a fondo y justo una semana después del cumpleaños número veintiuno de Candy, la madre superiora hizo un llamado a la cordura y accedió a darle una oportunidad a la joven Andrew. La religiosa siempre creyó que una novicia que no estuviera cien por ciento convencida de su vocación, tenía que tomarse un tiempo y reflexionar sobre lo que estaba haciendo. El caso de Candy, no era diferente. Así que lo mejor que podía hacer, era otorgarle un descanso.

—Quisiera saber algo y espero que usted me responda con toda honestidad —mencionó la madre superiora, mientras la hermana Margaret asentía—. ¿Está segura de que su cariño por ese joven, no influyó en el reporte que me ha entregado?

—Para nada influyó. Antes de que Terrence viniera a verme, yo ya tenía muchas dudas sobre Candice y su vocación —declaró la religiosa—. Pero al conocer de primera mano la historia de ambos, me he convencido de que dejar que Candice se vaya y enfrente su pasado, será lo mejor para todos, porque esa, será la única forma en la que ella, tendrá el coraje de decidir lo que en verdad quiere.

—¿Está segura de eso? —cuestionó de nuevo la madre superiora.

—Totalmente segura.

—De acuerdo, confiaré en su buen juicio —sentenció la madre, tomando un documento y firmándolo, preparando todo para notificar su permiso al mismísimo William Andrew, quien ante la ley, fungía como padre adoptivo de la muchacha. No importaba que la chica ya fuera mayor de edad, ella notificaría a su tutor de todas formas.

—Le aseguro que no se arrepentirá... —añadió la monja—. Gracias por su confianza, madre superiora.

—Es lo menos que puedo hacer  —admitió la cansada religiosa—. Después de todo, usted es quien ocupará mi puesto en el futuro —mencionó en tono amable—. Me toca guiarle y también debo aceptar que usted me guíe. Somos un equipo y de nosotras dependerá que nuestra congregación, siga como hasta ahora, estamos libres del escándalo y no hay represalias contra nosotros. Tenemos que seguir así.

La hermana Margaret sonrió con dicha y tomando el permiso de Candy entre sus manos, agradeció nuevamente a la madre superiora, quién no dudó en agregar:

—Candice Andrew es una calamidad... —admitió sorprendiendo a la hermana—. Siempre lo he dicho, la vocación para ser una monja, simplemente no la tiene. Sin embargo, sé que es una buena muchacha y yo deseo que encuentre pronto su camino —La hermana le sonrió y despidiéndose, intentó salir de la oficina, pese a ello, tuvo que regresar sus pasos para atender otra petición de su jefa—. Convoque a Candice a una reunión, quiero notificarle en persona la decisión que he tomado. Y también, llame a la señorita James, por favor.

InesperadoWhere stories live. Discover now