CAPÍTULO 4

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Indianápolis.

—Una verdadera sorpresa... —expresó Albert, mientras saludaba a Terry con un fuerte abrazo—. Así es como yo calificaría este encuentro —El rubio se alejó un poco y miró detenidamente al muchacho—. Sin embargo, creo que tú no estás sorprendido de verme aquí... ¿O me equivoco?

—No te equivocas —respondió Terry con una sonrisa dibujada en su rostro—. De hecho, estoy aquí para darte la bienvenida.

Albert se sorprendió aún más con esa respuesta. Principalmente, porque Archie y Terry no eran amigos. Al menos no hasta donde él recordaba... inclusive, Archie le dejó muy claro que a Terry no lo podía ni ver.

¿Cómo era que de pronto, ellos estaban juntos?

—Discúlpame, Terry, pero no sé si estoy entendiendo —señaló Albert, tratando de sonar tranquilo—. ¿Es que acaso tú sabes en dónde se encuentra Archie?

—Sí lo sé. Y también sé que tú estás aquí para verlo, así que, no te haré perder más tiempo —El joven actor hizo una seña y agregó—. Vamos, te llevaré con él.

—¿Llevarme? —Albert negó moviendo su cabeza de un lado a otro, deseando poder sacudir cualquier pensamiento negativo—. Sigo sin entender, ¿por qué no está Archie aquí, para recibirme? —cuestionó, mostrando temor en sus ojos—. Terry... Si ustedes están metidos en problemas, ¡será mejor que me lo digas ahora!

—Oye, tranquilízate... —El actor le palmeó fraternalmente la espalda y continuó hablándole—. Sé que todo esto suena muy raro, no obstante, cualquier explicación de nuestra presencia aquí, te la dará Archie —Terry, miró con atención a su amigo y de verdad que le divirtió la cara de espanto que Albert puso al mirarlo, jamás lo había visto así—. Tú y yo somos buenos amigos, ¿no Albert? —Albert afirmó y Terry rápido añadió—. Entonces, te pido que confíes en mí y vengas conmigo.

El joven Grandchester le indicó el camino hacia los elevadores y Albert, desconfiado le obedeció, se subió en aquel ascensor y rogó a Dios para que Archie estuviera bien.

—Sigo sin comprenderlo... —indicó Albert, mientras el elevador los transportaba.

Terry sabía a lo que se refería, pero no podía hacer nada para esclarecer sus dudas; el secreto sobre Stear no era suyo, no tenía el derecho de revelar nada. Así que, solo le animó con algunas palabras:

—Albert, hay cosas que uno comprende hasta que se encuentra de frente con ellas.

El hombre estuvo de acuerdo, pese a ello, no respondió. Sabía que Terry tenía la razón, pero la verdad era que odiaba sentirse perdido.

Una vez que la campanilla les indicó que habían llegado al piso elegido, ambos jóvenes salieron del ascensor.

—Por aquí... —indicó Terry, al ver que Albert se iba por el corredor equivocado.

Albert retrocedió y entonces, continuó caminando por el pasillo que Terry le señalaba. Su corazón latía desbocado, estaba tan nervioso que comenzó a sentir una especie de vértigo. No sabía qué esperar de todo eso, lo único que sabía era que ya no iba permitirse el mostrarse débil ante esos dos muchachitos malcriados.

Terry se detuvo frente a una puerta y golpeó tres veces seguidas, Albert miró con atención dicha puerta y cuando esta se abrió y la figura de Archie apareció, no dudó en reclamarle:

—¡Santo cielo! ¿acaso crees que todo esto es gracioso? —cuestionó acercándose a Archie para abrazarlo, solo Dios sabía cuánto había sufrido en esos días, en los que no supo nada sobre su sobrino.

—Lo lamento... —alcanzó a decir Archie, sintiendo un paternal golpecito de su tío sobre la mejilla.

—No jovencito, lamentarlo no es suficiente... ¿Qué demonios está sucediendo contigo?

InesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora