CAPÍTULO 15 (Segunda Parte)

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Manhattan.

Terry, tuvo que retroceder varias cuadras, para poner a salvo a su odioso compañero de trabajo.

Dejar a Franz en su vivienda no resultó nada sencillo, la lluvia era cada vez más fuerte, fue un tanto complicado llegar hasta Central Park e igual fue muy difícil transitar de regreso a la zona en la que ellos vivían. La tormenta finalmente había creado un caos en la ciudad. Todo aquello que deseaban evitarse terminaron por vivirlo, pero, afortunadamente, después de todos los contratiempos llegaron a su destino.

—¡Dios! Creí que nunca llegaríamos a casa... —exclamó Candy una vez que arribaron a la residencia de los Andrew.

—Hubiéramos llegado hace hora y media —recriminó Terry—. Pero, claro, tuvimos que hacerla de buenos samaritanos, ¿verdad?

Stear, realmente deseaba soltar una carcajada, le hizo mucha gracia aquel sutil reclamo de Terry, mas, a pesar de encontrarse tan divertido, se limitó a sonreír y aguantarse la risa, pues, sabía que si él se reía Candy se molestaría, y entonces ella y su enamorado, terminarían enojados. No quería que eso sucediera, no en esos momentos en los que debían estar unidos.

—Franz, necesitaba ayuda... —mencionó Candy, encogiéndose de hombros—. No podíamos dejarlo solo, lo sabes, Terrence.

Terry no respondió, lo que menos deseaba hacer, era entrar en controversia con Candy frente a Stear.

—Cielo santo... ¡Estaba tan preocupada por ustedes! ¡Qué bueno que ya llegaron! ¡Esta tormenta me tiene con los nervios de punta! —exclamó Patty al ver que Candy, Stear y Terry entraban a la casa. La muchacha se acercó a su novio y al verlo sin abrigo frunció el ceño—. ¿Por qué no has usado tu abrigo? ¡Oh Stear! ¿Lo dejaste en el hospital?

—Esas, son demasiadas preguntas señorita O'Brien... —Stear sonrió, la tomó de la mano y dijo—. Estoy bien. Vamos, llévame a la cocina y te contaré sobre, cómo fue que desapareció mi abrigo.

—¿Llevarte a la cocina? —Patty sonrió divertida—. No puedo llevarte allí, cariño... volverás locas a las cocineras.

—Pero, Patty... tengo mucha hambre ¡Y falta demasiado para la cena! —exclamó Stear, dibujando un lastimoso puchero en su rostro.

—¿Sabes? Mi abuela preparó galletas, apuesto a que eso saciará tu hambre por el momento... —mencionó la chica O'Brien, mientras Stear borraba su gesto de disgusto y esbozaba una gran sonrisa—. ¿Por qué no vamos a tomar el té? Vengan chicos. Vayamos a la estancia.

—¡Pues vamos! —exclamó Stear con júbilo, tomando la mano de Patty para que lo ayudara a llegar al salón.

Candy y Terry sonrieron ante la escena y observaron a la pareja de muchachos alejándose, mientras ellos permanecían en el vestíbulo.

—Té y galletas... eso suena muy bien, ¿no lo crees? Ven, sigamos a los chicos —propuso Candy.

—Eso de verdad suena genial, sin embargo, creo que yo ya debo irme —contestó Terry.

—¿Irte? —Candy negó y entonces tomó la mano de su novio—. Terry, está lloviendo a cantaros, ¿cómo vas a irte? ¡Ya te has mojado lo suficiente!

—Pecosa, no me he mojado —expuso, en su defensa—. Mira...

—Veamos si es cierto —contestó Candy, retirando el abrigo de su novio, una vez que se deshizo de el, le dijo—. En efecto, no estás mojado, pero, ambos sabemos que terminarás por hacerlo. Si sales de nuevo a la calle, terminarás resfriándote. Además, no se ve nada allá afuera, ¡podrías accidentarte!

—Estás exagerando...

—¿Por qué no quieres quedarte?

—Candy, no es que no quiera quedarme —explicó él, acariciando el rostro de la rubia—. Lo que pasa es que, no deseo causar molestias —Terry respiró hondo y con tranquilidad declaró—. Me quedaré en casa de mi madre. No tienes por qué preocuparte, solo voy a conducir una cuadra.

InesperadoWhere stories live. Discover now