Capítulo 23

143 18 1
                                    

Me había duchado en el espacioso baño de Ian, el cual estaba perfectamente equipado con jacuzzi, dos lavabos unidos en una encimera de mármol blanco y una ducha, no tenía bañera pero no hacía falta en absoluto y las alfombras rojas a juego con los albornoces me recordaban a cómo sería el baño de papá Noel.

Cuando salí recibí unos boxers negros de repuesto que Ian guardaba para algo que llamaba "urgencia" y me vestí con la misma ropa aprovechando que nos habíamos desnudado completamente y no se había llenado de sudor.

Una vez vestido me acerqué con el pelo húmedo al chico, quien me dijo que mientras se duchaba él podía darme un paseo por el apartamento, y así lo hice.

Era un apartamento terriblemente espacioso para ser de dos personas, todo estaba decorado con colores ceniza excepto la habitación, suponía que estaba hecho a gusto de Ian.

Lo primero que hice al llegar al salón fue sentarme en el sofá, el cual estaba decorado con un sofá negro con cojines de terciopelo blanco que resaltaba con elegancia pero, desgraciadamente, lo que tenía de elegancia lo tenía de incómodo. Era el sillón más duro en el que me había sentado en toda mi vida, si mi amado trasero no había sido dañado por Ian, lo había sido por el sofá. Intenté mejorar mi postura con un cojín tras la espalda pero pareció empeorar la situación por lo que decidí volverlo a dejar en su sitio.

Olvidando el tema del sofá, miré con detalle la cocina Americana de color caoba y electrodomésticos grises, no era muy grande pero contaba con dos taburetes negros que yacían tranquilos bajo la encimera de mármol, pero lo que más me llamó la atención fue la enorme televisión de la que disponía el apartamento, era tan grande que podía meterme dentro pero una duda no tardó en recorer mi mente ¿Para qué necesitaría Ian tanto espacio?¿No vale una habitación de hotel? De todas formas, solo era para sus clientes... o eso decía ¿acaso vivía él aquí?

Unos cabellos mojados  rubios aparecieron por la puerta sacándome de mis pensamientos.

-¿Ya has inspeccionado la casa?

-Más o menos... ¿Por qué es tan incómodo este sofá?

Di unos pequeños golpecitos en los cojines y miré a Ian, que se dirigía a sentarse.

-Ya te lo he dicho, este apartamento lo uso solo para el trabajo.

Un leve sabor de amargura invadió mi boca.

-¿No te servía una habitación de hotel cualquiera?

Ian se sentó a mi lado y se espanzurró en la piedra que tenía por sofá.

-Muchos moteles me hechan cuando ven mi edad, desconfían de que los clientes me hangan daño o algo así porque la mayoría son mucho más mayores, de unos treinta y pocos años.

Quizas fue la tranquilidad con la que le escuché hablar, pero ese comentario me molestó.

-¿¡Te enrrollas con personas de más edad!?¿¡Cuántos años tienes!?

El rubio pareció mirarme como si le hubiera divertido mi reacción.

-Veinticinco.

-Qué locura...

Mi comentario sonó amargo, igual que la sensacionque recorría mi cuerpo.

-¿Te molesta?

Ian se agitó el pelo para quitar el exceso de agua y volvió a mirarme.

-No es que me moleste... pero es una locura.

El chico se incorporó y se apoyó sobre sus rodillas con los codos para dedicarme una mirada seria, quería decir algo que sabía que me iba a molestar, penseqque se contendría, pero no fue así.

-Quizás tengas razón... pero no estoy ligado a nadie y soy el único dueño de mi cuerpo. Puedo hacer con él lo que quiera.

"No quiero que te vea nadie más" fue el primer pensamiento que tuve y la respuesta que iba a soltar, pero lo pensé mejor. No podía reaccionar así porque él tenía razón.

-¿Y la intimidad?¿No te importa que todo el mundo te haya visto desnudo?

Ese "todo el mundo" salió raspando mi garganta dejandome un áspero sabor de boca.

Esperaba una respuesta elaborada o más propia de él pero simplemente se acomodó de nuevo en el sofá y respondió sereno tras un profundo suspiro.

-Supongo que al principio sí...  pero la vida no me ha ido muy bien que digamos...

Mi gesto se aligeró y el sabor amargo desapareció un poco.

-¿Tan mal lo has pasado?

El chico me miró serio, no demasiado, pero estaba serio y comencé a pensar en si había hecho una mala pregunta.

-No es que haya sido desastrosa pero he tenido mis complicaciones.

-Si alguna vez pasas por algo parecido estaré dispuesto a ayudarte.

La amargura se esfumó de mis palabras y fue sustituida por un tono de preocupación, quería ayudarle en todo lo posible y poder apoyarle en los peores momentos. El rubio sonrió bajo sus ya húmedos cabellos y me miró con picardía.

-Lo tendré en cuenta, pero ya me has ayudado.

-El sexo no cuenta como ayuda.

El chico rió escandalosamente, había conseguido leer sus pensamientos con una gran facilidad.

-Me has pillado, pero enserio, con que estés a mi lado me ayudas.

-Ian, eso no cuenta, yo me refiero a ayudarte de verdad, poder escucharte y apoyarte.

El rubio vació unos momentos antes de contestar.

-Tienes razón, aún puedes hacer una cosa para ayudarme.

-¿Cuál?¿Te ha pasado algo?

-No, nada de eso.

-Entonces ¿A qué te refieres?

Ian esperó unos momentos, a través de sus verdosos ojos podía ver reflejado un esfuerzo por ordenar las palabras y pensar bien lo que hiba a decir, cuando lo tenía hecho, procedió a hablar.

-Quiero que reacciones tan celoso que no puedas dejar que otros me miren, que quieras ser el único en tocarme y en hablarme y que te escapes de casa por las noches para dormir conmigo.

Tras esa lista de celos venenosos hizo una pequeña pausa y, aprovechando mi silencio, dijo la última frase.

-Luka, quiero que seas solo mío.




Enamorado de un chico de compañía (Primera Parte)Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu