Capítulo 37: Caleb

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Y entonces ella lo invitó a pasar, dos veces, porque la primera él no pudo reaccionar.

―Tú debes ser Rosy ―le dijo Emma a su hermanita.

La niña asintió.

―Pasen ―Emma se hizo a un lado.

Un regalo. ¡Rayos! Sabía que había olvidado algo. Nunca vas a una casa de invitado sin llevar un presente. O al menos eso pensaba Caleb.

―Pensé que te habías arrepentido ―le dijo Emma con voz bajita cuando cerró la puerta luego de que él pasara.

―No ―respondió Caleb rápidamente―. Es que... el tráfico, ya sabes ―mintió.

Una mentirita piadosa, pensó.

―¿Es tu amiguito? ―preguntó una voz femenina cuando llegaron a la sala.

Al voltearse, Caleb vio a la mamá de Emma igual de bien vestida que su hija. Venía secándose las manos con una toalla pequeña.

―Oh ―exclamó ella cuando lo vio―. Hola ―sonrió.

―Buenas noches, señora ―contestó, con toda la caballerosidad que pudo, de esa que le enseñó su mamá―. Se ve... muy bien.

La mamá de Emma estiró los labios y luego dejó ver su sonrisa, haciendo un gesto con las manos. De esos que dicen, en un tono modesto, "no, cómo crees...".

Caleb sonrió.

―Ella debe ser tu hermanita.

Caleb miró atrás y le indicó a Rosy que se acercara.

―Ella es Rosemary ―presentó, y en voz bajita le dijo a Rosy―: saluda.

La niña se acercó a la mamá de Emma, y tal como Caleb la había preparado en el auto ―solo por si acaso― le extendió la mano.

La mamá de Emma lució algo sorprendida.

―Qué educada, señorita ―respondió el gesto―. Mucho gusto. Yo me llamo Stella.

Caleb vio al hermano de Emma bajar por las escaleras terminándose de abotonar la camisa negra que llevaba puesta. ¿Cómo era que se llamaba? Jaime, Javier... ¡Jamie!

―¿Y a qué hora viene tu...?

Caleb volteó a ver a Emma, quien tenía una sonrisa nerviosa mientras miraba a su hermano. ¿Su qué?

―Hey ―le saludó Jamie.

―Bueno, bueno... ―habló la Señora Stella―. La comida ya casi está, les aviso. ―Indicó, apresurándose por el camino por el que había llegado.

―¡Jamie!

―Sí, voy.

Jamie hizo unos gestos extraños y luego se fue. Qué raro.

―¿Qué fue eso? ―le preguntó a Emma.

―Así son ―respondió ella, quitándole importancia.

Caleb se sintió casi ignorado los siguientes minutos, cuando Emma decidió entablar una conversación con Rosy. Él pensó que la niña se intimidaría con la presencia de Emma como pasaba con él, pero, por el contrario, Rosy se soltó.

La niña le contó prácticamente todo lo que había vivido en la escuela, en un resumen que mezclaba momentos antiguos y presentes en una mega anécdota que a Emma parecía agradarle escuchar. Sin embargo, escuchó algo que no había escuchado decir antes.

Rosy le contó de las dinámicas que solían realizar con sus compañeros, como bailes, o jugar a estar en la tele. Caleb nunca iba, siempre estaba ocupado. Sintió el peso de la culpa como un golpe al estómago. Era su responsabilidad.

Como El AtardecerWhere stories live. Discover now