Los Inclusivos y la mansión escondida | #1 © [Completa]

Capítulo 18. El torneo

Desde el día que asesinaron a Leo, Ayla tenía el mismo sueño. Cuando creía que ya había conseguido quedarse dormida en paz y tranquilidad, la pesadilla otra vez aparecía. Estaba segura de que no la recordaba del todo, pues cuando despertaba, se encontraba empapada de sudor como si hubiera estado horas sufriendo de la misma. Solo recordaba la misma escena, en la que se encontraba en un lugar oscuro y la sombra de un hombre que tenía enfrente reía de forma maquiavélica y canturreaba «Hasta nunca Geminus».

Descartando la muerte del joven, las pesadillas y su miedo por ser asesinada por los Optimums, ella disfrutaba en la mansión. Compartía con los demás jóvenes, y aprendía mucho sobre sus diversas condiciones, habilidades y formas de lograr a ser independientes. En ocasiones se acordaba de la señora Mai y de Lisa, pero intentaba no hacerlo a menudo para no sentirse triste. La pasaba de maravilla con Wendy y se reía a menudo con las ocurrencias de Noah y Jayden, quienes ahora eran los más que discutían. Las lecciones continuaban siendo interesantes y se preguntaba seguido cuando sería el reencuentro con el señor Cerritulus, quien, luego del sepelio de Leo, la reunió a la brevedad para indicarle que pronto le llamaría para reanudar su mentoría. Sin embargo, aún continuaba esperando.

Por otro lado, el abuelo Mateo se había dirigido la noche anterior a todos para indicarles que hoy se llevaría a cabo el tan esperado torneo. Se reunirían en la tarde en el patio exterior para presenciar la primera parte del mismo. La mayoría se encontraban entusiasmados y se preguntaban cómo se organizaría.

—¿Tienen idea de cómo será el torneo? —preguntó Noah interrumpiendo los pensamientos de su compañera.

—Sí, pero no me da la gana decirte —replicó Jayden.

—Máster tecnológico, ¿podrías, quizás, compartir un poco de tu sabiduría? —dijo en forma burlona Noah mientras abría y cerraba los ojos a una velocidad sorprendente.

—No. Muérete de la curiosidad.

—Creo que nos podemos imaginar más o menos como es. Quizás nos dividen en grupos o en parejas y competimos unos con los otros —interrumpió Wendy.

—O puede que tengamos que encontrar algún objeto o llegar a una meta mientras pasamos unos obstáculos —continuó Ayla.

—Lejos, las dos lejos —terminó diciendo Jayden.

El sonido de una campana gigante interrumpió la conversación de los jóvenes y rápido se dirigieron a las afueras de la mansión. Entre el entusiasmo y la incertidumbre, todos salieron para conocer cómo se llevaría a cabo el torneo. Cuando los cuatro chicos se acomodaron lo mejor que pudieron junto a los demás compañeros, notaron que Mateo se encontraba con los demás mentores. Les dio las buenas tardes a todos y les explicó las reglas, las cuales encontraron bastante fácil de seguir.

El torneo buscaba ayudar a conocer y mejorar las habilidades de todos y prepararlos ante cualquier situación inesperada. Se dividiría en dos partes: la primera siendo un duelo de uno contra uno, y la segunda de dos contra dos. Se reunirían todos los días a las tres de la tarde y los mentores tendrían el encargo de seleccionar los jóvenes que se enfrentarían ese día. Ayla encontró un poco injusto el que un joven sin experiencia alguna sobre su habilidad extraordinaria pudiera ser elegido para enfrentarse a uno que tuviera más experiencia. Sin embargo, el abuelo Mateo enfatizó que era esencial tener una práctica como ésta, quizás en desventaja para algunos, pues en la vida real podrían combatir con alguien con mucha más experiencia. También temía por los daños que podrían sufrir en el torneo, pero éste indicó que tan pronto notaran que uno de los jóvenes estuviera en peligro, se declaraba ganador al contrincante.

La mayoría de los jóvenes estaban ansiosos de conocer quiénes serían los primeros en participar. Luego de que se discutieron las reglas, se dio paso al comienzo oficial del torneo. En esos momentos, Luna Starpier se movió hacia al frente y se dirigió a todos.