Capítulo 15. Una muerte súbita

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—¡Fuera! ¡Muévanse todos! ¡Abran paso! —gritaba el señor Cerritulus entre la multitud.

En menos de unos segundos se había formado un pequeño caos. La alarma continuaba sonando y todos habían logrado salir con rapidez al patio exterior. Los jóvenes y mentores se acomodaron alrededor de Naomi, quien, sin mucha fuerza, intentaba cargar el cuerpo del joven. Ésta se encontraba llorando y apretando el cuerpo hacia ella. La cara de la persona que cargaba no se podía ver.

—¡Hagan espacio! ¡Dejen pasar! —continuaba gritando el mentor.

Éste parecía ansioso e intentaba hacer espacio para que el abuelo Mateo, quien iba detrás de él, pudiera llegar hasta donde se encontraba la mentora. Ayla no podía ver bien la situación desde donde se encontraba, pero escuchaba los murmullos de los demás. Vio a su abuelo acercarse hacia donde se encontraba Naomi e intentó moverse más cerca para poder escuchar lo que decían.

—Señor... lo he intentado, pero fallé. No pude —decía la mentora mientras sollozaba—. No me lo perdonaré. Lo siento tanto, señor, lo siento.

—Naomi, ven conmigo. Deja que Alex pueda cargar el cuerpo.

—Señor... lo siento, lo siento. Debe castigarme, expulsarme de aquí.

—Ya basta, Naomi. Este es tú hogar, nuestro hogar. Levántate y sígueme —le dijo Mateo con una mirada cálida y a su vez, de preocupación.

A pesar del consuelo y apoyo, ésta continuaba llorando desconsoladamente. El señor Cerritulus se acercó hacia ella y tomó en sus brazos el cuerpo inerte que continuaba cargando la mentora con dificultad. La cara del joven fue revelada al instante. Los residentes, al ver el rostro, gritaron su nombre. Algunos comenzaron a llorar, otros mostraban cara de desconcierto, y los demás dialogaban entre ellos preguntándose qué pudo haber sucedido. Wendy fue una de las que comenzó a gritar al escuchar el nombre.

—¡No! ¡No! ¿Por qué? ¿Qué pasó? —exclamó Wendy.

Ayla intentó abrir paso entre la multitud y sintió que con su silla motorizada pisó unos cuantos dedos de los pies de los chicos que no se movían. Deseaba pedirles perdón a todos los heridos, pero no había tiempo suficiente para ello. Al llegar a donde su compañera, pudo ver la cara del fallecido. Era Leo.

—Wendy... —solo pudo decir cuando logró acercarse a ella. Sabía que Leo era un buen amigo de su compañera y fue el primer chico que le presentó cuando llegó nueva a la mansión.

Jayden también se acercó a donde ella y le colocó una mano sobre el hombro. Ésta acababa de comenzar a llorar. Vieron cómo el señor Cerritulus se llevaba el cuerpo de Leo y detrás le seguía el abuelo Mateo y la mentora. Wendy se secó las lágrimas de sus ojos y se dirigió a su amigo quien continuaba con su mano encima del hombro de ésta.

—Haz algo. Tenemos que saber qué pasó —dijo ésta decidida y aún con los ojos brillosos—. Sabes lo que puedes hacer, por favor —le suplicó.

—Wendy... no debería —dijo Jayden.

—Por favor... —volvió a suplicar.

—Está bien —respondió éste con cara de rendido—. Vamos a tu cuarto, pero tu compañera no puede venir —dijo refiriéndose a Ayla.

—¿Por qué no? Ella también tiene derecho a saber qué sucedió.

Ayla estaba de acuerdo con su compañera, pues ella también tenía curiosidad de lo que había sucedido. Pensó en lo peor, en que los Optimums habían asesinado a uno de ellos y que quizás, tal y como le había dicho Wendy hacía una semana atrás, no estaban tan seguros y la muerte podría estar más cerca de lo esperado.

Los Inclusivos y la mansión escondida | #1 © [Completa]Where stories live. Discover now