Capítulo 36 (Final)

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Pasó un mes después de la muerte de mi hermano, era demasiado pronto para pedirle a Tania que dejara de esconderse en los rincones para llorar. Esa noche volví a casa y ella estaba sentada cerca de la puerta que va al cuarto de baño sus cabellos empapados por las lágrimas y el contorno de sus ojos maquillados con ojeras por las tantas noches de desvelo en los que no lograba conciliar el sueño a causa de la falta física de aquel que fue y sería el amor de su vida.
—Vamos levantate que el suelo esta muy frio, recuestate mientras yo preparo chocolate caliente—. Hice una pausa para esperar a que obedeciera mi orden, pero se quedó inmóvil. Me agaché y coloqué mis manos en su rostro.
—Duele pero debes ser fuerte.
—Hoy no lloro de tristeza —me dijo.
—¿Que dices? —le pregunté.
—¡Estoy em...barazada! —Sus palabras salieron lentas e hicieron eco en mi memoria, no podía con mi cara llena de sorpresa y alegría, iba a ser tía.
—Pensé que Olvin se había llevado mi vida junto a la suya y hoy me entero que me ha devuelto más que la vida, me ha devuelto la felicidad y mis gabas de ponerme en pie. Me duele saber que mi hijo no tendrá un padre y que él murió sin estar enterado que en mi interior hay una nueva vida que tendrá cualidades de ambos. Hoy me doy cuenta que él sigue aquí conmigo y que jamás va a dejarme sola.
—Nadie va a dejarte sola, ni mis padres ni yo y ahora mucho menos; ese bebé será muy amado puedes estar segura de eso—.
A veces el tiempo suele pasar de prisa sin que nos demos cuenta y es justo cuando las cosas van colocándose en el lugar que estarán por el resto de nuestras vidas. Pasó un año y nació mi sobrino mis padres eran los abuelos más consentidores que nunca vi jamás y yo era la tía loca que daba la vida por aquel pequeñito.
Viajé a mi antigua ciudad a resolver un caso sobre documentos de identificación personal. Cuando estaba por volver mientras caminaba por la calle escuché una voz lejana llamándome a gritos, me giré en un movimiento casi inesperado para encontrarme con su mirada aquella dulce mirada de muchos años atrás, mis recuerdos junto a él pasaron en sólo unos segundos frente a mi y comprendí que aunque intentara escapar del amor mi sitio era a su lado, no importaron los años que pasaron, el destino nos estaba dando una nueva oportunidad nos había puesto en el mismo camino uno junto al otro. David se acercó a mí y me saludó me dijo que lamentaba lo que había sucedido con Olvin y se disculpó por no haber asistido al funeral.
Habían pasado seis largos años desde que nos vimos por última vez y ese reencuentro fue como si entre nosotros el tiempo no hubiese pasado jamás. Me invitó un café y en un par de horas nos pisimos al tanto de todo lo que vivimos mientras estuvimos distanciados. Su mirada seguía  provocando en mi lo mismo que provocaba en aquellos días cuando le pertenecía y él me pertenecía, más que un café quise lanzarme a su cuello y quedarme ahí para siempre, quise besar sus labios y decirle que lo había extrañado; pero sabía que no me lo merecía, no después de haberlo abandonado de aquella manera tan cruel. Días después viajó al lugar donde yo vivía y supe que lo había echo sólo para verme, quedamos de vernos para cenar y fue entonces cuando supe que aún me seguía amando como yo lo amaba a él, sonreímos lo suficiente aquella noche como para darnos cuenta de lo enamorados que estabamos, sonreímos recordamos cada momento que compartimos y nos besamos. No se me daría otra vez la oportunidad de encontrarlo sólo y enamorado de mí, así que esta vez no permitiría que nada volviera a separarnos.

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Besos AzucaradosWhere stories live. Discover now