Capítulo 1

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A lo lejos observé una silueta masculina muy definida, su cuerpo era atlético y lo suficiente alto como para tener que inclinarse en caso que tuviera que darle un beso «pero que tontería» me dije en silencio, como me atrevía a pensar tantas bobadas.
El largo pasillo de la universidad estaba completamente solo debido al horario de clases, yo salí por un momento para ir al baño. En cuanto sus ojos café claro brillaron de entre la poca luz que nos rodeaba supe que algo extraño proseguía. Aquello sólo podía ser una mala jugada del destino. Me molestaba tener que coincidir con él, la personalidad de David no era de mi agrado y su sola presencia me ponía los pelos de punta, puedo expresar con certeza que era el muchacho más despreciable que conocí por aquellos tiempos. Sencillamente mi personalidad era tan distinta a la suya que estábamos bien lejos de pensar igual y eso nos hacía incompatibles de por vida.
A medida que nos acercamos uno al otro él iba bloqueando mis pasos, para mí no era una gran novedad, siempre que podía y tenía la oportunidad, su mejor pasatiempo era fastidiar mi existencia.

—Idiota —dije entre murmullos.
—¿Perdón?
—Disculpa pensé en vos alta, —le contesté sarcástica.

Él sonrió aturdido y por un momento guardó silencio, seguramente pensaba en una grosería para responder a las mías.

—¡Mírate estas muriendo de nervios! —exclamó.
—¿Yo? —pregunté sintiéndome tonta por no saber que más decir—. No te hagas ilusiones —agregué.
—Que pregunta más ridícula ¿Acaso vez a alguien más por aquí? —preguntó con arrogancia.
—El único ridículo eres tú —me defendí—. Quiero pasar —afirmé sosteniendo su la mirada al mismo tiempo.
—Anda pasa —contestó—. ¿Que te hace pensar que quiero estar mirándote todo el día? —su tono de voz era perturbante.
—Hazte a un lado, estás estropeando la pasada ¿Te das cuenta? ¿O es que a los tipos como tu los fabricaron faltos de cerebro? —cuestioné —. No respondas —supliqué.

Su mirada se tornó aún más seria de lo que ya estaba y me rodeo con ambos brazos, mi espalda pegada a la pared me mantuvo incómoda, me sentí extraña y se cortó mi respiración, comencé a sudar y me quedé muda.

—Vaya te crees más lista que yo —expresó con molestia gracias a mi comentario.
—Quítate, no te atrevas a ponerme un dedo encima —le advertí, con demencia después de sentir su rostro demasiado cerca del mío. Sí, pensé que me iba a besar.
—¿Piensas que voy a intentar besarte? No seas ilusa las niñas aburridas como tú, no caben en mi lista.
—Eres un idiota —le dije empujándolo fuerte para salir de su agarre.

David se mudó al vecindario cuando aún estábamos en la secundaria fuimos al mismo colegio un par de años, pero jamás nos soportamos. Luego también nos encontramos en la universidad y la historia fue la misma. Llevábamos unos cuatro años aproximadamente de una muy mala relación como vecinos y como compañeros. Él era demasiado arrogante y engreído, se la pasaba todo el tiempo con Noel y juntos eran más que insoportables.

—Amiga no soporto las majaderías de David, me tiene cansada —le comenté a Luisa después de relatarle el enfrentamiento que había tenido con él minutos atrás.
—No le hagas caso, David siempre se cree el más listo y quiere burlarse de todos —me aseguró ella mientras colocaba sus cuadernos en el interior de su bolso.
—Lo sé, es tremendamente fastidioso, nunca he conocido a otro igual durante toda mi existencia —le respondí girando mi cuerpo para observarla de frente.
—También debes admitir que es muy guapo —expresó y se mordió el labio inferior.
—Yo lo veo común y corriente como todos aquí —aseguré.
—Hay no seas modesta, tu sabes que cualquiera aquí daría todo por andar de la mano de ese fastidioso que tu mencionas y me incluyo en la lista. —indicó mientras se acercaba para tomarme del brazo y encaminarnos a nuestra próxima clase.
—Cualquiera, hasta tú, no obstante a mi exclúyeme de esa lista —le pedí.

En ese momento avanzamos perdiéndonos entre la multitud de estudiantes de la universidad.

Luisa tenía un poco de razón, David a sus veintidós años era muy atractivo, pero no servía de mucho cuando una capa de arrogancia cubría su ser, no es así como se gana el corazón de alguien, al menos no el mío.
Definitivamente yo nunca podría encajar en el mundo de una persona que se cree más que los demás sólo por tener cierto nivel de popularidad o por llevar consigo; ropa de marca y cosas costosas. No tenía que ser una experta para darme cuenta que era de esas personas que se dejan llevar por el físico y lo material dejando de lado la verdadera belleza, esa que se lleva en el interior; en el alma y en el corazón.

A mis diez y nueve años yo era una joven como cualquier otra a pesar de haber sido tachada como la niña aburrida de todos los tiempos desde que estábamos en la secundaria simplemente porque prefería quedarme en casa a leer un buen libro antes que ir a una fiesta a la que seguramente todos iban incluso mi única mejor amiga Luisa.

Luisa era mi confidente y mi cómplice en todo lo que sé me ocurría, no lograba entender la fortuna de tenerla en mi vida. Me sentía demasiado afortunada por confiarle y compartir mis cosas con una persona como ella.
Ella era completamente distinta a mí; le gustaban las fiestas, socializar y tener muchos amigos. A pesar de llevarse bien con casi todos, era muy determinada a la hora de contar sus cosas y si de algo estaba segura era de que nadie sabía sobre su vida más que yo. Nos conocimos en el primer año de secundaria, pero para entonces ambas pensábamos de manera muy diferente; siempre creímos que ninguna de las dos iba a aportar cosas productivas a la vida de la otra, esa fue la razón que nos mantuvo alejadas al principio.

 Nos conocimos en el primer año de secundaria, pero para entonces ambas pensábamos de manera muy diferente; siempre creímos que ninguna de las dos iba a aportar cosas productivas a la vida de la otra, esa fue la razón que nos mantuvo alejadas al p...

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Besos AzucaradosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora