Capítulo 25

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El correo había dejado un sobre para mí, ese día ya estaba planeado nos iríamos de paseo con David, Luisa y Noel. Habían inaugurado un nuevo centro comercial y queríamos conocerlo.
Pero aquella carta lo cambió todo justo cuando creí que las cosas iban por buen camino, justo cuando pensé que era feliz.
Después de leerla necesitaba saber quien y con que intención me la había echo llegar ¿Porqué hasta ahora, después de tanto tiempo que sentido podría tener?
No lo dudé, no lo pensé y tampoco lo medité. Metí en mi bolso sólo cosas necesarias y aquella carta que me había llegado, tome un autobús y mientras duró el viaje todo lo escrito en aquel papel se apoderaba de mi tranquilidad necesitaba una respuesta y fui en su búsqueda. Los padres de Allan me dijeron que ellos no tenían nada que ver con la carta y que ni siquiera la habían visto, pero me confirmaron que había sido escrita por él ya que en su habitación aún guardaban sus cosas y entre ellas el cuaderno con las hojas donde la escribió, además de su perfecta letra que me aseguraban que no podía ser solo un engaño o una broma de mal gusto. Me senté en su cama y lloré amargamente, me sentí tan usada y tan idiota que quería destruir todo lo que había a mi alrededor. Tomé la fotografía que estaba en su mesita de noche, en ella parecíamos tan bien uno junto al otro. Él la colocó ahí el día que me llevó a su casa y dijo que la conservaría para no extrañarme cuando yo me marchara. La metí en mi bolso y salí.
Caminé por la cuidad con mi rostro empapado en lágrimas y llegué hasta su tumba, ahí estaba de nuevo donde pensé que no volvería jamás. Solo que esta vez estaba muy molesta por sus mentiras y por sus engaños, por haberle creí su amor cuando sólo jugaba conmigo. Necesitaba decirle que ya no era digno de mi cariño, que era un infeliz al que detestaba con toda mi alma del mismo modo en que lo amé ahora sentía que lo odiaba. Aún desde su tumba seguía causandome emociones, seguía revolviendo todo en mi interior, estaba lastimandome, estaba cortando aquellas alas que había puesto en mi espalda, estaba explotando esa burbuja de amor perfecto que siempre me creí. Rompí nuestra fotografía y la lancé sobre la hierva, me arrodillé y me desesperé pensando en lo mucho que había añorado tenerlo de regreso conmigo para darme cuenta que todo lo que vivimos fue una farsa.
Cuando volví a casa ya para el atardecer, mis padres, David y Luisa estaban muy preocupados por mi repentina desaparición, había olvidado mi celular.
David corrió a mi encuentro en cuanto me vio asomar e intentó abrazarme.
—No me toques —le ordené, retirando sus manos de mis hombros.
—¿Qué sucede? —me preguntó.
—¡Lo sé todo! Sé todo lo que planearon Allan y tú.
—Espera yo...
—No quiero verte nunca más—. Mi rostro mostraba toda la rabia que inundaba mi pecho.
—Paula... —hizo una pausa luego corrió hasta mi y me tomó de la mano.
—Hay una explicación, déjame hablar —me suplicó.
—No quiero escucharte, ni ahora, ni nunca —le dije y subí hasta mi habitación.

—No quiero escucharte, ni ahora, ni nunca —le dije y subí hasta mi habitación

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Besos AzucaradosWhere stories live. Discover now