Él extendió una mano hacia mí, atrapándome por el pasador de mi cinturón hasta detenerme de pie exactamente frente a su rostro y entre medio de sus piernas. Sentí como su mano subía y bajaba lentamente por mi lateral izquierdo, causándome leves escalofríos con la sensación de su piel contra la mía.

—Bueno... —Elevó su mirada hacia mi rostro—. Quizá podamos negociar.

Sonreí.

—Me gusta la idea —dije, al tiempo que llevaba mis manos hasta su cabeza para hundir mis dedos en su cabello—. No te lo cortes al menos que sea muy necesario, ¿bien?

— ¿Eso quieres a cambio de tu secreto oscuro?

Reí, negando.

—Ni de broma, esa sólo fue una observación. —Hice una pausa, llevándome el índice a la boca en gesto de profunda reflexión—. Yo creo que lo justo es que un secreto oscuro debe ser pagado por otro secreto oscuro.

—Hm...

—Anda, hasta puedes mentirme... no es como si alguna vez vaya a descubrirlo.

—Mentir no es lo mío —respondió al instante. Asentí, recordaba muy bien el día que me hizo saber aquello.

Aunque de todos modos lo había hecho ¿no? De acuerdo, quizá no había sido una mentira en toda regla, pero sí había sido un pequeño ajuste de la verdad.

—Sí, lo recuerdo... —Antes de que pudiera acabar la frase Evan tiró de mí, con tanta fuerza que no supe cómo acabé de espaldas en mi cama con él a escasos centímetros de mi cuerpo—. ¡Wou! —Fui lo bastante rápida como para agarrarme de sus hombros y no comenzar a rebotar como una morsa sobre el colchón.

¿A poco las morsas rebotan? En fin...

—Estoy seguro de que puedo sacarte ese secreto...

— ¡No! —Intenté, juro que intenté negarme a él.

¡Ja! Sí, claro, cómo si eso fuera remotamente posible. ¿Realmente se lo creyeron?

La verdad es que cuando se inclinó hacia mí, mis labios ya estaban en posición de beso, listos para recibirlo. Y mis manos, las muy atrevidas, se enredaron en su cabello para jalarlo más cerca, tanto como les (me) fue posible. Lo besé como si no hubiera un mañana, mayormente porque seguía pensando que todo el asunto era un sueño. Así que le hice un baile erótico a su lengua, disfrutando demasiado el momento en que soltó un pequeño gruñido antes de apartarse y mirarme con evidente hambre. ¡Virgen querida! En realidad yo le gustaba, le gustaba a un hombre que se partía de sexy.

— ¿Dijiste no?

— ¿Yo? —pregunté, tratando de recordar cómo respirar después de ese ataque—. La verdad es que no lo recuerdo... ¿me refrescas la memoria?

Evan rió con suavidad, colocando un brazo por encima de mi cabeza para quedar casi recostado sobre mí.

—Me estabas contando —dijo, rozando mis labios en un rápido beso—. Algo sobre un secreto. —Otro beso demasiado corto—. ¿Te acuerdas?

Fui a recibir mi beso, pero él se apartó justo en el momento en que lo alcanzaba.

—No hagas eso —protesté con un mohín.

—Secreto —musitó como toda respuesta, elevándose lo suficiente como para enfrentarme con esa mirada ilegal—. ¿Entonces?

Suspiré.

—Tú primero.

Evan presionó los ojos con suspicacia, para luego tomar distraídamente mi mano y apretarla con suavidad contra el colchón. Había algo en esa simple acción, algo que no supe ver del todo pero que pareció relajarlo.

El mito de Daphne (libro II de la serie)Where stories live. Discover now