Separación.

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Tyna

Solamente habían pasado algunos minutos desde que Hill subió a la fortaleza, pero sentía que algo andaba mal.

No era ansiedad ni nada parecido, era más bien un presentimiento, una voz susurrando en mi cabeza.

De pronto, en los alrededores de la fortaleza brillaron algunas runas momentáneamente y luego se apagaron. Seguramente eso significaba que Hill había derrotado a Aurien o al menos destruido sus defensas. De ser así solamente debíamos esperar a que bajara y juntos destruiriamos el castillo.

—¿Tyna? ¿Sarel? ¡Están bien! —trepando por los restos de la muralla que había creado al principio de la pelea, venia Aria. Estaba agitada y se apoyaba del Kabil que vino con nosotros, quien ya no poseía un ala—. Escuche un trueno, ¿Hill está aquí? ¿Ya regreso?

—Arriba —fue mi única respuesta.

—¡De nuevo haciendo cosas por su cuenta! ¡Cuando vuelva...!

No pudo terminar la frase, en ese momento un rugido trono en el cielo. Era el dragón que venía con Hill, había lanzado su fuego contra la fortaleza, volándola en pedazos.

¿Porque hizo eso? Se suponía que estaba aliado con mi hermano, entonces, ¿porque?

Fue en ese momento que lo supe, solamente se habían aliado para derrotar a Aurien, al dragón no le importaba si mi hermano moría o no, mientras el pensador se fuera, estaba bien con sacrificarlo.

La conexión que tenía con mi hermano de pronto se rompió. Eso solamente podía significar una cosa: se había ido.

—No veo por donde salió —murmuro Aria.

Mire a Sarel, al verme a los ojos supo lo que pensaba. Su rostro se ensombreció y apretó su mano sobre mi hombro, tal vez con la esperanza de que desmintiera o que imaginaba, pero no lo hice negué con no cabeza.

Hill se había ido.

Sarel iba a decirle algo a Aria, cuando la tierra comenzó a temblar, derribando los restos de mi muralla y elevando al mismo tiempo varios montículos cerca de nosotros, que luego explotaron lanzando polvo por todas partes. Al disiparse logre distinguir a dos figuras en el suelo. Una era Clarisse, que no parecía herida y la otra era...

—¡Dianta! —acercándose corriendo venia el joven fide'il que buscaba a su hermana.

La tomo en sus brazos llorando y constatando con horror que le habían quitado una mano. La herida no era reciente, pues ya estaba casi completamente sanada. Instintivamente mire las manos de Clarisse, pero ella estaba bien, aunque tenía un vendaje en aquella que poseía la marca y algunas pintadas rectangulares y pequeñas a la altura de la muñeca.

—¡Dianta, responde! ¡Matare a ese bastardo! —grito el joven.

—No hay necesidad, ya ha muerto. Y no te preocupes, ambas están vivas —le respondió una voz.

Sobre un montículo que aún se mantenía intacto, estaba parada una figura encapuchada que era claramente una mujer. No podía ver su rostro, pero sentí de inmediato un aura intimidante proviniendo de ella, aunque no parecía ser hostil.

—¿Y- y el chico? ¿Y Hill? —preguntó Aria, titubeando—. ¿El está bien?

La mujer negó con la cabeza.

—El jovencito se quedó para entretener al pensador mientras yo sacaba a las chicas de ahí, de otra forma habría escapado antes de que el dragón destruyera el castillo. Lo siento.

—¡Como si te fuera a creer eso! —grito Aria—. ¡Quítate esa cosa y...!

—¡Aria! —la interrumpí—. No miente, mi hermano se ha ido.

Theria Volumen 2:  El señor de la tormenta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora