Apóstoles.

2.3K 280 105
                                    


Los Nogs corrían a una velocidad asombrosa, apenas tuve tiempo de crear un escudo eléctrico para frenarlos, aunque en realidad no los hizo detenerse durante casi nada, pasaban a través del escudo como si estuviera hecho de aire.

—Inútil, es inútil...

Muy bien, segundo intento, tu puedes, Hill, ¡tú puedes!

Magnetismo.

Aunque estaba seguro de poder hacerlo, nunca lo había intentado, más que nada por el riesgo de dañar a los demás, sin embargo tenía que lograrlo en ese instante aún sin haber practicado. Conozco la teoría, lo puedo hacer, seguro.

Durante el viaje junte bastante basura de metal para practicar, fragmentos de espadas, clavos, pedazos de hierro, entre otras cosas. Todos los fragmentos eran puntiagudos, así debían de hacer más daño.

Saque toda esa munición de mi bolsa y, usando un capo magnético surgido de mi electricidad, la hice flotar a mi alrededor. Con algo de esfuerzo conseguí que todo eso apuntara a las bestias y no a los miembros del grupo de Kinn, quienes seguían balbuceando cosas.

Arroje todo aquel metal con la mayor fuerza que pude, una andanada de metrallas que podrían matar a cualquier ser humano, o eso creía yo.

Pero pareció que el ataque fue demasiado débil, el metal rebotaba en la piel de los Nogs, aunque puede que en realidad la piel de esos seres es demasiado dura, digo, los restos de metralla que golpearon la pared se incrustaron profundamente y algunos dejaron grandes marcas.

—¡Maldición!

—Es una lastima que tu alma no este ligada al mundo, así todo habría terminado antes...

Aquella voz seguía hablando, aunque cada vez con menor potencia y el frío que se sentía casi desaparecía.

Iba a usar mi última opción, la de destruir el túnel para sepultarlos, pero antes de hacer mi primer movimiento los Nogs dejaron de moverse y aquella extraña luz se apagó en casi todos ellos, solamente uno seguía emitiendo ese brillo, aunque ya muy tenue.

—Crei... Creí que tendría más tiempo, pero se ha acabado... Te maldigo, monstruo, asesino...

Tras susurrar aquellas palabras, la presencia dentro del Nog se apagó. Las bestias se movían confusas y lanzaban roncos aullidos debido a la repentina liberación, pero pronto se recuperarían y entonces atacarían nuevamente.

—¿Que paso..?

La voz de Kinn sonaba confundida. Al parecer él y los demás también comenzaron a recobrar la compostura, así que, sin perder ni un momento, lo obligue a levantarse y me lo lleve casi a rastras hasta donde estaban los otros. Dios, sí que come mucho. En las miradas del grupo aún había algo de confusión, pero en mi perspectiva estaban lo suficientemente despejados como para correr.

—¡Ahora! ¡Corran! —les grite.

—¿Que...?

—¡Ya!

Los Nogs se estaban recuperando, algunos ya avanzaban hacia nosotros con cautela, tenía que ser en ese momento.

Saque el báculo de Tyna y, reuniendo la mayor cantidad de energía posible, lance un relámpago contra el techo del túnel.

Los otros no se movieron, así que tome a Delia y Mirya de las manos y comencé a correr tirando de ellas. Cuando los otros dos se dieron cuenta de lo que hacía, me siguieron.

Si la habitación que nos esperaba arriba en verdad era una trampa, estábamos perdidos, pero tenía que intentarlo, estaríamos igual de condenados si los Nogs nos alcanzaban. Incluso las rocas no detendrían por mucho tiempo a aquellas bestias.

Theria Volumen 2:  El señor de la tormenta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora