La batalla de Cirrnia: La niña y la anciana.

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Tyna

Un ultimo salto y llegue al antiguo pueblo de los padres de Claire.

Desgraciadamente no encontré en las ruinas de aquella casa el paquete que Hill dijo que ella escondió, así que lo único que me quedaba por hacer era cerciorarme de quien lo podía haber tomado, los más sospechosos eran sus abuelos.

A primera vista el pueblo era un lugar apacible, donde seguramente les daría gusto vivir. No a mucha distancia podía escuchar en sonido de un río, la mayoría de las casas de madera estaban rodeadas de arboles de diversos tipos,  algunos repletos de fruta y otros de flores de vividos colores donde algunas hadas de la raza mas pequeña revoloteaban bebiendo el néctar.

Definitivamente un lugar apacible.

Me acerque a la que pensé era la casa del jefe, la más grande y de aspecto mas cuidado, en cuyo jardín reposaba una criatura mágica de cuatro patas que se levanto gruñendo al verme acercar. Podía destruirla, pero seguramente eso haría que los pobladores desconfiaran de mi, así que lo mejor era esperar a que alguno de los residentes saliera.

No paso mucho tiempo hasta que un hombre Fide'il algo envejecido abrió la puerta. Al verme hizo una sonrisa profesional, pero sus ojos estaban alerta. No puedo culparlo, hay muchos peligros por estos lugares y qué dé pronto llegue un desconocido de otra raza debería ser desconcertante.

—¡Tranquilo Deis! ¿Si? ¿Que desea? —me preguntó.

—Estoy buscando un lugar. Una amiga solía vivir por aquí, me encargo llevarle algo a sus abuelos.

Claire no era mi amiga, ni siquiera hablamos una sola vez, pero ellos no tienen porque saberlo.

—¿Puedo preguntar como se llama?

—Ella se llama Claire y sus abuelos son Gusyav y Miriam.

—...  Ellos viven en el centro de la aldea. Te llevaré ahí.

El hombre comenzó a andar con aquella criatura a su lado, no me quedo otra opción que seguirlo.

Después de un rato caminando llegamos a una casita de apenas dos habitaciones y con un techo de paja. En el jardín una mujer Fide'il ya anciana arrancaba las hierbas de un bonito jardín.

—Miriam, tienes visita —dijo el hombre.

La mujer se sacudió las manos llenas de tierra y se acerco a nosotros. Se notaba que los años habían pasado para ella, sus andares eran calmados y su visión parecía nublada.

—¿Que desea jovencita?

—Vengo a entregarle esto —saque de mi capa las cartas que había "tomado" de la bolsa de Hill y se las entregue a la anciana—. Su nieta me pidió que se las diera, son de su nuera.

—Muchas gracias, jovencita.

La mujer tomo las cartas y abrió una. Mientras leía las lágrimas comenzaron a surgir, era tierno, pero tenia que interrumpirla, pues el tiempo apremiaba.

—Disculpeme, también he venido por otra cosa, se trata de un paquete que su nieta dejo en su antigua casa, me dijo que era importante.

Theria Volumen 2:  El señor de la tormenta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora