La batalla de Cirrnia: Preludio.

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Tyna.

Tardamos seis meses y cuatro días, pero al final llegamos a la ciudad adyacente al pueblo donde había nacido Claire, Cirrnia, un lugar casi completamente habitado por razas bestia, aunque de diferentes tipos.

Ya habíamos acordado el lugar de reunión, en ese momento nos dirigiamos hacia la casa del jefe de la ciudad, en la carta que nos dio el líder de Wingerd para él se le pedía que nos diera alojo unos días, aunque había sido lo suficientemente prudente pata no decirle porque.

—¿Segura que aquí hay respuestas? —preguntó uno de los guardias que nos acompañaban, un joven Cin'il.

—Si —respondí secamente.

En realidad dudaba que los hubiera en esa ciudad, pero después de hablar con Sarel y Clarisse, decidí ir en solitario hasta el antiguo hogar de Claire para reunir la información rápidamente. En si debía ser un viaje de una semana a máxima velocidad, pero recientemente, en concreto después de que la marca apareció en mi mano, descubrí que podía entrar en las sombras y viajar con mayor rapidez, pero el inconveniente era que solo podía hacerlo sola.

Los guardaespaldas no sabían de mi plan, pues de hacerlo serian más un estorbo que una ayuda, así que debía hacerlo sin que ninguno se enterara. Ya una vez supiera algo se los revelaría, claro, solo si podían servir para algo.

—Oigan —grito uno de ellos de pronto—. ¿Que ese no es Camil?

Uno, dos... Seis presencias hostiles y todas se fijaron en nosotros. Gracias, bien hecho imbécil, ahora me seria difícil dejar a mis compañeros.

El sujeto, llamado Geri, señalaba la entrada de un bar donde vi una figura conocida. Era en tipo al que le quitaron a su hermana, el que prometí proteger.

—Alto —dije—. Hablare con él.

—¿Y tú quien te crees que eres para...?

Geri parecía querer iniciar una pelea, pero Clarisse lo detuvo con la mirada. Ellos la habían visto destruir monstruos como si nada, así que le temían y no les hacia falta razón.

—Ire yo —repetí, luego susurré en voz baja a Aria—. Llevalos lejos de la casa del gobernador por todos los medios, a una posada en el norte, cerca de las puertas por si hay que escapar. Tengan cuidado.

Ya sin hacer caso a lo que me decían, me acerque a Camil, quien hablaba con desesperación a las personas con quienes se cruzaba, la mayoría de la cuales lo ignoraba. Llevaba su ropa rasgada y tenia unas ojeras pronunciadas; su barba estaba descuidada, larga  y sucia; y en sus ojos se podía percibir locura.

—¡Hey! ¡Tú! —le grite—. ¿Has encontrado una pista?

Camil me miro un momento sin comprender, pero después pareció reconocerme.

—¿Eres? ¿Eres...?

—Si, si, vamos dentro. —señale la entrada al bar.

Le hice una seña a los otros indicándoles que luego los alcanzaría. Era mi oportunidad

Nos sentamos en una de las mesas mas apartadas, desde donde podía ver todo el bar. Le pedí al camarero una bebida, sin alcohol por supuesto, no aguanto el sabor.

Theria Volumen 2:  El señor de la tormenta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora