Capítulo 7: Un "apoyo" para Jane.

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Carmen Soler alias la vecina ni se inmutó cuando Jane le pasó por un lado entrando a su departamento. Después de todo Jane y Noah sólo eran amigos. Se había encargado de averiguarlo con certeza apenas conoció a su nuevo vecino, hace dos meses. Y es que un hombre tan atractivo no podía estar con una mujer así, tan desarreglada, tan simple, tan... ¿Lesbiana? Tenía pinta de una. Hasta podía jurar que ni se peinaba al salir de casa. No era competencia para ella. No era nada.

Por otro lado Noah estaba como para chuparse los dedos, el hombre la ponía a mil y más cuando lo tenía con tan escasa ropa a centímetros de ella, como ahora. Ya tenía dos meses coqueteándole y el tipo no cedía, haciéndose el interesante, suponía. Estaba resultando. Siempre filtreaban, él le seguía el juego, lógicamente, pero ya era hora de que dieran el siguiente paso. Es decir, hora de la diversión. Noah tenía pinta de ser increíble en la cama y se moría por comprobarlo.

–Tengo que entrar –cortó Noah quitando las manos de la mujer de su cuello. Gesto que no le agrado ni una pizca.

–Pero, tenemos algo pendiente… –refunfuñó cual niña.

–Hablamos mañana– Noah le dio un beso en la mejilla como despedida y molesta dio media dirigiéndose a su apartamento ¿Cómo se atrevía a hacerle esto? ¡Se le estaba ofreciendo en bandeja de plata! Estaba muy segura de que le gustaba, la miraba con deseo, era obvio. Todo había sido culpa de su estúpida compañera de piso. Interrumpiendo el momento. Entró a su apartamento frustrada. Al parecer tenía que cambiar de estrategia.

Noah cerró la puerta y se dirigió a la habitación de Jane. No le pasó desapercibida la nariz golpeada, tampoco el moretón en la mandíbula. Un día de estos temía verla con un hueso roto.

–Jane ¿estás bien? –preguntó entrando al baño mientras escuchaba la ducha abierta, allí estaba ella debajo del chorro, podía verla a través de la cortina semitransparente del baño.

–¿No puedo darme una maldita ducha en paz? –Gruñó molesta mientras asomaba su cabeza por la cortina– ¡Lárgate!

–¿Qué cojones te paso en la cara? –Noah se le acercó, le levantó la barbilla y detalló su nariz, estaba inflamada. Contempló la mallugada cara hasta que Jane le mordió con fuerza un dedo. Haciéndolo retroceder.

–¡Joder! ¡Eso duele Jane!

Ella rió por lo bajo y se metió de nuevo en la ducha. Con eso aprendería. Noah seguía jurando como un camionero.

–Dios, que nena eres. ¡Se hombre por una vez en la vida! –comentó riendo y masajeando su cabello con el champú.

–¿Nena? ¡Casi me arrancas el maldito dedo! ¡Mira!–se quejó entrando a la ducha con ella. Invadiendo su espacio. Arrinconándola contra la pared, y haciendo que se clavara la llave de la ducha en la espalda, ahora el agua los mojaba a los dos. ¡Estaba demente!

Jane jaló la cortina y se cubrió con ella, interponiéndola entre sus cuerpos. Noah estaba cruzando los límites y lo peor de todo: se le reía en la cara. Le parecía hasta divertido.

–¡Sal de aquí antes de que te mate imbécil! –le gritó en la cara.

La sonrisa de Noah desapareció. ¿Qué le pasaba? Hombre, no era para tanto… Bajó la mirada y pudo ver unos pezones rosados a través de la cortina que se adhería al cuerpo de Jane. ¿Cómo sería morderlos y…

–¡Joder, que te largues te dije! –gritó malhumorada. El champú estaba entrando a sus ojos pero por nada del mundo solitaria su escudo, es decir, la cortina.

Noah considero darle un arrollador beso, confesar lo que sentía y ver cómo le respondía ella. Pero temía que Jane le arrancara la lengua de una mordida. Quizás después. Sin duda alguna no era el momento.

Mi Chica RudaWhere stories live. Discover now