Capitulo 1: "Sentido arácnido"

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No la había mordido una araña. Tampoco había sido afectada por la radiación, ni era una mutante de nacimiento —lamentablemente— pero, aunque no lo crean, Jane tenía una especie de "sentido arácnido".

Sí. No se burlen. Eso aseguraba.

Se encontraba profundamente dormida, y aun así sabía que en este preciso momento alguien más estaba en su habitación, observándola. Y no sólo eso, podía saber en qué lugar específico se encontraba, sentía la mirada del intruso sobre ella, inquietándola y poniéndola en alerta. El hombre en la habitación dio unos pasos hasta situarse al borde de su cama y el cuerpo de Jane se empezó a tensar preparándose para el ataque que vendría.

Trató de abrir sus ojos y no lo consiguió, algunos días le sucedía eso, otros corría con suerte, los abría y le daba una paliza al intruso. Finalmente, el hombre que estaba al acecho decidió saltar sobre ella, su cuerpo cayó encima del suyo logrando inmovilizarla, apenas percibió que saltaba en su dirección los ojos de Jane por instinto lograron abrirse y trató de esquivarlo, pero ya era muy tarde. Los cuerpos chocaron. El hombre tomó sus manos con fuerza hasta colocarlas por encima de su cabeza, haciendo unas esposas con sus propias manos.

Una risa ahogada salió de la garganta de Jane, todos los días era lo mismo con Noah. Todas las mañanas venía a despertarla, como estaba recién bañado y afeitado el olor a loción masculina hacía que lo pudiese percibir desde que entraba a su habitación.

—¿Fallando tu sentido arácnido? —musitó Noah en su oído, mientras soltaba una risita jovial.

—Sabía que estabas aquí desde que entraste —refutó ella fingiendo enfado.

Joder, ahora me tocara hacer la cena, pensó. Es decir, comprar la cena, ya que hasta el agua se le quemaba. Éste era una especie de litúrgico diario. Si se despertaba antes de que Noah le brincara encima y lograba atizarle por lo menos un golpe, ya sea rodillazo, patada, cabezazo, él le haría la cena. Si le ganaba —como hoy— Noah pasaría todo el día regodeándose de su "inventado" don especial. Diciéndole que estaba más loca que una cabra —no entendió nunca esa comparación ofensiva hacía ese pobre animal—, por creer que era superdotada.

Casi siempre ganaba ella, lograba despertarse y tenían una inofensiva pelea, algunas veces sólo le lanzaba una almohada, aunque si su estado de humor no era el mejor —era mujer— lo mandaba a la mierda apenas abría la puerta de su habitación.

Pocos días pasaba eso, no era usual. A esos días Noah los nombró días rojos.

—No mientas, Jane.

—Es la primera vez de este mes que me ganas —murmuró en respuesta.

—Quiero comida italiana —pidió exigiendo su premio por haberle ganado. A pesar de que apenas estaba amaneciendo y la claridad de la habitación no era mucha, ya que procedía de pequeños rayos de sol que se colaban a través de las ventanas y atravesaban la oscura cortina, Jane pudo ver la sonrisa juguetona que se formaba en los labios de Noah.

—De acuerdo, te prepararé unos ricos ravioles. Con mis propias manos —Amenazó ella, sabiendo que las palabras Jane y cocina no debían conjugarse juntas.

Sonrió al ver que su cara, que se mostraba rutilante adoptó una seriedad que casi le hace soltar una carcajada.

—No... No hablaras en serio, ¿verdad? —preguntó aterrado, haciendo que su aliento mentolado le rozara la nuca. Todo lo contrario, al aliento de dragón que debo tener yo, pensó mientras el cabello de Noah, húmedo por la ducha le hacía cosquillas en la cara. Ya necesitaba cortarlo de nuevo.

No entendía el terror de Noah. Al menos ella intentaba cocinar y estaba aprendiendo, no quiso jactarse de su especialidad en la cocina: el arroz. Lo sabía hacer de seis modos diferentes: quemado, ahumado, pegado, sin sal, salado y crudo. Masterchef algún día la encontraría.

Mi Chica RudaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora